Capitulo XXIII ¿Regalo de reyes?

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Jane y Elizabeth se miraron sorprendidas sabiendo que algo no andaba del todo bien al ver el gesto en las caras de Darcy, Sam y Colleman cuando ingresaron al salón. Pero, prefirieron no hacer comentarios, no podían dejar que la cena se viera perjudicada.

Se sirvió el primer plato sin sobresaltos, todos parecían a gusto. Luego el segundo, no parecía haber grandes manifestaciones los invitados parecían disfrutar de la comida y de la compañía, a Lizzy en verdad le sorprendía lo amalgamada que estaban las relaciones entre sus familiares y amigos.

La Sra. Colleman quedó sentada frente de Jane y en diagonal a Kitty, muy alejada de Lydia, que estaba pegada a Lady Catherine y a la Sra. Gardiner.

Los sitios habían sido planeados estratégicamente. Había personas designadas para controlar los desajustes de otras personas. Jane, Lizzy y la Sra. Gardiner tenían las mayores responsabilidades y el Sr. Bennet se veía compelido, por los extremos pedidos de sus hijas, a controlar a la Sra. Bennet. Ella disfrutaba tanto de la mansión Darcy que parecía haber olvidado sus ataques de nervios bajo ese techo, solo agradecía por el casamiento afortunado de su hija menos querida y por la fortuna bajo la que vivía desde la unión. La Sra. Bennet toda su vida había sido interesada y muy poco espiritual, no le importaba en lo más mínimo el amor, ni nada que se le parezca. Fuera como fueran las cosas sus hijas mayores se sentían satisfechas porque al menos eso la mantenía calmada.

La Sra. Reynolds tenía especificaciones precisas de avisar a Elizabeth sobre cualquier circunstancia fuera de lugar que pesquisara, así también estaba advertido el Sr. Jones. Mantener la calma y la comunión del hogar luego de dos semanas de convivencia era el objetivo fundamental.

William Colleman se veía algo distraído, Mary no podía dejar de notar su aspecto. Luego de cenar se acercó a él antes de que los hombres se retiraran al escritorio de Darcy para charlar y beber brandy y con una mano toco su hombro, William se sintió atormentado. Cómo haría él para contarle las novedades a su futura esposa, se preguntaba, y esa sola pregunta lo perturbaba.

― ¡Tienes algo que no quieres confiarme!― le dijo Mary algo ofuscada.

― Nada que podamos resolver ahora― dijo él tomando su mano, mirándola a los ojos y besándola de manera atrevida.

― ¿Podemos ir a la biblioteca a hablar de eso? ― dijo Mary sorprendiendo a William, en la biblioteca ellos guardaban su secreto más preciado, algo hizo que su cuerpo se estremezca y era en verdad algo que necesitaba, ir con ella a la biblioteca, besarla por unos momentos, quizás se animaría a contarle y si no pasarían un tiempo agradable.

Mientras todos se disponían a tomar el postre, algunos ya tomaban café, y otros se alejaban del salón para fumar y tomar brandy, ellos decidieron escabullirse de los ojos de los demás. Corrieron por el corredor, se mezclaron entre unas cortinas dejando pasar a la Sra. Reynolds y a dos sirvientes que comenzaban a retirar los platos y cuando no divisaron a nadie, subieron las escaleras con desenfado para esconderse en su más preciado espacio.

Colleman comenzó a explicar cómo podía a Mary sobre sus bienes en Irlanda y ella, que ya conocía las novedades lo tranquilizó diciendo:

― No debes preocuparte por cosas que no han sucedido. Nos casaremos y luego veremos en dónde viviremos. Me han ofrecido hospedarme en la casa de Georgiana Darcy en Londres, ella no tendría problemas de hospedarnos a los dos.

― No quiero esa vida para nosotros Mary, ¿no entiendes? ― dijo Colleman angustiado.

― Nadie quiere las cosas negativas que le pasan en la vida, pero para mí no puede ser negativo vivir en una mansión en pleno centro de Londres y estudiar en la universidad. ― Mary, con solo decir esas palabras se encendía.

―No es solo eso. Yo tengo un lugar, un prestigio entre los míos, como explicaré la conducta de mi madre.

