Severeus I

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Estaba cansado de ese papel, por mucho que le permitiese la supervivencia triunfase quien triunfase, estaba harto. A los dos líderes debía rendir cuentas, a los dos tenía que contar lo que el otro estaba tramando sin decir demasiado; era complicado y se jugaba el pellejo en ello, aun así lo tenía todo bien claro. Dumbledore podía ser mejor que el señor oscuro, pero todos eran títeres suyos, hasta el niño que vivió, el mocoso del arrogante Potter. No le agradaba el chico, aunque tenía que admitir que esas vacaciones de verano le habían sentado bien; se había quitado las gafas y según comentó Dumbledore se había tratado la vista para no necesitarlas, parecía como si el chico estuviese eliminando factores que lo hacían vulnerable, como si empezase a utilizar el cerebro; además se había dejado crecer el pelo, hasta tenerlo ligeramente largo sin llegar a los estándares de Lucius pero largo, pudiera ser que por imitación del pulgoso de su padrino, pero el caso es que así no le recordaba tanto a Potter, de hecho se apreciaba más los rasgos de Lily así, y mirándolo desde otra perspectiva, reconocía que caía en él a James porque buscaba cualquier característica asociable; aun así, pese a los cambios, no le gustaba el chico.

No le parecía tan extraño el ser convocado a reunión por el señor oscuro, habían pasado ya unas semanas del comienzo del curso y lo más seguro era que quisiese un informe sobre Potter y Dumbledore. Se apareció cerca del bosque, caminando hacía la casa señorial, la antigua mansión de unos muggles apellidados Riddle. Gracias a portar la marca pude pasar sin problemas la barrera, caminando por los pasillos de esa casa abandonada, pensando en si los dueños de la misma se habrían convertido en alimento de Nagini, a decir verdad si el señor oscuro seguía alimentando de esa manera a la serpiente, pronto habría que temer más a Nagini que al señor oscuro.

- Severus, llegas tarde

- El viejo loco es difícil de eludir, mi señor; más cuando teme que la subsecretaria que quite lo último que le queda.

- Dolores Umbridge supone un buen punto para nuestra causa, si logramos quitar a Dumbledore de Hogwarts podríamos conseguir llegar a Potter.

Escuchó un gemido, era un sonido de angustia, dolor y sufrimiento, de traición incluso; buscó con la mirada hasta dar con una figura encadenada en la pared, las cadenas eran de un metal que no conocía e irradiaban una magia extraña. Era una mujer, de cabellos castaños como el trigo que parecía haber sido torturada de alguna manera y al mismo tiempo parecía que todavía le quedaba entereza, era sin duda la nueva "invitada" del señor oscuro, aunque no sabía el tiempo que llevaba allí, era la primera reunión con todos los mortífagos y por lo general había tratado hasta el momento con el señor oscuro en unas estancias un tanto más reducidas; notaba la mirada de desconfianza del resto de mortífagos, pero no le daba la mayor importancia, no estaría allí de no tener el beneplácito de su señor.

- Los gigantes lucharan a nuestro favor, mi señor – Informó McNair – Como un pequeño favor que nos deben por ayudarlos con su pequeño golpe de estado, solo era cuestión de encontrar al adecuado; por desgracia no pudimos encontrar a los emisarios del viejo.

- ¿Lucius?

- ¿Si?, mi señor.

- Tus progresos con el ministro y la profecía.

- El ministro está cada vez más convencido de la gran conspiración de Dumbledore en su contra, es tan fácil alimentar su paranoia – Se jactó levemente – Tras el fracaso con el miembro de la orden estoy tanteando a uno de los inefables, en cuanto esté bajo la imperius estaremos más cerca de obtener la profecía.

- No está mal.

El señor oscuro parecía satisfecho con esa información, no eran excelentes noticias pero eran buenas, un progreso a tener en cuenta sabiendo que estaba jugando el juego de no llamar demasiado la atención.

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