Capítulo XXXVII La última Bennet soltera

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―¡Coronel no me reprenda!, nunca he sido el centro de atención y quiero aprovechar que esta vez lo seré. Por eso que quiero que me compre los zapatos, no me gustaría ser quien lleve los zapatos más feos de toda la fiesta y siempre he tenido que usar los zapatos que ya no le quedaban a mis hermanas mayores ―dijo Kitty intentando persuadir al coronel a que pague treinta libras por unos tacones stiletto de color blanco que había traído Georgiana entre otras cosas para ayudarla con su ajuar de recién casada.

―No me trates de usted querida mía, solo creo que podemos usar ese dinero para cosas más importantes que para pagar zapatos caros de moda en Londres y que promociona Georgiana Darcy, pero haré la excepción si ese es tu deseo ― contestó el coronel con algo de preocupación.

―¡Ay Gracias!, con tu traje y tu altura quedaría muy despareja, Georgiana piensa en todos los detalles, no es una improvisada que solo piensa en la moda, Jane me ofreció prestarme unos zapatos parecidos y ella lo considero adecuado, pero yo quiero tener los míos, nuevos y propios por primera vez ―aclaró Kitty ilusionada.

―Podrías hacer honor a la tradición de llevar algo prestado a la boda y ponerte los zapatos que amablemente te ofrece Jane, ella no podrá usarlos hasta que recupere su peso querida mía ―bromeó el coronel intentando persuadir a Kitty.

―Coronel si bien es cierto que hay que llevar algo prestado jamás son los zapatos y menos que menos el vestido. Tu amable prima me va a prestar una joya de tu abuela para cumplir con esa tradición que además tiene piedras preciosas azules. Te pido que me des este regalo, no voy a pedir nada más. ―Insistió Kitty.

―Te daré el gusto, ya lo he dicho, durante esta semana entregaré el dinero a Georgiana para que pague por los zapatos cuando regrese a Londres, puedes quedártelos ―aceptó el coronel sabiendo que su matrimonio con Kitty lo haría muy feliz, pero irremediablemente más pobre. Con tal de darle los gustos él era capaz de quedar en la ruina y el solo hecho de pensar en eso lo preocupaba. Estaba tan enamorado de esa joven mujer que desde el día que la había conocido correteando en el bosque de Pemberley nunca había podido dejar de pensar en ella. Se había sentido atraído por otras mujeres en sus épocas de juventud y en los inicios de la milicia, pero jamás se había enamorado y mucho menos había pensado en casarse, y menos con una mujer tan joven. Todo estaba fuera de control en su corazón y en su alma, y ahora que ella sería su esposa temía a que todo empeore y no tener con qué pagar los gustos y caprichos de su amada.

―Gracias por el regalo, pero si eso te entristece así yo no puedo aceptarlo, le diré a Jane que me presten sus zapatos, no tienes que preocuparte. ― dijo Kitty contemplando la mirada del coronel completamente entristecida después de esa pequeña charla.

―No es necesario, me he quedado pensando en lo que logra el amor, en que jamás pensé en casarme Kitty preciosa, jamás en toda mi vida, lo juro. ―confesó el coronel compungido. ―Imaginate que mucho menos he pensado en gastar estas sumas en un par de zapatos que es posible que solo uses una vez, yo no soy acreedor de grandes sumas de dinero como Charles Bingley o mi primo William, me he retirado de la milicia con una pequeña mensualidad que me dará la reina por mis servicios prestados a Inglaterra, y mi padre me ha dejado algunas propiedades que dan lo suyo, pero no seremos ricos Kitty, y eso me preocupa por primera vez en la vida.

―¡Yo no quiero ser rica! ―aclaró Kitty ―, podría haber elegido como esposo a cualquiera de los jóvenes que vinieron al bautismo y tuvieron intenciones conmigo, ellos son ricos y también sus familias, yo solo quiero que me cuides y me ames como solo sabes hacer vos señor mío y que me sepas enseñar cuando no hago las cosas bien, nada más, y me gustaban los zapatos, pero si no se puede, no se puede. ―Agregó con humildad y sintiéndose mal por haber pedido los zapatos y desatado esa conversación.

Humildad y GratitudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora