Humildad y Gratitud

Capítulo VI Sam Traynor, el elegido para la maldición de Pemberley

Mary y Kitty antes de acostarse decidieron conversar en la habitación de Georgiana que se comunicaba con la de ellas por una puerta secreta pequeña, imperceptible a la vista, a la que seguía un corredor completamente forrado en madera oscura y otra puerta que permitía entrar en la habitación. Era algo que un ancestro de Georgiana había hecho hacer para escapar, nunca nadie supo de qué o por qué. Georgiana contaba la historia y siempre se preguntaba sobre los secretos de Pemberley que eran muchos.

Kitty en su afán por hurgar en todos lados había descubierto la puerta y ella amante de prohibido se sentía feliz por quedarse despierta fuera de hora y sin que nadie lo supiera. No se escuchaban voces en la mansión, ni movimientos, todos dormían según sus cálculos.

_Parece que el interés del Sr. Traynor está declarado_ sonrió Kitty dirigiéndose a Georgiana que recostada sobre un de sus sillones se abrazaba a un almohadón.

_ ¿Lo crees? , no lo sé, lo he visto en otras oportunidades, es la primera vez que tengo la oportunidad de hablar con él, pero es posible que sea así de educado con todo el mundo. Me recuerda a mi hermano en sus modales, tan correcto y apropiado en todo momento.

_Se nota que le gustas, a ninguna persona le habló como a ti y tampoco intercambió mucho con los hombres, y te miraba... Me sorprendo tanto de los hombres, no pueden disimular cuando una mujer les gusta porque la miran de un modo que es imposible de explicar con palabras, pero no deja lugar a las dudas.

Kitty hablaba con desfachatez y sonrió haciendo un gesto que avivaba sus ojos, podía notarse que decía una cosa mientras pensaba muchas otras.

Mary las oía hablar sentada en una de las butacas forradas de terciopelo azul y prefería mantenerse en silencio, odiaba que su hermana fuera entrometida y odiaba cuando tenía esa actitud, le recordaba a Lydia y ese no era un buen recuerdo. Mary no sabía que decir cuando se hacían esa conjeturas, ella creía solo en la realidad objetiva y entonces si Sam no había dicho nada sobre eso por qué suponerlo, se decía a sí misma y permanecía en silencio.

Georgiana la miró y la notó muy pensativa, le preguntó:

_Tu ¿qué piensas Mary? ¿Por qué no dices nada? Me gustaría saber tu opinión.

_Creo que si le interesas pasará como a mis hermanas, pedirá tu mano y se casaran. No tiene motivos que le impidan acercarse_ dijo pensativa, sentía que Georgiana se casaría pronto, que Kitty conseguiría a alguien alocado como ella y se iría también y que nadie le pediría matrimonio a ella jamás, se entristeció.

_Quizás no quiera casarse tan joven, estamos en las puertas del nuevo siglo, por qué un hombre de 28 años querría correr a contraer matrimonio_ agregó Kitty sonriendo con menos desfachatez, adaptándose a la conversación.

_Es cierto _ dijo Georgiana poniéndose un triste_, es muy joven todavía, ¡nunca tengo suerte en el amor!_ la tragedia atormentaba a Georgiana luego de su infortunio con el Sr. Wickham ella había sufrido por esas falsas e interesadas promesas y aún se asfixiaba por el recuerdo.

_Tu eres joven, tienes 17 años como Kitty, qué me espera a mí con 21. No deberían pensar en eso. No es tan importante el casamiento, es algo impuesto por nuestra sociedad y nuestra época, deberías pensar en otras cosas, mujeres libres, sin ataduras a tan corta edad, puedes seguir tus estudios en Londres_ Mary se recuperó de sus pensamientos y decidió animar a las más jóvenes, la sinceridad era algo que la caracterizaba y podía notarse en su tono de voz y en su mirada que eso era verdaderamente lo que pensaba.