Humildad y Gratitud

Capítulo XVIII Apuestas y sorpresas

Manchester, Inglaterra 31 de diciembre de 1899

− ¿Cuál es tu problema Mathew?, −gritó Sophie intentando parar algo que era decididamente imposible de ser detenido − ¿no te parece suficiente haber perdido el ochenta por ciento de las acciones del negocio de tus padres? Debes dejarlo así, no sé cómo volverás a verles a la cara si lo pierdes todo.

Sophie no reconocía a su esposo, de eso hacía algún tiempo, estaba dispuesto a apostar todo para recuperar lo perdido una semana atrás, sin entender que se arriesgaba demasiado.

A esa altura de la noche ella sabía que no había manera de sacarlo de ese antro de perdición, en el estado en que se encontraba y con lo testarudo que era, un rasgo característico de la familia Traynor por lo que se podía notar, ella no tenía opción, era aceptarlo o dejarlo para siempre.

Sophie la esposa de Mathew Traynor era familiar de un reconocido ingeniero civil encargado de construir la primera línea férrea del mundo hacía más de medio siglo, su padre había heredado todos sus bienes al fallecer este hombre sin descendencia, y por supuesto le había sabido sacar provecho a la herencia recibida.

El día que su padre no estuviera ella sería la única heredera de la fortuna, ya que su único hermano había perdido la vida por una grave enfermedad antes de cumplir diez años.

La familia  se encontraba en una excelente posición económica, pero  la tragedia con la pérdida de ese niño los mantenía afligidos continuamente tanto a su madre como a su padre. Sophie intentaba colmarlos de emociones, pero aún no había logrado quedar embarazada y el panorama que le planteaban las malas costumbres de su esposo en el último tiempo la desesperaban.

Mathew Traynor hermano de Samuel, jamás había pensado en casarse, pero al conocerla se enamoró perdidamente. Sophie Stephenson era una hermosa y cauta joven, que en el último tiempo se había ocupado de cubrir los desastres de su marido con dinero, llegando al límite  y se ecnontraba tan agotada de eso,  como él, de  perdido.

Ella había intentado ocultar la adicción al alcohol, al tabaco y al juego de su marido, algo que lo enloquecía y lo hacía verse cada día menos deseable, aunque ella lo amara en contra de toda realidad. En la última navidad en que el Sr. Stephenson había determinado que ya no cubriría los gastos y las locuras de este hombre y de su hija, Mathew se encontró sin disponibilidad de dinero y había decidido jugarse las acciones de la empresa de su padre de la cual era por derecho único heredero. Sophie no sabía de esas intenciones y no había podido detenerlo.

Mientras lo observaba jugar en la ruleta, observaba como su marido había perdido todo signo de cortesía, decoro y moralidad, recordaba de repente el día en que lo había conocido, mientras lloraba a un costado del grupo de apostadores clandestinos luego de gritarle que se retire sin éxito en un bar de los suburbios de Manchester:

El recuerdo le permitió seguir a su lado, una suerte de sueño lúcido aparecía en los peores momentos,  que le permitía seguir sosteniendo lo insostenible, era una mañana de 1894,  hacía pocos meses la reina Victoria había  inaugurado el el canal marítimo de Manchester, eso había provocado que la ciudad se convirtiera en el puerto más concurrido del mundo, y desde ese momento la ciudad crecía exponencialmente.

En términos prácticos los bienes y las industrias del padre de Sophie habían crecido de manera extraordinaria y construiría una industria automotriz.

Sophie que hasta el momento no había conocido el amor y era lo único que le importaba realmente, había ido junto a su padre a recoger a los Señores Traynor que se encargarían de la construcción de su futura fábrica de autos caros. Al ver a Mathew había caído rendida, el corazón le latía aceleradamente en el mismo instante de haberlo visto por primera vez y eso no cambiaría jamás en los seis años que pasaron juntos.