Capítulo XXVII Festejos

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Contra todo pronóstico la mañana del 31 de enero de 1900  amaneció despejada,  un sol esplendido iluminaba cada rincón de  Pemberley y aunque la nieve era prominente,  los arboles perennes con su verde oscuro y la montaña de fondo brindaban un paisaje ideal para el festejo.

Los sirvientes, comandados por el Sr. Jones y la Sra. Reynolds iban y venían sin detenerse,  todo debía estar terminado para el mediodía.

William y Elizabeth   luego de desayunar solos en su habitación bajarían directamente para ir a la Iglesia en donde se haría una misa en honor a Georgiana Darcy. De ella participaría el  pueblo entero y los vecinos de los alrededores, Georgiana,  era una niña  muy querida por todos en todo el territorio  por ser caritativa y amorosa con la comunidad en todo momento.

Habían conseguido que el párroco y el obispo del condado se acercaran a celebrar la ceremonia doble a domicilio a las doce del mediodía.

El salón en donde se celebraría la boda estaba inmaculado, adornado con  flores blancas y violetas por orden de Georgiana que era especialista en decoración. Unos platos cuadrados exóticos traidos especialmente para la ocasión. Se abriría luego del regreso de la iglesia ya que era una sorpresa para todos y la Sra. Reynolds tenía prohibido comentar a alguien sobre los colores y las elecciones de la decoración por lo que decidió cerrar las puertas de ingreso con llaves para evitar a los entremetidos .

A Pemberley habían llegado muchos invitados en sus carruajes,  se apostaban en los alrededores de los jardines, los invitados pasaban al salón principal y bebía te mientras se hacía la hora de trasladarse a la iglesia

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A Pemberley habían llegado muchos invitados en sus carruajes,  se apostaban en los alrededores de los jardines, los invitados pasaban al salón principal y bebía te mientras se hacía la hora de trasladarse a la iglesia. Algunos niños correteaban por el jardín cercano,  el sol había aparecido luego de casi un mes como un milagro, y aunque  no había eliminado la nieve,  ni el barro,  era una mañana atípica para la fecha y muy  cálida para ser  invierno.

Georgiana estaba ansiosa, quería que todo estuviera perfecto, gritaba por momentos alarmando a las demás mujeres que  la acompañaban para cambiarse.

Faltaba solo una hora para que  comenzara la ceremonia en la iglesia y a las dos novias  se las veía  entusiasmadas y  nerviosas.   Jane apareció tras escuchar algo de alboroto y les dijo:

― Es cierto que soy la menos indicada para dar consejos, sé que  nunca me ha quedado ese estilo, pero, de todas soy la primera en casarme, y ya que Lizzy no está disponible hoy quiero que sepan que todo será  peor si se ponen nerviosas.

Mary y Georgiana suspiraron con profundidad y se sentaron en el sillón más cercano que tenían  casi al mismo tiempo.  Aún no se colocaban  el vestido  para evitar mancharlo, ambas estaban en bata de dormir,  maquilladas  y decoradas, esperando el momento, mientras las doncellas  terminaban de  adornar sus peinados con diamantes y perlas.

― Se los digo porque lo pasé en la casa de los Bingley con las arpías de hermanas de Charles y no se los aconsejo. Aquí no ha pasado nada, se van a casar por amor, ninguna escapa de nada malo y no están apuradas,  por lo tanto tienen que estar tranquilas para poder disfrutarlo.

Humildad y GratitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora