I

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Iván abrió los ojos y despertó en una habitación desconocida.

Tras apenas darse cuenta de que aquel no era su dormitorio, se incorporó sobre la cama en la que había estado durmiendo y observó su alrededor. No tardó más de diez segundos en empezar a agobiarse. Se encontraba en una sala de unos doce metros cuadrados. Una sala sin ventanas, ni luz natural. La única luz que alumbraba el poco espacio procedía de una bombilla que colgaba del techo de madera. Aunque tampoco había mucho que alumbrar; la habitación estaba completamente vacía a excepción de dos viejas camas colocadas a ambos laterales del dormitorio. Solo había dos puertas en la habitación: una cerrada y otra entornada.

Iván fue capaz de sentir el miedo apoderándose de él, haciendo que se levantara de su cama y se dirigiese directamente hasta la puerta que se encontraba más próxima a él: la cerrada. Intentó abrirla, pero debía estar cerrada con llave. Trató de forzarla por unos segundos sin conseguir éxito alguno, y después comenzó a golpearla. No tuvo tiempo siquiera de preguntarse dónde estaría, ni quién lo había llevado allí. Tampoco se cuestionó si aporrear la puerta con toda la fuerza que tenía sería lo más sensato. Simplemente, lo hizo. Golpeó la superficie de metal con la palma de su mano derecha haciendo resonar un estruendoso ruido, pero nadie contestó.

Tras ver que no respondían a su llamada, el chico se puso más nervioso, y optó por gritar. No era consciente de lo que gritaba; estaba tan confundido que casi no pensaba en lo que hacía. Chilló hasta hacerse daño en su garganta, y cuando se cansó de hacerlo, esperó a recibir una respuesta.

De nuevo, solo obtuvo más silencio.

Se dio por vencido: nadie iba a abrir la puerta. Sin embargo, aún quedaba la otra, la que no estaba cerrada, sino encajada. Podría atravesarla, y quizá condujera a la salida de esa habitación de la que ya estaba deseando marcharse. Se volteó con la intención de caminar hasta la otra puerta, pero frenó en seco nada más ver al otro chico postrado bajo el umbral de dicha salida.

No estaba solo en esa sala.

En la misma habitación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora