—Muévete imbécil, mi abuela maneja mejor que tú.
Que horror, pero esta soy yo un lunes por la mañana en esta ciudad donde lo peor aparte de levantarse a las seis de la mañana, es este tráfico infernal, y gente como este idiota que por estar hablando por teléfono mientras conduce no se fija en el cambio de luz en el semáforo, no es que lleve mucha prisa o que se me haya hecho tarde para llegar al trabajo, pero soy algo impaciente.
Está bien me han pillado, probablemente ya es algo tarde pero solo un poquito y aún hay tiempo para algo más.
Rumbo a la empresa hay una cafetería donde varias veces a la semana suelo venir a comprar mi café, no es la gran cosa y tampoco el café lo preparan con agua de manantiales exclusivos, de hecho hay millones de éstos establecimientos en el mundo, pero me agrada y lo mejor de todo que está muy cerca de mi lugar de trabajo permitiendo que pueda llevar un desayuno express a la oficina. Y es aquí, dónde después de tomar dos lugares del estacionamiento entro al establecimiento, claro que me sé estacionar a la perfección pero a veces las prisas te hacen cometer locuras, además no hay muchos autos, nadie lo notará.
Al entrar de inmediato el aroma del lugar asedia mis fosas nasales obligando a cerrar los ojos y respirar profundamente, me encanta el olor y el sabor del café a cualquier hora del día, bueno después de que trabajas como esclavo en una oficina, cualquiera se hace adicto, el único defecto es que me pone algo ansiosa después de la tercera taza.
Observo el reloj en mi muñeca para luego mirar a las personas que hay adelante mientras golpeteo el piso con la punta de la zapatilla desesperada, ya se está haciendo más tarde, mi jefe me va a matar.
!Hag maldición! este es un momento de mucha tensión, tener que decidir entre mi trabajo y mi estómago que ruge como león cuándo mis ojos van al aparador de postres. Un segundo es suficiente para tomar una decisión prefiero saciar mi hambre, total no será la primera ni la última vez que me van a regañar por llegar tarde.
Después de unos minutos a llegado mi turno, soy atendida por Jung, un chico coreano que llegó a Estados Unidos por una beca universitaria, es admirable saber que tiene un trabajo nocturno más a parte de éste para poder solventar sus gastos y así ayudar a sus padres con sus estudios, él me contó su historia un día que me quedé a media tarde para terminar un reporte de la oficina, me cayó bien es muy carismático.
—¿Lo mismo de siempre Jessi? —le doy la mejor de mis sonrisas como respuesta, ya sabe cual es el que siempre llevo, pero en esta ocasión lo sorprendo agregando a mi pedido un croissant y y un par de postres qué se ven tan antojables, no sería capaz de dejarlos ahí y que alguien más se los coma.
Me despido de Jung guiñando un ojo y mandando un beso imaginario, él sólo sonríe apenado negando con la cabeza, creo que eso lo pone nervioso, doy unos cuantos pasos de espaldas y cuando doy media vuelta.., ¡Zas! choco con un inmenso hombre, muy alto, quedando embelesada con lo guapo que es, cabello castaño, nariz recta, unos labios perfectos y carnosos, piel clara, tiene ese porte elegante de empresario ricachón, y en el que por cierto derrame casi todo el café en su fino traje, ¡Que horror!, quisiera que la tierra me tragara en estos momentos, me siento la más grandes de las idiotas.
¿Dios porque me pasan estas cosas a mí?, busca a otra persona con quien entretenerte.
Él ha quedado estático, segundos después reacciona bajando la cabeza un poco para observar el desastre que dejé en su ropa.
—Lo siento mucho, todo fue mi culpa por distraída —trastabillo cuándo hablo, dando una impresión aún mas idiota, segura que eso es lo que está pensando de mí. Trae puestas unas gafas obscuras y no puedo ver su expresión, pero por la manera de apretar los labios no esta feliz. Ahora saca un pañuelo de tela del interior de su saco e intenta limpiar el desastre que he provocado.
—En lugar de estar coqueteando con el personal, deberías fijarte por donde caminas "niña", me has arruinado mi traje. —Refunfuña cabreado.Pero que le pasa a este imbécil no es para que me hable en ese tono además le acabo de pedir una disculpa, ¿Qué eso no cuenta?, la ofendida ahora soy yo, éstoy consciente de mi estatura de hobbit en desarrollo pero no le da ningún derecho de llamarme niña. Mis quince centímetros de tacón me respaldan.
Y yo de babosa todavía pidiendo disculpas que se vaya al carajo, ¿Quién se cree?, el todo poderoso.
—Para su información no soy una niña y ya le pedí una disculpa por lo sucedido. —le contesto de mala gana y alzando la voz, este tipo me esta poniendo de mal humor.
—Como sea, ya, da igual —hace unos movimientos con una de sus manos restando importancia a mis palabras. Eso me enfurece y miren que yo tengo mucha paciencia y para romper mis estribos es complicado.
—Idiota, arrogante —sigo mi camino y lo empujo con mi hombro, antes de salir volteo y le muestro el dedo medio, dice algo que no logro escuchar, porque salgo enojada, sin café, solo con el pastel de chocolate que alcance a rescatar y claro, como alma que lleva el diablo...
Después del incidente, que me ha dejado colérica, trato de olvidarlo, total, el recordarlo no me devolverá mi café. Llego a la oficina literalmente corriendo, haciendo a un lado del escritorio los papeles menos importantes y prendo el ordenador para empezar mi trabajo, no dejaré que ese pequeño incidente ponga patas arriba mí día, hoy se respira una ambiente pacífico y tranquilo en la empresa y eso es lindo, cosa que no pasa muy seguido últimamente.Regla de oro nunca cantes victoria cantes de tiempo.
Creo que hablé muy pronto, apenas y comienzo accediendo a los archivos, cuando entra Clara mí secretaria interrumpiendo mis labores y como si mi día no pudiera ir peor, me dice que el jefe quiere verme en su oficina. Maldigo entre dientes dando un suspiro pesado.
Pero no me queda de otra más que ir.
La secretaria del Sr. Richard Brawn, mi jefe, no se encuentra en su cubículo así que decidí tocar la puerta.
—Adelante señorita Miller.Parece brujo no sé como diablos supo que era yo, acaso me estará vigilando, me da escalofríos, poniéndome la piel de gallina esto último, mejor sacudo mis ideas y entro a su oficina.
—Buenos días, su secretaria no estaba afuera por eso me atreví a tocar...
—Si, si, ya te esperaba —le da igual mí comentario, bueno al menos parece estar de buen humor. —Toma asiento por favor. —obedezco un tanto nerviosa.
Está tan concentrado en el computador, que no me ha mirado siquiera, ¿para que me habrá pedido que viniera?, tengo todo bajo control, eso parece.
Lo escuchó hablar mientras me acomodo en la silla.
—Respecto al contrato que conseguiste hace unos meses con la empresa automotriz... —dirige su mirada hacía mí, apoyando los codos en el escritorio y su barbilla en sus manos, yo me estoy comenzando a tensar espero que no quieran deshacer el contrato, me costó mucho trabajo convencerlos que firmarán con nosotros.
—Habrá una junta con el presidente y gerentes corporativos de la empresa que quieren adelantar el lanzamiento del nuevo auto, pero antes quieren supervisar que todo este bien respecto a la publicidad que se le dará previo al lanzamiento.
Al escucharlo mis músculos se relajaron. Solo es eso lo cuál no me parece nada complicado
—Esta todo listo no tiene por qué preocuparse —le digo mostrándome Segura, y él me responde con una sonrisa de orgullo.
—Irás tu sola, mañana te enviaré por correo la hora y el día de la reunión. —mis ojos se abren enormes y congelo la vista en él.
Trato de asimilar lo que acaba de decir es la primera vez que voy a ir yo sola, por lo general él es que da la cara por la empresa y yo lo acompañó como su asistente sentada en silencio, solo hablo si algo se llega a complicar. ¿Me estará bromeando?.
No, creó que no está bromeando, sin embargo no sé si sea algo bueno o malo para mí, quizás es otra de sus pruebas para comprobar mis aptitudes y sí no lo hago bien y me despide, ay no, qué feo sería si llega a pasarme eso.
Salgo de mis pensamientos cuando siento su mano en una de mis piernas, no sé en que momento se puso frente a mí, esta tan cerca que puedo sentir su respiración en mi rostro, bajo la mirada para ver su mano y luego vuelvo la mirada a sus ojos grises que sostienen una mirada pervertida que asusta.Él no es muy viejo tiene como 35 años y feo no es. Por chismes del edificio, que es obvio que llegaron a mis oídos sin que yo preguntará algo, sé que se divorció hace tres años, y desde que entre a trabajar insiste en que acepte una cita con él, pero no es mi tipo de hombre y por si fuera poco es mi jefe y no me gusta mezclar lo personal con el trabajo.
Que vaya a hacerla de Romeo a otro lado, conmigo no.
Sin mucho pensarlo quito su mano de mi pierna, me levanto furiosa de la silla para salir lo antes posible de su oficina, no sin antes golpear su lindo rostro con mi mano, no me detuve en lo mínimo para ver su reacción después del golpe, pero lo más seguro es que quedó hecho una fiera, al menos eso le servirá de lección porqué la próxima vez que intente algo así le pateo las bolas.
Incómoda y con muchos pensamientos, ninguno bonito, regresó a mí oficina, no sin antes decirle a Clara, que no deje entrar a nadie a mí oficina sin antes avisarme, estoy muy enojada, pero también tengo miedo aunque no sé de qué.
Nunca antes Brawn había tenido un comportamiento así de atrevido conmigo, solo espero que en verdad no se vuelva a repetir, o tendré que pensar muy seriamente en mi renuncia, esto ya parece más un acoso.
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La Mejor De Las Coincidencias© [COMPLETA]
RomanceJessica Miller de 24 años, una joven linda, sencilla, divertida e independiente, en una situación poco agradable y algo vergonzosa conoce al multimillonario Vladimir Collins, un hombre maduro y antipático, que después de conocer a Jessica y a pesar...