Deméter I

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El castillo era poderoso, una potente barrera producida por Hécate para garantizar la seguridad de la magia; no era una barrera en sí de magia, que protegía la escuela de las agresiones, tanto mágicas como divinas. Los dioses podían entrar y salir del lugar, pero no directamente, debían situarse justo en el exterior de la barrera y consumir muchas energías para hacerlo. Eso lo había podido contemplar Deméter, lo había sentido nada más desaparecer al lado de su hermano y cruzar esa barrera, cada uno con su poder. En los lindes de la misma, junto a un acantilado aparecieron ambos; ella se tambaleo, casi cayendo, seguía sintiéndose débil y cruzar esa barrera la había debilitado más.

- Estoy bien.

- No hermana, no lo estás – La mirada de Hades la encontraba extraña, había inteligencia en sus ojos, como siempre; pero también había algo que no había visto, algo que contrastaba con la frialdad habitual, no sabía definir lo que veía en los ojos de su hermano – Pero lo estarás.

- ¿En qué piensas?

- En que debemos llegar al Olimpo y tu sentarte en tu trono, cuanto antes – Vio a su hermano desviar la mirada hacia el castillo – Ten, toma un poco más, la salida te ha perjudicado – Miró lo que le ofrecía, era néctar y ambrosía; ya había tomado un poco antes, cuando se habían encontrado en esa cámara subterránea, y la había hecho sentirse mejor. Podía tomar todo cuanto quisiera, pero se resistía a hacerlo, tomar eso supondría acabar con esa pequeña reserva que le había traído su hermano.

- Estoy bien, ya te lo he dicho.

- No te creo; por una vez no me discutas, hazme caso. Te han drenado de alguna manera, necesitas de cualquier oportunidad que te fortalezca.

Miro a su hermano con rabia, ni siquiera la estaba mirando para decirle aquello, tan sólo miraba hacia el castillo; sentía ganas de pelear con él, de discutir. Sabía que su hermano tenía razón y la molestaba, aunque no sabía que era lo que le molestaba más.

- Vámonos, ¿no decías que teníamos prisa?

- Podría ser peligroso; termínate eso y nos marcharemos.

Se comió la ambrosía y se bebió el néctar, no sintiendo mucha mejor después de eso. La miró fijamente, tal y como había hecho durante la cena con esos dos semidioses; recordaba la silenciosa conversación que habían tenido sobre su hija, conversación que había hecho que depositase su confianza en él, pero su hermano era un cabezota, en realidad ambos lo eran.

- Deméter, no puedes hacer otro viaje por tu cuenta – La miró al fin, una mirada tajante, no dispuesta a admitir una réplica.

- Si puedo, estoy perfectamente.

- Puede que lo estés, o que creas estarlo; pero ambos sabemos lo que es lo mejor.

- Hades...

- Mira, sé que podrías llegar por tu cuenta al olimpo; posees la cabezonería y orgullo necesarios para eso. Pero no puedes preveer nada... ¿Y si al llegar te pasa lo que te acaba de ocurrir?

- No vas a dejarlo estar, ¿no?

- Ya me conoces.

- Con una condición; nunca lo mencionaras no me lo echaras en cara.

- Lo juro, por el estigio.

- ¿Un juramento solemne, hermanito?

- Siempre hay que pedirlos – Desvió al fin la mirada del castillo hacia ella.

Se fijó en que su hermano le tendía la mano, caminó hacia él cogiéndosela y acercándose lo máximo posible, mirándola a los ojos, estaba lista. Notó como la sujetaba con firmeza, envolviéndola con las sombras, podía notar el poder de su hermano rodeándola, tal cual lo haría su propio poder para viajar; y ahora depositaba su confianza en el viaje de sombras de su hermano. Cerró los ojos, mientras sentía el tirón propio del viaje, segundos después se detuvo, abrió los ojos, estaban en el olimpo, en el salón del trono, se soltó de su hermano. El salón del trono era un lugar hermoso, con una cúpula abierta al universo en la que podían verse las estrellas, constelaciones y planetas... Era un lugar construido con mármol blanco y decorado con oro y plata; con los distintos tronos dispuestos en forma de "U".

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