Harry VI

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Se había estado preparando desde que había habado con Luna; comiendo y manteniéndose tranquilo para tener fuerzas para emplear sus habilidades. Llevaba una mochila con lo que necesitaba: la bola de cristal para practicar que le había dado la profesora Trelawney a principio de curso y un poco de comida para repostar. Esas apariciones mediante el uso de las sombras lo fatigaban un poco, no quería terminar fuera de juego ni tener que llamar de nuevo a un elfo para que lo llevase de regreso; no se trataba de orgullo, sino más bien tomaba conciencia de que no siempre iba a poder disponer de alguien más. Miró a la diosa que moraba allí desde que Luna y él la liberasen de las manos de Ryddle; le había comunicado sobre la carta que había enviado días atrás, sin llegar a darle esperanzas; también sobre lo que planeaba hacer esta noche, era ahora o nunca, su instinto se lo decía.

- Voldemort la quiere, si desaparece sin más sabrá que la tango yo o Dumbledore; en cambio si aparece vacía, podría ser inducido a pensar que desde el principio la profecía era una farsa; que fue manipulado.

- Eso lo hará más peligroso.

- Peligroso ya es; pero impacientarlo es una dorma de que cometa errores, sospecho que es alguien bastante orgulloso, y la gente con un orgullo desmedido suele caer por este mismo, eso y que lo estamos dejando sin sus anclas...

- Regresa Harry.

- Lo haré.

Se fundió entre las sombras, apareciendo dentro del ministerio de magia, en el mismo pasillo en que se encontraban las salas de los tribunales; sonrió, no tenían ninguna medida de seguridad. Visualizó la puerta de acceso al departamento de misterios, caminó con tranquilidad hacia la misma y entró, quedando en una sala circular con múltiples puertas; eso lo desconcertaba un poco, así que las examinó, percatándose que lo que era cada una de ellas estaba escrito en griego sobre el marco superior de las mismas; rio entre dientes; entrando en la sala de las profecías. Caminó por toda la sala, examinando cada estante, hasta dar con el que buscaba, aquel que había visto numerosas veces en sueños, aquel en el que había visto perder el juicio a uno de los inefable... suspiró, tomando la esfera que estaba a su nombre y sustituyéndola por la que estaba vacía, guardando en su mochila el registro de la profecía y dejando la vacía con el cartel. Era el engaño perfecto.

Le había resultado mucho más fácil de lo que en un principio había pensado, estaba comiéndose una de las barritas de cereales que traía consigo, cuando escuchó unos pasos; rápidamente, sin pensarlo demasiado se ocultó en la oscuridad, entre unos estantes y observó; allí había dos elementos: un hombre y una serpiente. Los reconocía a ambos. Era el señor Weasley, quien al parecer estaba de ronda vigilando la profecía y detrás de esta una amenazante Naguigi. Centró su atención en la serpiente, había algo en esta que le resultaba notorio, tenía la misma sensación que con el diario, el guardapelo y la copa; esa serpiente portaba un fragmento de Tom, algo que quería desterrar. A su vez, percibía un peligro, esa serpiente atacaría al mínimo movimiento, así que necesitaba ser rápido y preciso; "ojala tuviese una espada", pensó, acordándose de cómo se le había presentado la espada de Gryffindor en un momento de necesidad en la cámara que ahora utilizaban Luna y él como cuarto para el té. En ese mismo instante dicha espada apareció en su mano, traída por las sombras, como si él la hubiese invocado, aunque no estaba seguro de si lo había hecho o no, al menos conscientemente; sin planteárselo demasiado fue hacia la serpiente, captando su atención y con un rápido giro de muñeca le cercenó la cabeza matándola y eliminando de paso el horcrux que esta portaba. Cabeza y cuerpo cayeron con un golpe sordo, dándole apenas tiempo suficiente para desvanecerse con las sombras y volver al castillo; había logrado ya mucho más que su objetivo y no quería ser descubierto.

- Buenas – Saludó, al llegar a la basa operacional que tenían en el castillo, la cámara de los secretos. Se encontraba un tanto cansado.

- ¡Harry!

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