―No se puede explicar todo William, yo lo he aprendido en el campo, en el medio de la nada, lejos de la gran ciudad, viendo vivir y crecer a mis hermanas presas de los nervios de mi madre que sus secuelas ha dejado. No puedes encargarte de responder por los caprichos de una Sra. mayor aunque sea tu madre ― Mary sorprendía a William con sus reflexiones y lo tranquilizaba.

Se acercó y tomó su mano mientras continuaba hablando:

― Lo más maravilloso que ha sucedido en mi vida es que me pidieras matrimonio, no tendremos la vida de lujos de Jane, ni de Elizabeth, pero yo podré estudiar y quizás hasta trabaje de mi profesión. No tengo más aspiraciones que esas por el momento.

―Lo dices cómo si fuera una tontería, las mujeres casi no estudian en este mundo de hombres, y si lo vemos de ese modo, seremos muy felices como agregados de los Darcy. ― Colleman se convencía a sí mismo, por el momento no encontraba otra salida y aún se sentía sedado con las gotas que había tomado.

― No debes entristecerte por esto. Iremos a Londres con mi familia y tus padres, me apena que no podamos quedarnos aquí, para que Lizzy esté con nosotros en nuestra boda, lo último que quiero es estar lejos de ella. Pero bueno así serán las cosas― dijo Mary convencida.

― Tengo una idea, hablaré con Darcy, nos casaremos en la Iglesia de Derbyshire o pediremos al sacerdote que nos case aquí. Dejaré de obedecer las estúpidas órdenes de mi madre. Si quiere ser una caprichosa se quedará sola ― dijo Colleman y se acercó a Mary abrazándola.

Mary sintió temor, ella estaba convertida en dos semanas en otra persona y él, de repente dejaba de ser el sujeto correcto y apagado que ella había conocido, para revelarse ante todo.

Sonrió, mientras Will la cubría con sus brazos, él era todo lo que ella necesitaba para vivir y no le importaba mucho en dónde vivirían, le sobraba, con el amor se tenían.

Mientras esto sucedía en la biblioteca, en el salón principal el baile había comenzado y las parejas iban y venían danzando y divirtiéndose.

La Sra. Colleman había notado la ausencia de su hijo y sin demorarse se había acercado a Elizabeth diciéndole:

― En verdad, confío en el decoro de tu hermana, no entiendo el motivo por el cual no encuentro a mi hijo en la fiesta.

― No sé por qué me viene con esos comentarios Sra. Colleman, no tengo a mi hermana escondida en mi falda y confío que si se encuentra con su hijo estará en buenas manos, lo ha criado usted, y es intimo amigo de mi esposo, todo nos da garantías ¿No le parece? ― respondió Elizabeth agotada y con algo de soberbia.

― Es cierto― dijo la Sra. Colleman impaciente aparte de ser una mujer insoportable y creerse inteligente, tenía el arte de la percepción y sabía que algo no andaba bien.

La Sra. Reynolds la observaba de lejos y ella creyó ver algo en sus ojos que podía ayudarla, se acercó con disimulo y le dijo en voz muy baja:

― Por casualidad Sra. Reynolds, ¿no ha visto usted a mi querido hijo?

― No lo he visto Sra. Colleman, pero cuando no está aquí, por lo general está en la biblioteca, él y Mary disfrutan de la lectura.

La Sra. Colleman se alarmó, salió sin avisar a nadie sobre sus pensamientos y subió la escalera como una poseída por el demonio. Cuando estuvo enfrente de la puerta de la biblioteca intentó abrirla sin llamar la atención para descubrir a su hijo y a Mary en algo turbio, pero Jane que la había visto salir del salón y la había seguido interrumpió su plan diciéndole con un tono de voz altivo, poco característico en ella:

― ¿Se recluye en la lectura como su hijo Sra. Colleman?, ya pensaba yo que él tenía que tener algo de usted y no lograba descubrir en qué se parecían.

― ¡Hay niña! Casi me matas del susto, estoy buscando a mi hijo, seguro lo encuentro aquí― gritó la Sra. Colleman, haciendo que Mary y Colleman la escuchen y se distancien tomando cada uno un libro entre sus manos y sentándose un tanto alejados.

Humildad y GratitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora