Capítulo 38

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Sé que todas las personas tenemos un pasado y que no podemos cambiarlo, aunque eso no significa que ciertos aspectos no nos gusten. Pues bien, eso era lo que me estaba pasando a mí en este preciso momento. Como todos sabéis, Louis era un mujeriego, de los buenos, de los que te das cuenta que lo son incluso a kilómetros de distancia. Pero no podía ni quería alejarme de él, incluso sabiendo lo mal que podría acabar si seguía con esta extraña relación.

Me negaba a pensar que él estuviese jugando conmigo, que solo era un pasatiempo más del que se aburriría más pronto que tarde. Él me había dicho que me quería, pero claro... Philip también me lo dijo y mira cómo acabó. Pero ahora la historia era bien diferente. El chico de los tatuajes había sido sincero conmigo desde el primer momento en el que hablamos, es decir, en la fiesta de inauguración en la que él se burló de mí por tomar Malibú y por ser demasiado bajita, por lo que podía decir que conocía a Louis más de lo que nunca llegué a conocer a Philip. Estaba claro que ellos no eran la misma persona, uno francés y otro inglés, uno mentiroso y otro más sincero de lo que me gustaría, uno infiel y otro gilipollas... ni siquiera se parecían en la personalidad y muchísimo menos en el físico. Lo único que tenían en común, eran sus sentimientos hacia mí.

Y por eso mismo me costaba creer que alguien como Louis se hubiera fijado en mí, sobre todo porque nunca me había teñido el pelo, nunca me había operado los pechos ni ninguna otra parte de mi cuerpo, no tenía tatuajes, me costaba la vida hacer ejercicio, no tenía un cuerpo escultural y me encantaba la comida basura. Por tanto, yo era todo lo contrario a sus conquistas con las que he tenido la mala suerte de coincidir. Entonces, ¿qué es lo que Louis había visto en mí? ¿Por qué "estaba conmigo" y no con cualquiera de esas chicas?

Escuchar las palabras de Tiffany y su compañera me habían hecho replantearme muchísimas cosas, pero lo único que saqué en claro fueron dos cosas. La primera, estaba terriblemente celosa al saber que esas dos, como muchas otras, habían estado con el chico de los tatuajes, con Louis, con la persona me vuelve loca. Y la segunda, no podría soportar verlo con otra persona en el futuro que no fuese yo. El simple hecho de imaginarlo hacía que se me revolviesen las tripas. Aunque suene un poco egoísta, así es cómo lo sentía.

Y por esa razón necesitaba saber a qué me atenía si seguía dentro de este círculo vicioso cuyos protagonistas éramos nosotros dos, los celos al imaginarlo con otra persona y el miedo que sentía por perderle.

Mi ánimo había decaído considerablemente, pero el chico de los tatuajes y la chica del pelo morado se encargaron de eliminar los últimos resquicios de simpatía que quedaban dentro de mí. Allí estaban, en el comedor, sentados juntos y charlando animadamente. 

¿Cómo es que la chica había conseguido bajar antes que yo, si yo salí antes que ella de su habitación? ¿Qué era lo que tenían que hablar si ya habían estado juntos antes? ¿Por qué Louis estaba comiendo con ella y no con nuestros amigos? ¿Y por qué ella estaba tan bien vestida y yo no?

- ¡Al fin bajas! - exclamó Cléa.

Pero yo no le respondí. Ni siquiera la miré. No podía desviar la mirada de ellos dos. La sangre me hervía y estaba segura que, si pudiera, estaría echando humo por las orejas. Mis amigos se dieron cuenta de lo que estaba pasando, sobre todo Doris, e intentaron sin éxito que me sentase con ellos y me "olvidase" de Louis por un momento. Sin embargo, ni siquiera llegué a sentarme.

Por mi cabeza pasaron múltiples posibilidades: plantarle a Louis un besazo de película y dejarle claro a todo el mundo que era mío, montar una escenita de celos para demostrarle a Tiffany que yo no era una mosquita muerta como decía su amiga o sentarme con mis amigos y hacer como si nada hubiera pasado... pero finalmente decidí marcharme por el mismo camino por el que había venido. No sé por qué, pero el simple hecho de verlo hablando con esa chica sabiendo que se habían acostado me hacía sentirme terriblemente insegura y no debería, pero no podía evitarlo. Maldito Louis...

Los polos opuestos se atraenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora