Capítulo VIII Un desayuno esclarecedor

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Capítulo VIII             Un desayuno esclarecedor

Mientras todos disfrutaban del desayuno Georgiana sentía que no era capaz de sorber ni un simple trago de te inglés.

Intentaba concentrarse en respirar, derivaba su atención al desayuno, pero a cada instante su pensamiento se dirigía a recordar los momentos de pasión experimentados la noche anterior.

Sam no pasaba desapercibido de la situación, a él le sucedía lo mismo, y creía notar la incomodidad de su bella enamorada. No sabía qué hacer exactamente con semejante incomodidad y decidió escurrirse en el cuello de Georgiana y susurrarle al oído para que nadie pueda oírlo:

_No sé bien qué debería hacer en este momento, tendría que hablar con tu hermano, a la vez pienso que debería enviar una carta a mis padres para ponerlos al tanto de mis serias intensiones contigo. Créeme que tengo buenas intenciones Georgiana y lo que sucedió ayer tiene atrapados todos mis sentidos.

Ella sintió el corazón explotar cuando él pronunció su nombre, asintió con la cabeza y se sonrió sin decir una palabra, Lizzy y Jane notaron la situación e intercambiaron miradas de preocupación sin decir absolutamente nada. Sam acarició la mano de la joven, podía notarse el nerviosismo hasta en el aire.

William Darcy lo miró por unos instantes y si bien era notable la tensión no reparó ni por un segundo en que su hermana era quien ponía nervioso a Sam.

El desayuno terminó cerca de las once, las más jóvenes irían a caminar por el bosque, Jane y Lizzy a descansar y los hombres a pescar.

El coronel Fitzwilliam tomó la opción de caminar con las jóvenes, no tenía confianza en algunos senderos del lugar que conducían a caminos desconocidos y se avecinaba una gran tormenta.

Por el momento el clima era muy acogedor, pero habían anunciado una tormenta de agua nieve y frio que daría comienzo finalmente al invierno de 1899 en la campiña inglesa.

Las señoritas se abrigaron y salieron apuradas, antes de las diecisiete debían estar de regreso para arreglarse para la cena, llevaban emparedados y refrescos para hacer un impase y almorzar. Anne Darcy, Georgiana Darcy, Kitty Bennet, Mary Bennet y el coronel Fitzwilliam caminaban escapándose de la mirada de la Sra. Bennet que no había sido invitada y descansaría en su habitación.

Lady Catherine de Bourgh prefería desayunar en su cuarto y no se había enterado de la salida.

La Sra. Gardiner había llegado durante la madrugada, no estaba dispuesta a dar ningún paseo y había decidido junto a Charlotte Collins hacer budines y diferentes confituras mientras sus esposos salían de pesca. Las cocineras de la mansión eran excelentes, pero las confituras de la Sra. Gardiner eran conocidas en todo el condado. La Sra. Reynolds le había pedido especialmente un pastel de chocolate y William Darcy uno de manzana, para ella era un honor poder complacerlos.

Los caballeros no volverían hasta después de diecisiete a prepararse para la cena de navidad que estaba dispuesta a las diecinueve treinta.

Cada grupo salió por su lado. Sam añoraba ir tras Georgiana, pero aconsejado por su amigo Colleman tomó el camino de los caballeros y se destinó a la pesca, aunque esa actividad no fuera para nada de su agrado.

Mientras caminaban con el grupo muñidos de los artículos pertinentes repasaba en su mente una y otra vez los momentos más ardientes de la noche anterior, algo quemaba en su interior.

Nunca había sentido amor y pasión por una mujer, aunque había tenido sus aventuras pasionales en algunas fiestas de la universidad y en vacaciones en Paris con sus padres, esto era nuevo. Lo preocupaba, por un lado se sentía completamente atraído a la muchacha de manera carnal, pero por otro quería cuidarla como si ella fuera de cristal y cualquier cosa pudiera romperla.

Humildad y GratitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora