Capítulo 51

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Louis

Cada dieciocho de diciembre empezaba de la misma manera: me levantaba de mal humor, apagaba mi teléfono móvil, me refugiaba en mi habitación e iba a alguna absurda fiesta de cumpleaños que mi madre, seguramente, me habría preparado.

Sin embargo, este año me había levantado con la idea de cambiar aquello de refugiarme en mi habitación por hacerlo en los brazos de mi niña mimada. Un plan que, a priori, resultaba ser bastante sencillo. Solo tenía que buscarla en su habitación y convencerla de no salir de esas cuatro paredes para disfrutar de nuestros cuerpos casi como si fueran uno.

Así que, después de darme una buena ducha y de dejarle en claro a Martin y a cualquier tipo que se me cruzaba que no quería que nadie me molestase, me encaminé a buscarla. Pero claro, cuando llegué a su habitación, la única persona que me recibió fue una Cléa somnolienta.

- ¿Dónde está Alice?

- Buenos días para ti también - me contestó ella.

- No estoy de humor, Cléa.

- ¡Qué novedad! - dijo ella haciendo una mueca con su cara.

- Tu sentido del humor deja mucho que desear, ¿lo sabías?

- Habló el tío más antipático de toda la residencia.

- Gracias. Y ahora, retomando la primera pregunta, ¿dónde está Alice?

- Tu enamorada no está aquí. Salió temprano y no tengo ni la menor idea de dónde está. Pero vamos, no se ha llevado su bolso y tampoco su móvil, así que no tardará en volver.

- La esperaré aquí - le dije al mismo tiempo que me sentaba en la cama, aún deshecha, de Alice.

- ¡Claro! Siéntete como en tu casa. A fin de cuentas, pasas más tiempo aquí que en tu propia habitación.

- ¿Sabes? Tienes toda la razón - respondí cruzandome de brazos - Quizás el año que viene deberíamos hacer un cambio. Tú duermes con Martin y yo me quedo aquí.

- Ni en tus mejores sueños - contestó ella colocándose una pequeña mochila sobre su espalda - Te dejo solo, no hurgues en nuestros cajones y ten cuidado con lo que le haces a mi amiga.

- Me ofendes, Cléa.

- Sí, ya... - dijo abriendo la puerta de su habitación - Por cierto, feliz cumpleaños - añadió dedicándome una sonrisa.

Después de una mirada seria, Cléa se fue y yo me quedé esperando a mi preciosa niña mimada durante, al menos, veinte minutos. Ese tiempo lo aproveché para idear la manera en la que la podría abordar cuando la viese entrar por la puerta, sin embargo, mis pensamientos se vieron interrumpidos al ver que su móvil comenzaba a sonar.

Un número que no conocía y cuyo prefijo no era inglés la había llamado en dos ocasiones en lo que llevábamos de mañana y eso que solo eran las ocho y cuarto. Me debatí entre descolgar o no y, cuando me decante por la primera opción, mi chica apareció en la habitación, haciéndome olvidar aquel desconocido número y su maldita insistencia.

- ¡Louis! ¿Qué haces aquí? - me preguntó dejando unas bolsas de plástico a los pies del escritorio.

No sabía cómo lo hacía, pero Alice siempre lucía increíble, incluso a esta hora de la mañana. Ella era tan natural y sencilla que, a veces, me sorprendía a mí mismo de lo muchísimo que me hacía sentir esta chica.

Al contrario de lo que solía buscar en una mujer, lo primero que hacía cuando la veía era mirar sus preciosos ojos verdes. Los mismos que emitían algún extraño brillo cada vez que me miraban. Solo a mí.

Los polos opuestos se atraenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora