Louis
La puerta de salida del Campus estaba abarrotada. Eran demasiados los estudiantes que salían de sus clases para comenzar el fin de semana por todo lo alto. Sin embargo, lo que yo iba a hacer distaba mucho de ese tipo de fin de semana, aunque se le parecía bastante: ir a la fiesta "sorpresa" de mi cumpleaños, estar con Alice y aprovechar para estar dentro de ella el máximo tiempo posible.
- ¡Louis! - gritó Alice desde el otro lado de la acera.
Su sonrisa era simplemente deslumbrante y yo no pude evitar corresponderle. La verdad, hacía tiempo que no me sentía así de bien. Era una sensación extrañamente placentera y de la que no quería deshacerme nunca.
Ella, al ver que no me movía de mi sitio, comenzó a correr en mi dirección. Estaba deseando envolverla entre mis brazos, como si se tratase de una de esas películas románticas que a ella le encantan. Pero, antes de que pudiese reaccionar, un coche se cruzó en su camino, desplazándola varios metros hacia adelante.
Una conocida y fuerte opresión se instauró en mi pecho y no dudé ni un solo segundo en correr a su encuentro. En ese entonces, ya no había coche ni universitarios saliendo del Campus. Solo estábamos ella y yo.
Alice estaba tirada en el suelo rodeada de un charco de sangre bastante grande. No se movía, aunque aún era capaz de respirar y pestañear.
- Lo-Louis - dijo cuando me agaché y me coloqué a su lado.
- Shhh, tranquila - contesté intentando averiguar de dónde salía la sangre - van a venir a ayudarte - añadí tanteando los bolsillos de mi pantalón con la mano derecha en busca de mi teléfono.
- Perdóname - dijo mientras sus ojos se cerraban muy lentamente - No te enfades.
- Solo no cierres los ojos y quédate conmigo. No me dejes solo - respondí sintiendo cómo las lágrimas me nublaban la vista - Tenemos que ir a celebrar mi cumpleaños, ¿recuerdas?
- Te quiero, Louis. Te quiero más que a nada en el mundo.
La mano izquierda de Alice, esa que me había estado agarrando, dejó de hacer fuerza en mi brazo. Dejé de sentir que su pecho bajaba y subía y, además, sus ojos se cerraron completamente.
- ¡Alice! - grité, pero ella no me respondió - No puedes abandonarme. Me juraste que no ibas a hacerlo - añadí zarandeándola.
- ¡Louis!
- No me dejes solo. Eres lo único que tengo.
- ¡Louis! ¡Louis!
Al abrir los ojos, me encontré con el rostro preocupado y lleno de miedo de mi niña mimada. No sé en qué momento pasó, pero ella estaba encima mía, con sus piernas a cada lado de mi cuerpo y sus manos acunando mis mejillas. Inmediatamente me incorporé, procurando que ella siguiera en la misma postura que había adoptado anteriormente y la inspeccioné. No había ni rastro de sangre y tampoco ninguna herida. Ella estaba bien y estaba conmigo, en su habitación. Aún seguíamos en su cama, desnudos después de la perfecta mañana de sexo que habíamos compartido.
Al percatarme de que lo que había pasado no había sido otra cosa más que el fruto de una terrible pesadilla, la estreché entre mis brazos y la abracé con fuerza, impregnándome de su maravilloso olor. Ella me correspondió al abrazo de la misma manera, en un intento por, quizás, demostrarme que todo iba bien.
- ¿Qué pasa? - preguntó ella sin salir de mi regazo - ¿Estás bien?
Su tono de voz me demostraba, una vez más, que se preocupaba por mí. Pero yo no podía hablar, solo quería sentirla, olerla, besarla, abrazarla. Y eso hice.
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Los polos opuestos se atraen
Ficção AdolescenteSegunda temporada de "Te conocí en París". Alice comienza una nueva vida lejos de Francia y del que pensó que era el gran amor de su vida. Tras trasladarse a su nueva residencia, lucha cada día por superar el engaño de Philip, aunque esta tarea será...