Harry XIII

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El castigo de McGonagall por haber defendido a Hermione había finalizado al fin; le había quitado mucho tiempo de trabajo, estudios y entrenamientos de Quidditch y otras cosas. Pero había merecido la pena cumplir con ese castigo. Seguía orgulloso de lo que había hecho por defender a su amiga y lo volvería a repetir sin dudarlo. Nadie ofendería a los suyos nunca, y tenía claro por las miradas que le lanzaba la gente, que el mensaje había calado. Así poco a poco febrero había dado paso a marzo.

Una tarde de principios de marzo, se encontraba sentado en una de las almenas de la torre de astronomía completamente a la sombra contemplando el lago, se veía un lugar placido y tranquilo, aunque no más que donde estaba sentado. Si estaba allí era porque necesitaba desconectar un poco. Estuvo bastante tiempo solo hasta que notó una presencia a su lado, era uno de los fantasmas, estaba seguro. Giró la cabeza para encontrarse con el fantasma de la casa Ravenclaw.

- Estuvo bien lo que hizo por su compañera, quedan pocos caballeros de verdad en este mundo; aunque para futuras contiendas le recomendaría solicitar una satisfacción a modo de duelo.

- ¿Así se hace?, muchas gracias señorita me alegra saberlo, aunque espero no tener que llegar nuevamente a algo de tal envergadura, más cuando la palabra tiene que ser lo primero en mediar en un conflicto.

- Yo ya no soy una señorita, estoy...

- Muerta o no, una dama no deja de ser una dama – Le dedicó una sonrisa a esa mujer fantasma.

- Estaba aquí porque quería hablar contigo de una cosa; sobre la existencia de un valioso objeto profanado completamente con la peor de las magias.

- ¿De qué objeto estaríamos hablando?

- Aquí y desde mi muerte me conocen como la Dama Gris, pero ese no es mi nombre.

Fijó su mirada en la Dama Gris atendiendo a sus enigmáticas palabras. A decir verdad el nombre que usaba en la actualidad tenía su gracia, encajaba bien con la personalidad callada y analítica que había visto en ella. Intuía que si bien le iba contar algo, pues nada más hablarle sobre un valioso objeto maldito no había podido evitar pensar en un objeto perteneciente a Ravenclaw, aunque sabía que debía tener paciencia y escuchar en silencio. No parecía un fantasma muy sociable y por lo que le había contado Nico de su experiencia era mejor ser cauto. Si su instinto no le fallaba, la Dama Gris, quería contar una historia, su historia, sino directamente habría soltado la información y punto.

- La escucho.

- Yo estuve presente en Hogwarts prácticamente desde sus inicios; conocí a los fundadores de esta escuela bastante bien. De pequeña los escuchaba hablar y hacer planes para la escuela, de cómo desarrollar su ambicioso proyecto. En vida yo era Helena Ravenclaw.

Hubo un nuevo silencio, Harry prefirió no comentar nada, estaba claro que se había llevado una gran impresión con esa declaración, pero había mantenido la compostura, sentía que de alguna manera esa enigmática bruja estaba abriendo una parte de su ser y cualquier movimiento a destiempo o fuera de lugar, mirando lo turbada que parecía, estaba seguro que esta conversación debía ser bastante complicada para ella.

- Todo el mundo amaba a mi madre, la consideraban una gran celebridad, no negaré que lo fuese, pero muchas veces me sentía en un segundo plano, al punto de que llegué a sentir envidia de mi propia madre. Ella al igual que el resto de fundadores poseía un objeto mágico de gran valor y poder. Mi madre poseía una tiara, una diadema que tenía la propiedad de hacer inteligente a su portador. Así que queriendo ser mejor que ella le robé la diadema y me marché con ella. Sé que mi madre trató de buscarme, envió a un hombre que buscaba siempre cortejarme y que siempre de desagrado tras de mí; el barón siempre resulto desagradable.

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