Horace

620 75 1
                                    


Desde que había aparecido la marca tenebrosa en los mundiales de Quidditch hacía más de un año se había estado ocultando, había estado permaneciendo al marjen de antiguos amigos y alumnos pero al mismo tiempo manteniéndose atento a las noticias que iban surgiendo sobre el mundo al que pertenecía. Por eso no solo se había enterado que no sabían nada de la marca tenebrosa achacándolo a un grupo de bromistas, sino además todo lo que iba alrededor del torneo de los tres magos, como la extrañeza de que Harry Potter quedase como un cuarto campeón del torneo, como iba pasando de alguien digno de alabanza y ejemplo a ser de alguna manera desacreditado públicamente, claro que de una periodista de la calidad de Skeeter poco menos que eso se podía esperar, esa periodista era realmente patética, una sensacionalista amante del espectáculo, por eso nunca la había invitado a su club.

Miró al cielo nocturno, con una mirada de pesar y extrañeza, mantenerse oculto cambiando de una casa a otra cada poco tiempo, protegiéndose de recibir cualquier carta o mensaje que no fuese el periódico, así no recibía nada de sus antiguos alumnos, aquellos que acabaron en su cuadro de honor particular; había tenido a muchos estudiantes prometedores en aquel club de eminencias que tenía en Hogwarts, pero muy pocos habían acabado en esa repisa, muy pocos habían logrado tal honor. No recibir los acostumbrados regalos anuales de sus favoritos lo entristecía, pero comprendía que era algo necesario, un pequeño precio a pagar por garantizar su propia seguridad.

Se volvió, mirando hacia su estante de honor, las fotografías que había allí, fotografías de cada una de las generaciones a las que había dado clase y que habían pasado por su modesto club, no solo tenía las fotografían individuales de los mejores, sino fotografías grupales de los miembros de su club de cada generación cuando terminaron la escuela, una fotografía le llamo la atención en particular, la promoción del año cuarenta y tres, promoción en la que un grupo de magos talentosos terminaron la escuela, entre ellos unos de los más poderosos y con mayor talento además de potencial intelectual que había tenido, alguien que hubiese esperado que se convirtiese en menos de quince años en ministro de magia y no que terminase trabajando por debajo de sus posibilidades en una tienda del callejón Knocktum para desaparecer poco después y resurgir como una de las mayores amenazas del mundo mágico, aquel muchacho inmortalizado en aquella foto grupal aquel fin de año, no era otro que Tom Riddle; un chico que se malogro, que se echó a perder y en parte fue por su culpa, tenía responsabilidad en lo que había acabado convirtiéndose, si, Dumbledore le había contado algunas cositas. A principio de aquel mismo año, Albus Dumbledore había logrado encontrarlo y había tratado de converncerlo de que se uniese a la orden del fénix, además de que le entregase sus memorias sobre Tom Riddle, notando como hurgaba en su mente o lo intentaba y quedando perplejo ante una pregunta en concreto sobre si había hablado en alguna ocasión con él sobre los Horrocruxes; aquella palabra era una magia peligrosa a la que no debía hacerse mención, nunca. Le entrego algo, para tenerlo callado, pero no acepto unirse a la orden de su amigo, si podía llamarlo así; todavía recordaba que no le había dado ningún reconocimiento en cuanto a la investigación de los usos de la sangre de dragón; además por cómo se cebaba la prensa con Dumbledore y el hecho de que este no dejase de nombrar que Harry Potter es quien derrotaría por fin al lord de la oscuridad, conociendo a Albus Dumbledore como lo conocía no le extrañaba en absoluto que tratase de emplear a Harry como arma, o algo por el estilo, amañando un tanto la situación y haciéndole creer que actúa por voluntad propia cuando alguien lo mueve por las sombras. Tal vez era eso lo que haría o tal vez se lo imaginaba, pues conocía mucho al director de Hogwarts, su forma de entender y ver las cosas a veces podía ir en contra de los que lo rodeaban. Personalmente le parecía altamente extraordinario el hecho de que Harry Potter cuando apenas tenía un año, así que sí que era probable que fuese el salvador, pero no se fiaba de Dumbledore, no después de conocer ciertos aspectos de su personalidad, aunque reconocía que sentía curiosidad por el joven Potter, además de pensar que si alguien tenía derecho a saber sobre el que no debe ser nombrado era el propio Potter, sobretodo porque ambos líderes lo habían marcado como el factor determinante en el destino del mundo. Sus ojos pasaron a otra fotografía, una un tanto más reciente, la promoción de los padres de Harry Potter, allí estaba Lily Potter, una de las mejores y más brillantes alumnas que había tenido y en cierta manera se preguntaba cómo sería aquel chico, si era alguien estimulante que mereciese la pena. Sonrió ligeramente, sabía bien cuando eran las excursiones a Hogsmeade, todas las fechas, desde siempre habían coincidido en las mismas semanas. Cogió una pluma y pergamino, había tomado una decisión aunque antes de tomarla por completo lo conocería, sabía que hacer; solo esperaba no equivocarse y que el chico no fuese ya un títere de Dumbledore. Con aquello en mente comenzó a escribir.

Life & Death Donde viven las historias. Descúbrelo ahora