Después de varias semanas de reclutamiento en mi habitación y de estudio intensivo, podía afirmar que los exámenes finales me habían ido de maravilla, o al menos eso era lo que yo pensaba.
Estaba emocionada en todos los sentidos de la palabra. Y eran múltiples las razones por las que me encontraba así.
Os cuento.
En primer lugar, solo quedaban dos semanas para la boda de mis padres y ni que decir tiene que estaba hiper mega ultra nerviosa. Aún tenía que comprarme el vestido, pero verdaderamente no era algo que me preocupase. Doris y yo habíamos quedado la semana que viene para ir de compras, así que de ahí saldría mi espectacular y perfecto atuendo para la ocasión.
Por otro lado, mi trabajo en el estudio de Megan me estaba ayudando a aprender muchas más cosas de las que me habría imaginado. Mis compañeros eran unos verdaderos genios y mi jefa no me daba ningún tipo de privilegio por ser amiga de su única hija, así que estaba muy contenta. Pero la parte que más me gustaba, sin duda alguna, era cuando salía de aquel lujoso y enorme edificio y el chico de los tatuajes me esperaba fuera con su precioso Audi.
Y por último, pero no menos importante, Louis y yo habíamos comenzado una especie de trueque beneficioso para ambos. Por una parte, yo le enseñaba francés y él, a cambio, me enseñaba a conducir. Aunque claro, cuando me monté por primera vez al volante de su coche, creí que lo sacaría de quicio. Nada más lejos de la realidad.
Así que sí, Louis se estaba portando conmigo de maravilla. Parecía otra persona, un punto intermedio entre lo borde que era al principio cuando nos conocimos y lo amable y tierno que fue conmigo durante las vacaciones de Navidad, aunque tenía que admitir que a veces tenía sus altibajos.
Además, en más de una ocasión había desaparecido sin dejar rastro y, aunque mi naturaleza de cotilla y entrometida permanecía sobre el resto de rasgos de mi personalidad, no he querido preguntarle nada porque no es algo por lo que creo que debería preocuparme - aunque lo hiciera-.
En cambio, lo que sí me preocupaba era mi mejor amiga. No es que estuviera enferma ni nada por el estilo, pero creo que ella necesitaba un empujoncito para soltar toda la mierda que rondaba su cabeza desde que Tom la dejó.
Sé que Doris era y sigue siendo una persona fuerte y que ese gilipollas no iba a poder con ella, pero eso no quita que dejase de preocuparme. Así que, por una vez iba a ser yo la que la animase, ya que en el último año no podía recordar el número exacto de veces que la había utilizado como paño de lágrimas. Por eso había preparado un plan exclusivamente nuestro: ir de tapas por los bares de Manchester, tomar un batido helado, ir de compras a Trafford Centre y, quizás, ir a esquiar a Chill Factore.
Pero claro, a veces los planes sencillos eran los más difíciles de concretar y, aunque ya me sabía de memoria el contestador automático del teléfono de Doris, yo no paraba de insistir. Había ido a su habitación, al comedor de la residencia, a la biblioteca e incluso a su facultad y nada. Parecía que la tierra se hubiese tragado a mi mejor amiga.
- ¡Martin! - grité y corrí para ponerme a su lado.
- ¿Qué pasa?
- ¿Has visto a Doris? La estoy buscando desde hace un buen rato y no doy con ella.
- ¿Por qué la insistencia? ¿Ha pasado algo?
- No, nada. Solo necesito hablar con ella.
- Últimamente todos necesitáis hablar con todos, pero ninguno me decís qué es lo que pasa - respondió cruzándose de brazos.
- No sé a qué te refieres, pero si me ayudas a encontrar a Doris, te prometo que te ayudaré a resolver ese secretismo con tus amigos.
- Con nuestros amigos, querrás decir - me corrigió.
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Los polos opuestos se atraen
Teen FictionSegunda temporada de "Te conocí en París". Alice comienza una nueva vida lejos de Francia y del que pensó que era el gran amor de su vida. Tras trasladarse a su nueva residencia, lucha cada día por superar el engaño de Philip, aunque esta tarea será...