Elizabeth concentrada en sus pensamientos caminaba por el pasillo que conducía a la cocina necesitaba un vaso de agua para Georgiana y una tizana para sus nervios antes de ir en busca de William. La Sra. Reynolds hizo su aparición intentando entrometerse, y aunque hubiera querido maltratarla, hizo de cuenta que no la había visto, pidió a una de las ayudantes de la cocina lo que necesitaba y se acercó a una mesa antigua, acomodada junto a un ventanal amplio, todo, hasta la cocina de ese palacio era fastuoso. Se sentó a esperar lo solicitado, mientras observaba a través de la ventana, había comenzado a caer agua nieve nuevamente y desde esa perspectiva podía verse un paisaje formidable y tranquilizador.
La Sra. Reynolds que no podía con su naturaleza se le acercó, sin saber que había tomado una decisión inconveniente, Elizabeth era un puñado de nervios y no se contendría, la creía responsable en parte de lo que le ocurría a Georgiana esa noche y la Sra. se lo dejó fácil.
_ ¿La puedo servir en algo Sra. Elizabeth?, los invitados la esperan en el salón.
_En nada, a penas solucione lo que me trae por aquí me acercaré, no se preocupe_ contestó Lizzy en tono seco, con un tanto de ironía y sin muchas ganas de hablar.
_Deje que la acompañe, puedo llevar el té a quien lo desee_ insistió la Sra. Reynolds con la molesta intensión de conocer quién era el que estaba nervioso.
_El te lo deseo yo, ¿se lo quiere tomar por mi?_ dijo Elizabeth, que había levantado el tono de voz y fulminaba a la Sra. Reynolds con la mirada.
_No es lo que he querido decir, Sra. Elizabeth_ respondió con desagrado ella y bajó la cabeza.
_Me va a perdonar pero no quiero verla entrometida en nada de lo que pasa en esta casa al menos por esta noche. Deje que haga lo que he venido a hacer y ocúpese de la mesa de noche vieja, que es lo que le hemos pedido con Will_ Elizabeth le habló con fastidio.
Todos en la cocina observaron a Elizabeth y bajaron la mirada. Ella se desentendió, qué tipo de explicaciones tenía que darle a esa mujer entrometida que lo único que había logrado era empeorar la suerte de Sam y con eso la felicidad de Georgiana.
Insistente la Sra. Reynolds que estaba a punto de salir de la cocina volvió en sus pasos y le dijo:
_No sé qué mal puedo haber hecho Sra. Elizabeth, para que usted me trate hoy de este modo_ un dejo de rencor podía oírse en el tono utilizado.
_Déjeme decirle el mal que ha hecho ya que insiste Sra. Reynolds, ese mal es simplemente: ¡METERSE!, meterse en donde no la llaman. Contar lo que oye, como si realmente supiera algo, ¡como lo hace ahora!_ Elizabeth bajó la mirada y también el tono de la voz, la miró a los ojos y le dijo_ Atienda la mesa de noche vieja, en caso de necesitarla la llamaré, como lo hago siempre y no se le ocurra comentar lo sucedido con nadie.
Estaba enfurecida y no dijo más, entendía que siempre las buenas intenciones de la Sra. para con los Darcy se ponían por delante, pero no toleraba que cada cosa que pasara en su casa, fuera primero a parar a sus oídos, o en su defecto en los del Sr. Jones, que era un poco más ubicado, pero que de igual modo, se entrometía en todo. Era evidente que muchas cosas habían cambiado desde su llegada a la casa y otras, estaban decididamente a punto de cambiar.
Lizzy entendía de repente que los cuentos de los empelados habían impedido que Georgiana y ella estuvieran sentadas a la mesa, simplemente por comentar las cosas sin el argumento y el contexto suficiente, logrando así confundirlo todo, impidiendo a los propios actores dar sus razones, era una situación que ella no volvería a tolerar.
