Minerva II

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Aquel mes de octubre estaba resultando ser mucho más frío que nunca, en todos sus años de vida nunca había visto un mes de octubre con esas condiciones; no era que el frío se hubiese adelantado, sino que prácticamente había helado completamente, como si estuviesen ya de lleno en el más crudo de los inviernos y sin embargo no había nada de nieves ni ningún indicador de que estuviesen en invierno más allá del frío glacial. No le gustaba esa sensación, los dementores estaban demasiado cerca de la escuela, y aunque no habían atacado a ningún alumno, no se confiaba, era cuestión de tiempo que terminase pasando, sobretodo porque ahora eran más que nunca. Esos dementores estaban bajo el control de los mortífagos que se alojaban en el pueblo, gente que se le antojaba mucho más descerebrada que los Carrow; y eso los hacía peligrosos. Aunque no sabía que era más peligroso, un idiota o alguien inteligente como Snape. Por mucho que le desagradase el nuevo director de Hogwarts no lo subestimaba, era alguien que siempre había mostrado ser muy inteligente; tanto como para engañar al mismísimo Dumbledore.

Durante el poco tiempo que llevaban de curso las cosas no habían hecho sino empeorar cada vez más, alumnos que eran castigados sin prueba alguna de mal comportamiento solo porque un Slytherin los había señalado, alumnos que acababan en la enfermería sufriendo el fruto de distintas maldiciones oscuras para ser remendados por madame Pomfrey sin que le permitiesen atenderlos adecuadamente. Los estudiantes más jóvenes estaban aterrorizados, la gran mayoría del resto tensos y furiosos; de hecho creía que el resurgido ejercito de Dumbledore estaba formado por parte de ese grupo de alumnos. Nunca le habían agradado los alborotadores, pero en esta ocasión le resultaban agradables, incluso se había planteado apoyarles. De esa manera, con esas observaciones el mes había ido pasando y ya estaban a día treinta y uno. Un Halloween bastante diferente, pues los mortifagos que ahora ocupaban los cargos de mayor poder en el castillo, habían prohibido esa festividad diciendo que era símbolo de ofensa al amo al que le lamían el culo.

Había estado pensando en aquello durante semanas, lo suficiente para estar ya a finales de diciembre y sabía bien que el resto de profesores compartían su visión de lo tóxico que era el actual equipo directivo para sus estudiantes, aquellos que tenían que ser la generación del futuro y si no actuaban pronto, las futuras generaciones destruirían por completo el mundo que sus padres y abuelos habían levantado, terminarían por completo con toda esperanza de democracia. Se había manejado con sigilo y discreción, hablando con el resto del profesorado siempre que tenía la ocasión; sobre todo con aquellos en los que confiaba, y de todos los profesores que había en el castillo había uno que no estaba en esas condiciones, alguien que no disponía de su entera confianza, no se fiaba de Horace Slughorn. Sabía perfectamente que profesores les apoyaban y quienes no, y también lo importante que era la discreción, por ello solo le había mencionado de reunirse a planear lo que podían hacer para evitar que las cosas en el castillo empeorasen mucho más. Había invitado a Filius y a Pomona; también a la dama gris, el fraile gordo y sir Nicolas. En su momento consideró invitar al barón sanguinario pero lo descartó, aunque podía ser una buena fuente de información de la casa Slytherin, pero ese fantasma no le resultaba agradable. Peevees era otra cosa, aunque era un buen alborotador, no era muy bueno guardando secretos y podía acabar poniéndolos a todos en una situación comprometida.

Ningún local de Hogsmeade era adecuado para eso, suponía que estarían todos vigilados, de una forma u otra; eso sin contar el toque de queda que había en el propio pueblo. La mejor opción era uno de los despachos del castillo, el de alguno de ellos, cualquier otro incluso uno vacío llamaría más la atención. De forma que tras la cena, se juntaron todos en el despacho de Pomona, en los invernaderos.

- Esta tarde han castigado a Anthony Goldstein y a Michael Corner - Mencionó Filius - Al parecer se colaron en las mazmorras a liberar a un par de niños de primer año que estaban encadenados.

- He visto como unos compañeros los llevaban a la enfermería después de que los "castigasen"; estaba allí con Madame Pomfrey cuando han entrado - Afirmó Pomona.

- ¿Como de grave ha sido? - No había ni un solo día que no recibiese noticias de algún alumno siendo atendido por la enfermera tras uno de los castigos, sin ir más lejos esa misma semana había tenido que atender a Neville quien había terminado con la cara llena de cortes.

- Lo suficiente para que tengan que tomar pociones durante un par de días. Al menos Poppy guarda en secreto los informes de los daños sufridos por los alumnos

- Tenemos que parar esto como sea - Manifestó Filius con firmeza, completamente decidido.

- Lo único que se me ocurre por el momento es complicarles las cosas mucho más y ser cómplices de las labores que esos estudiantes están haciendo.

- Eso es peligroso Minerva, aunque necesario - Captó la mirada de decisión que tenía Filius en esos instantes, sabía que le ayudaría en eso.

- Cuenta conmigo también, solo tengo algo más que decir.

- ¿De qué se trata, Pomona?

- Tenemos que echarlos del castillo, a los tres.

- Y lo haremos - Les aseguró - A la mínima oportunidad que tengamos.

- Nosotros podemos ayudaros - Habló ser Nicolas; tanto él como el resto de los fantasmas había permanecido escuchando aquella conversación en silencio - Podemos movilizar a todos los fantasmas del castillo.

- Nuestra lealtad esta con este lugar y el objetivo por el que existe; no para seguir los apetitos del ministerio - Aseguró el fraile Gordo.

- El colegio no los reconoce como verdaderos directivos - Afirmó la Dama Gris, a la que en pocas ocasiones había oído hablar - Estaremos atentos y avisaremos del peligro a esos alborotadores.

- Bien, entonces necesitamos un plan - Manifestó Filius - Tenemos que dejarlos a todos fuera de combate.

- No creo que sea bueno del todo planear las cosas - Comentó Pomona - Podemos tener una idea de qué hacer, pero no sabremos cómo serán las circunstancias una vez estas aparezcan.

- Por suerte se nos da bien improvisar - Compartió con ellos una sonrisa cómplice, era el momento de plantear distintos escenarios y ver cuáles eran las posibles soluciones a cada uno; no era lo ideal pero algo era algo.

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