Capítulo XXIX Kitty la niñera de Pemberley

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Una vez en la habitación la Sra. Reynolds se acercó, siempre se ocupaba de todo y aunque Lizzy no quería que ella la asistiera en su parto el destino la había puesto ahí, había que reconocer que era la que más sabía de estos temas en la mansión y había asistido siempre a las mujeres de la casa, tanto a las ricas como a las pobres.

―Voy a ponerle las compresas de agua intercalando frio y calor, usted me dirá qué es lo que soporta mejor.

―Gracias―dijo Lizzy algo asustada.

―No se asuste que es vida lo que viene, la hará feliz a usted y muchos por aquí, no debería temer, valor es lo que tiene que tener y eso a usted le sobra señora.

― William no está, ni el doctor Sra. Reynolds, tengo miedo ― dijo Lizzy susurrando.

―El Dr. está en camino y William es mucho mejor que no esté, ojala que llegué justo cuando el niño este nacido. ¿Usted quiere niño o niña? ― preguntó la ama de llaves para distraer a Elizabeth consiguiéndolo.

―Niño― dijo Lizzy sin pensar.

―Me imaginaba, pero si es niña será bendecida también señora.

―Es por William que quiero niño, él quiere un niño y por mi padre también, como soy su preferida y este es el primer nieto me gustaría que sea niño. ―dijo Lizzy ilusionada.

― ¿Pensó en los nombres?

― William, si es varón.

― Claro, que tonta, creer que van a cambiar el nombre del Sr. de todas las familias Darcy sería un milagro, creo que todos se llaman William desde hace tres siglos en esta casa, que aburrido es todo por aquí.

―Yo no quiero contradecirlo Sra. Reynolds, pero me gustaría que se llame Alberto como el esposo de la reina Victoria, o Arturo como su hijo preferido, pero no me impondré, mi pasión por los reales actuales es porque él la amó tanto, y tuvieron una historia tan hermosa y tantos hijos, aunque algunos digan lo contrario de ellos yo pienso así. Él la amaba y ella a él mucho más.

―Póngale el nombre que quiera Sra. Elizabeth, William no sabe decirle que no a usted, y no se opondrá a nada, tiene que cambiar un poco la monotonía de está casa.

―Es cierto, cuando llegue le diré.―dijo Lizzy convencida.

― ¿Y si es niña?―dijo la Sra. Reynolds viendo que Lizzy comenzaba a jadear y arrugar su rostro de dolor.

―Victoria, como la reina Sra. Reynolds por supuesto, esa historia de amor me ha inspirado toda la vida y tuve la oportunidad de conocerla la única vez que mi padre con tan solo 4 años me llevó a Londres y jamás voy a olvidar que ella me hizo una sonrisa, mientras se trasladaba en su carruaje por la zona del palacio de Buckingham.―dijo Lizzy con un hilo de voz hasta que al fin la contradicción la dejó rerminar de hablar en paz.

―Bueno, el que venga tendrá el nombre de los reyes de Inglaterra y nadie se puede negar a semejante honor, respire profundo y suelte, cuando el dolor la apuñala esa es la manera, no lo evite, ni se contenga en gritar, parece que este parto va a ser rápido―dijo la Sra. Reynolds tocándole a Lizzy la barriga endurecida por una contracción que la derrumbaba y la hacía perder la conciencia. Mientras seguía cambiándole las toallas mojadas para refrescarla.

Mary y Jane ayudaban en lo que ella le pedía y durante dos horas estuvieron así. Entre nombres y suspiros.

Kitty y Georgiana esperaban en el pasillo, con nervios espiaban de vez en cuando si los gritos eran fuertes y si no permanecían con Sam rezando porque Darcy y el doctor aparezcan.

Humildad y GratitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora