Capitulo XXI La señora Colleman

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Luego del almuerzo y a pesar de las inclemencias climáticas que azotaban la zona de Pemberley impidiendo a todo visitante salir de paseo por los alrededores y despejarse al aire libre, Jane y Lizzy decoraban la mesa del salón principal para la cena. Además de la celebración de reyes, esa noche se anunciaría de manera formal el compromiso de Mary, que se casaría en Londres según todos tenían entendido en tan solo 72 horas y se comunicaría también el noviazgo de Georgiana Darcy, ellos se comprometerían en Londres los primeros días de la primavera de 1900, una vez que Sam estuviera al mando de la empresa de sus padres y hubiera resuelto sus temas comerciales y financieros. 

Tenían planeado casarse en Pemberley en agosto aprovechando la calidez del verano en la zona, pero aún no estaba decidido. En ocho meses mucho podía suceder entre esos dos románticos y apasionados jóvenes.

Todo debía estar dispuesto para que no hubiera sobresaltos, Lizzy sentía que su casa se había convertido en dos semanas en la oficina de compromisos del condado y se sentía responsable de que los eventos resultaran positivos a los ojos de los invitados, que las bodas fueran un éxito la excedía, pero al menos quería que en todos quedaran los más bellos recuerdos de sus compromisos y comienzos de noviazgos.

Ella no toleraría ser el comentario de los vecinos de la zona si algo andaba mal. Aunque era libre y locuaz le importaba lo que la gente hablaba desde que Darcy la había elegido por esposa.

Gertrudh Traynor que seguía como huésped en Pemberley, fiel a su carácter había ofrecido a ayudar a Lizzy con los arreglos y la decoración de la cena y había contratando un baúl de flores multicolores, para decorar el salón principal y la entrada a la mansión, aunque Lizzy prefería usar el blanco para la fecha no se había opuesto a la futura suegra de Georgiana, quería evitar cualquier entre dicho.

Los padres de William Colleman habían llegado por la mañana, el objetivo era conocer a la futura esposa de su hijo y tenían una sorpresa para los futuros esposos, que no demorarían en hacer que se conozca. La señora Colleman a buen ritmo caminaba acercándose al salón en donde Lizzy y Jane terminaban de cambiar las velas, haciendo que todo se viera impecable.

― ¡Pero si son estupendas para esta tarea!― dijo la mujer con entusiasmo, cuando ingresó al salón y vio la espectacular presentación de velas, flores y vajilla de excelente calidad dispuestas a todo lujo sobre la noble mesa de roble con al menos treinta lugares para ser ocupados por los invitados― todo Londres habla de las comodidades de Pemberley― continuó diciendo con aires Diana Colleman― ¡Al fin las conozco a ustedes también!, ¡las hermanas Bennet! Aunque se sabe que no han tenido la educación que uno esperaría, también se sabe que son sobresalientes, ingeniosas, bellas, inteligentes y astutas para conseguir maridos. Ya veo que el rumor es cierto, son bellas, muy jóvenes y tienen buen gusto. Todos estos atributos opacan la poca educación y la baja cuna, me alegra que mi hijo eligiera a una de ustedes y que sea ella quien finalmente disfrute del castillo de mi padre en Irlanda. Me imagino que lo saben, mi padre aunque no me reconoció, dejó bienes y un título para quien se casara conmigo. Lo mismo hizo para quien se casara con mis descendientes, a quien se case con mi hijo Will Colleman se le cederá el castillo de Malahide, por lo tanto su hermana Mary que es evidente que de tonta no tiene un solo pelo será la Sra. Colleman y poseerá un castillo, ¿lo creen? ― la Sra. Colleman que había hablado sin casi tomar aire para respirar, soltó una desagradable risotada generando en las hermanas Bennet un profundo disgusto.

Ambas luego de oír lo que había dicho la observaron en silencio, sin saber en verdad qué responder ante semejantes comentarios, decidieron hacer una reverencia y esbozaron una mueca de sonrisa, pero sentían gran incomodidad frente a ella.

Humildad y GratitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora