Los sirvientes de la mansión Darcy estaban sorprendidos, pasaban de las diez de la mañana del día siguiente al bautismo y el silencio en los corredores era ensordecedor, evidentemente los invitados estaban exhaustos por los festejos y habían decidido descansar. Lizzy, sorprendida como ellos, comentaba en un tono bajo, pero alterado a la Sra. Reynolds algo que podría ser traducido en que había llegado a su limite de tolerancia, que el caudal de invitados en su casa era demasiado y dejaba entrever que no disfrutaba para nada de los invitados, había dicho también que rogaba que la bendición del matrimonio de Georgiana sucediera rápido para que cada uno, incluyendo a sus familiares directos, se destinaran a su domicilio particular y la dejaran encontrar algo de paz. Reclamaba no haber tenido por meses intimidad junto a su esposo y sus hijos, que encima de todo para su entender habían sido objeto de las miradas de cientos de personas que ella ni siquiera conocía. Ante estos reclamos la Sra. Reynolds, atemorizada por lo que pudiera pasar si el Sr. Darcy la escuchara con esa actitud para con el evento del casamiento de su única hermana, le había contestado...
― Sra. Elizabeth, no quiero importunarla con mi comentario, pero prefiero ser yo quien se lo diga, quiero que sepa que a mi Sr. le agrada ver la casa llena de gente como supo estar en el pasado, no creo que sea prudente que usted le comente esto que siente hoy que considero debe ser por el agobio. De cualquier modo y para su tranquilidad, sepa que los invitados se irán Sra. Elizabeth, como es común y habitual, así podrá usted recobrar la tranquilidad que tanto anhela y sentirse contenta de haber quedado como una excelente anfitriona y no como una criticona con pésimo sentido de la ubicación y de la cortesía. Hasta podrían decir que es una antisocial, piénselo mi querida. Es solo un consejo, espero que no se lo tome a mal como ha sabido hacer en otras oportunidades, conozco a William Darcy desde que nació, sé que eso es lo que él espera de usted. De todos modos somos nosotros en definitiva quienes nos encargamos del trabajo pesado y sin pretextos para la atención de los presentes.
Lizzy la había escuchado con atención y se había quedado sin palabras, algo de dolor corrió por su pecho, una extraña sensación de incomodidad y de agradecimiento a la vez. La exasperaba que la Sra. Reynolds tuviera razón, pensaba en la contundencia del mensaje que le habían dado esas palabras y por primera vez sintió que ella era una buena aliada para su vida, era evidente que lo único que le importaba era el bienestar de los hermanos Darcy, sin segundas intenciones.
Era cierto que ella, William y los niños no sabían lo que era vivir solos, ya que desde la navidad del año anterior no dejaban de suceder acontecimientos que ameritaban festejos y el recibimiento de huéspedes, pero ella debía tener paciencia y recibir a los invitados de buena gana, con la consideración que correspondía a la bendición del casamiento de Georgiana para quienes no había podido asistir por la premura con la que se había realizado y por lo que eso significaba para su esposo. Se sintió egoísta, algo mala y se dio cuenta que era cierto lo que decía Reynolds, William se veía mejor y hasta le había prometido que se quedaría con ella todo el otoño. Tendrían tiempo de sobra para disfrutar de los mellizos hasta principios de diciembre, tiempo en que se instalarían todos en Londres hasta la próxima primavera.
― Sra. Reynolds me disculpo con usted y le agradezco su consejo, es cierto que a veces el cansancio nos hace decir cosas sin pensar que podrían herir y ser malinterpretadas por los que las escuchen. Tiene razón y cuente con mi entera disposición para lo que necesite. Se bendice a Georgiana y hay que festejar junto a todos los invitados, voy a preparar mi mejor vestido para pasar esta tarde con ellos. ― había dicho Lizzy después de mil reflexiones mentales dejando a la Sra. Reynolds conforme.
―Lo que más me gusta de usted Sra. Elizabeth es que sabe aprovechar los buenos consejos y me escucha. Cuando se dispone bien y feliz a lo que acontece es admirable, tiene la suerte de ser amada, elegida de mi Sr. ante muchas mujeres, la madre de dos preciosas personitas que no hacen otra cosa que alegrar estos días a todo el mundo. Disfrútelo y dejeme ayudarla que es para eso que estoy aquí. Y otra cosa, la Srta. Kitty parece descompuesta, la vi caminando sola por el patio de invierno con su cara un tanto hinchada, o algo le sentó mal o había llorado.― agregó la Sra Reynolds saliendo del tema central y continuó secando la cristalería para luego proceder a guardarla en la repisa de roble correspondiente.
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Humildad y Gratitud
Ficção HistóricaSecuela de Orgullo y prejuicio. Una versión sobre cómo continúa la vida de los pintorescos personajes creados por Jane Austen una vez que Jane y Elizabeth se casan. El centro de esta novela es el amor, ambientada en 1900 junto a los avances c...