Harry II

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Por primera vez en días, Harry estaba bastante feliz, acababan de absolverlo en la vista disciplinaria con lo cual se quitaba un gran peso de encima, una preocupación menos. Durante el juicio se notaba que no lo querían dejar hablar, seguramente para dejarlo como el fanfarrón que decían que era, querían mediante el juicio demostrar que cualquier cosa que dijese era una invención, un paripé para poder hacer lo que le viniese en gana; el verdadero paripé era el juicio, algo planeado para seguramente acabar dando el golpe definitivo en la prensa. Pero eso les había salido mal, porque no sólo había alguien que lo quería escuchar, como madame Bones; sino que, el propio Dumbledore había aparecido en el juicio derrumbando los planes inmediatos del ministro con una férrea defensa para Harry.

Al final todo se había resuelto a su favor y había quedado completamente absuelto de todos los cargos. Nada más salir de la sala del tribunal había visto al señor Malfoy cuchicheando en una esquina con el ministro de magia, algo que no le había gustado pero en lo que sabía que difícilmente podía llegar a hacer algo, apartó la mirada de aquel par guardándose las manos en los bolsillos y mirando hacia el suelo, cosa que notó que no hacía el señor Weasley, a su vez captó el murmullo al respecto "tengo que informar de esto a Dumbledore"; cuando poco a poco todo se fue despejando, sintió que el señor Weasley le iba guiando hacia la salida, Harry se detuvo en ala fuente de los hermanos mágicos, a echar el donativo para San Mungo, que que había prometido dar si salía bien librado, pero no sólo entregó lo prometido, sino mucho más, vació completamente el monedero; conforme lo hacía se le ocurrió una idea, le apetecía ir a otro sitio antes de ir a casa; era algo que en realidad había recordado haberlo pensado desde la última vez que su primo le había quitado las gafas de un puñetazo.

- Señor Weasley, ¿Podríamos pasar por el callejón Diagon antes de volver a casa?

- No sé, Harry; podría ser peligroso

- Todo es peligroso hoy en día, ¿además no se supone que Voldemort no quiere llamar la atención?; si de repente ocurriese algo en el callejón se estaría delatando, ¿no?

- Supongo que sí, Harry; pero prométeme una cosa, no le dirás nada a Molly.

- Prometido, señor Weasley.

De modo que, tras abandonar el ministerio fueron a Charing Cross, entrando en el caldero Chorreante y dirigiéndose al muro de acceso al propio callejón.

- Primero tendrás que ir al banco, lo has vaciado todo en la fuente, ha sido un gesto muy bonito por tu parte.

- Bueno, me ha parecido lo correcto; ¿Puedo hacerle una pregunta?, necesito un consejo.

- Claro, adelante.

- ¿Qué piensas de corregirse la vista mágicamente?, verás mi primo es capaz de quitarme las gafas de un puñetazo, pero no supone un gran problema para mí; claro que sería distinto perderlas en un duelo.

- Pues me parece que es una buena idea, siempre que se pueda corregir la vista, lamentablemente no siempre se puede.

- Quiero intentarlo, y además tal vez me ayude un poco con la dislexia, me la diagnosticaron de niño pero mis tíos no hicieron nada para ayudarme con eso – Comentó tranquilamente, era la razón por la que le costaba estudiar y por la que obtenía mejores resultados en la práctica que en la teoría; por eso le molestaba tanto que Snape lo llamase vago, entre otras cosas.

- No lo sabía – Oyó decir al señor Weasley

- No pasa nada, no le he dicho a nadie en realidad.

Como tampoco le había dicho a nadie que en ocasiones se distraía con facilidad, así como que había sido gracias al Quidditch que podía concentrarse mejor, el deporte en general lo ayudaba bastante.

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