Decidió pedirle a una de las personas de la cocina que se dirija al cuarto de Georgiana con el vaso con agua. Ella iría por William a la mesa luego de tomar su té sentada en la cocina.
La empleada hizo sonar la puerta cumpliendo con el pedido de su señora, al no encontrar respuesta entró y dejó sobre la mesa el vaso, la Srta. Georgiana no estaba a la vista.
Sin decir nada, se retiró a continuar con sus tareas.
Georgiana inmersa en un mar de lamentos, unos minutos antes, con mil reproches para hacerle a Samuel, había decidido ir a hablar con él.
Había entrado en su habitación mientras él dormía profundamente, la belleza de su cara la impactaba, era un muchacho muy bien parecido, a Georgiana la desesperaba un poco que ese joven la atraiga tanto, un fuerte olor a brandi emanaba de su aliento y llenaba la habitación con ese perfume no del todo agradable, eso la hizo avivarse un poco. A ella todo lo que viniera de él le parecía extraordinario, pero era muy joven para estar en un ambiente tan viciado.
Sin saber qué hacer decidió hurgar en su maleta un tanto desarmada y encontró una agenda en la que Samuel escribía y dibujaba.
Se notaba lo que la gente contaba de él, era un destacado arquitecto, amante de las artes plásticas, era evidentemente que el arte era en él un don, más que un oficio.
Su trazo perfecto y fascinante, ella amaba todo de ese joven en tan solo siete días.
Encontró varios retratos de ella, algunos en colores y otros en blanco y negro. Había algunos escritos, y una pequeña carta para ella que Sam nunca le había entregado, Georgiana se enterneció, su corazón latía con fuerza y decidió leerla:
25 de diciembre de 1899
Vengo de pasar la noche junto a ti, eres el mejor regalo de navidad que he tenido en toda mi vida, te estoy extrañando ahora y estamos a unos metros de distancia, y sí, tengo que ser sincero no entiendo qué me sucede. ¡No sé qué pasa conmigo, no me reconozco! Si pudiera decirte cuánto me gustas no lo creerías, no entiendo lo que siento, por eso he decido algo, voy a pedirte que te cases conmigo.
No quiero vivir sin ti, no puedo pensar en irme de esta casa y no llevarte conmigo a Londres. Es que nunca creí que existía el amor, ¿sabes? Si me preguntan ahora sobre el amor, tendría que decir que existe, para mí el amor es: una jovencita rubia, con los ojos celestes más dulces que vi en mi vida, con una sonrisa bellísima y una ternura inigualable, que parece un ángel, por si quedan dudas diría que se llama Geogiana Darcy. Siento que mi corazón se va a salir cuando escribo tu nombre.
No puedes negarte a aceptar mi mano. No puedo pensar en mi vida sin ti. Te amo pequeña, eres la mujer más guapa que he conocido y sé que este amor, aunque sea la primera vez que lo siento, es para siempre.
Sam Traynor, desde hoy: un arquitecto enamorado.
Georgiana leía y mojaba el papel con sus lágrimas, cerró la agenda rápidamente, ya no tenía dudas del amor de Samuel, no quería seguir hurgando en sus cosas, ella no era así. Se acercó y lo acarició, él movió su cuerpo sin despertarse, decidió acostarse a su lado y lo abrazó. Sam dormido, acostumbrado por los últimos días durmiendo juntos, movió uno de sus brazos y la abrazó. Georgiana sintió de repente que ese era el único lugar en donde estaba segura, cerca de él, si era posible abrazada a él para siempre. Suspiró y se amoldó al cuerpo de joven encontrando comodidad y calor.
Se acurrucó sobre su pecho y se durmió, sin pensar en que con ese acto, cambiaría su destino para siempre.
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Humildad y Gratitud
Fiksi SejarahSecuela de Orgullo y prejuicio. Una versión sobre cómo continúa la vida de los pintorescos personajes creados por Jane Austen una vez que Jane y Elizabeth se casan. El centro de esta novela es el amor, ambientada en 1900 junto a los avances c...