Capítulo 3

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Obviando el dolor de cabeza que sentía por la fiesta de ayer y, teniendo en cuenta que me he levantado demasiado temprano, creo que el día no pintaba demasiado bien. Sin embargo, estaba siendo muy productivo. De momento, ya había tachado casi todas las tareas pendientes de mi libreta. Lo único que me faltaba era ir al Campus y allí era donde me dirigía en ese momento.

El lugar era precioso, enorme y no me quería imaginar la de personas que estudiaban aquí. Tenía unos jardines en los que se notaba el buen trabajo de los jardineros, además había muchos bancos para sentarse y algunas pequeñas fuentes que hacían este lugar mucho más idílico. El Campus contaba también con una cafetería que casi parecía un restaurate y con varias facultades con edificios cuyos estilos estaban bien diferenciados, pero la mía era la más bonita.

Sin embargo, todo lo bonito que estaba viendo se estropeó cuando vi justo enfrente a Louis hablando acaloradamente con otra chica. Intenté pasar desapercibida, pero no pude evitar fijarme más de la cuenta en su conversación y quizás, esa fue la razón por la que el chico borde me descubrió. De un momento a otro, vi como la rubia estampaba su mano derecha sobre la mejilla de Louis y lo dejaba allí, totalmente solo, aunque él no la miraba a ella, sino a mí.

- ¿No te han dicho que es de mala educación escuchar conversaciones ajenas? - preguntó malhumorado.

- Para el carro vaquero - dije mientras una pizca de gracia aparecía en mi cara - Solo pasaba por aquí y te he visto.

- Ya... claro - respondió cruzándose de brazos - Me has seguido.

- ¿Que yo qué?

- ¿Qué pasa? ¿Anoche te quedaste con ganas de más?

- ¿Sabés qué? Has acertado, lo reconozco - contesté movimiento los brazos en señal de derrota - Anoche me quedaron un par de insultos más por dedicarte.

- ¿Solo insultos?

- A decir verdad... también me quedé con las ganas de estamparte el puño en la cara.

- Reconócelo, Alice. Detrás de esa faceta de niña buena que intenta hacerse la dura ante un tipo como yo, hay una mujer deseando pasar un buen rato a mi lado.

- Ni por todo el oro del mundo pasaría una noche contigo.

- A mí tampoco me gustaría pasar una noche contigo. No eres el tipo de chicas que me gustan.

- Creo que esa es la mejor noticia que podría haber recibido hoy.

- Deja de fingir, Alice.

- No eres el ombligo del mundo, ¿lo sabes, verdad?

- Me conformo con ser el ombligo de muchas tías.

- Pues de esa, precisamente, no creo que lo fueras. ¿Qué ha pasado? ¿Se ha dado cuenta que eres un niño pequeño tanto por fuera como por dentro?

- Deja de decir tonterías, ¿quieres?

Louis comenzó a alejarse de mí, pero hoy tenía ganas de chincharlo, así que, allá iba. Total, si ha engañado a la chica con la otra rubia de anoche, bien merecido se tenía el golpe.

- ¿Sabes? Tengo una ligera idea de cómo son los tíos como tú y la verdad, no me gustan ni un pelo.

- ¿Cómo? ¿Guapos, atractivos e irresistibles?

- Infieles, mentirosos y engreídos, diría yo.

El chico de los tatuajes se paró y se volvió hacia mí. Por su cara, podía adivinar que solo había acertado en el último adjetivo, ya que él no se veía un tipo con el que pudieses llevar una relación seria y para mí, el concepto de infidelidad iba ligado al de relación. Inmediatamente, me di cuenta que estaba haciendo una breve descripción de alguien que no quería recordar y que, este chico, por muy idiota que fuese, no tenía que pagar los fallos de otro.

Los polos opuestos se atraenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora