Capítulo 17

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Los rayos del sol que entraban por el pequeño tragaluz de la enfermería hicieron que lentamente abriese mis ojos. El pequeño cuarto azul y blanco en el que me encontraba se veía tenue y silencioso.

Los recuerdos de la noche de ayer inundaron mi mente y, al recordarlos, sentí un breve pero intenso escalofrío. Por ello, moví mi cuerpo para estirarme un poco y me fijé en el reloj que estaba colgado justo enfrente mía: las ocho y media de la mañana.

El sonidito provocado por las teclas de un móvil hizo que girara mi cabeza hacia el lado izquierdo de la camilla y me sorprendí al encontrar a Louis sentado en la silla de al lado, con su ropa de color oscuro mirando muy concentrado su móvil, tanto que no se había dado cuenta de que había despertado.

- Hola - sonreí.

- Hola - contestó con una voz demasiado ronca, quizás como señal de que acababa de despertarse.

- ¿Qué haces aquí? Las clases acaban de empezar - pregunté sin que mi sonrisa desapareciera.

- ¿Cómo estás? - me preguntó ignorándome.

- Mejor.

Louis asintió y volvió a mirar su móvil. Mis ojos recorrieron su cuerpo y me di cuenta que la silla era demasiado pequeña para un cuerpo tan grande, por lo que la postura se veía demasiado incómoda. La vista me encantaba, pero cuando llegué a sus manos me di cuenta sus nudillos estaban rojos y llenos de pequeños cortes.

- ¿Qué te ha pasado? - no respondió y ni siquiera me miró - ¿Qué le has hecho a Matt? - pregunté presa del pánico.

Esta vez Louis levantó la cabeza y me miró fijamente, aunque su mirada mostraba una furia y un enfado que consiguió sobrecogerme el alma.

- Nada, pero me hubiese encantado - respondió con odio - le prometí a mi hermanastra que no tocaría ni un solo pelo a ese desgraciado, pero para la próxima vez...

- No habrá próxima vez, Louis... - dije en un tono tranquilo.

- Eso tú no lo sabes.

- Créeme que sí lo sé - contesté haciendo que él levantase una de sus cejas - ¿Cómo te has hecho eso?

- Con algo tenía que descargar mi rabia, ¿no? - dijo mostrando poca importancia al asunto.

En un acto reflejo me senté en la camilla frente a él y sostuve sus manos con las mías. Louis tembló ligeramente cuando sintió mi contacto. Me imaginé lo peor...

- Golpeé la pared imaginándome su cara - añadió.

Rápidamente me levanté y abrí un pequeño armario de puertas de cristal. De allí saqué un bote de agua oxigenada y bastante algodón, y luego volví a sentarme.

- Alice, no tienes porqué...

- Calla - le ordené y cogí sus manos de nuevo.

Con cuidado derramé un poco de agua oxigenada en el algodón y comencé a pasarlo por sus nudillos.

- Lo siento - dije al ver que Louis comenzaba a quejarse.

Poco a poco fui curándolo mientras sentía como su intimidante mirada azulada estaba pendiente de todos y cada uno de mis movimientos.

- ¿Podrías dejar de hacer eso? - preguntó un tanto desesperado.

- ¿El qué? - dije sin dejar de mirar hacia sus manos.

- Esos gestos con la cara - dejé un momento lo que estaba haciendo y le miré - sacas lo peor de mí, Alice.

Mis mejillas comenzaron a arder y me puse nerviosa.

Los polos opuestos se atraenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora