VII

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Iván se había levantado de su cama para ir al baño. Bebió un buen trago de agua del lavabo y se enjuagó la cara. Se sentía menos agobiado que en un principio, pero aun así seguía deseando salir de ese lugar. Pensó en qué pasaría si tuviera que pasar ahí dentro tanto tiempo como Nicolás, si conseguiría no volverse completamente loco. ¿Sería ese otro motivo por el que él actuaba de esa forma tan extraña? ¿Estaría afectando a su cerebro estar ahí encerrado?

Regresó a la otra habitación y se sentó en su cama. No volvió a hablar con el otro chico, pero se daba cuenta de que él no le quitaba el ojo. Nicolás estaba vestido con unos vaqueros y una camiseta color verde militar. Iván pensó que sería la ropa que llevaba el día que lo tomaron, igual que ocurría en su caso. Que no parase de mirarlo lo incomodaba, pero no quería decirle nada para evitar tener otro sinsentido de conversación.

Solo le apartó la vista cuando se escuchó un ruido al otro lado de la puerta. Eran pasos, y parecían estar subiendo o bajando unas escaleras. Iván se puso en pie de un salto, y se aproximó a la puerta. Nicolás hizo lo mismo, solo que con más tranquilidad. Sacó algo de debajo de su cama y se colocó frente a la puerta. Era un plato vacío lo que sostenía en sus manos.

La persona que debía encontrarse al otro lado acabó por llegar a la puerta y abrió la trampilla. No era mucho más grande que un cajón, y se desplegaba hacia fuera de la habitación de la misma forma que un buzón.

Nicolás se agachó, e Iván hizo lo mismo. El otro chico tendió el plato que había estado sosteniendo, y una mano se encargó de cogerlo desde el otro lado. Iván había esperado ver una piel algo más arrugada y velluda, pero no fue así. Estaba casi seguro de que se trataba de la mano de una mujer. O puede que de una persona joven, de no más de 20 años.

Por un momento tuvo ganas de agarrar a la persona que había cogido el plato, de hacerle daño. Pero no hizo nada que no fuera ver cómo traspasaba dos nuevos platos cargados de comida hacia el interior de la habitación.

Bueno, "comida"... Los platos estaban llenos de una sustancia espesa y amarilla que parecía papilla para bebés.

-¿Esa es la comida?

Nicolás había cogido los dos platos, y ahora le estaba tendiendo uno a Iván.

-Siento si esperabas otra cosa. Pero está mejor de lo que parece, de verdad. Es puré. Creo que de pollo. Mi madre me los ponía de comer cuando era pequeño, y a mí me encantaban.

Iván miró el plato con cara de desagrado, después volvió a mirar a Nicolás.

-No pienso comerme eso.

-No te preocupes, seguro que si se lo pides por favor te preparan otra cosa.

El chico tardó un ligero momento en darse cuenta de que se estaba riendo de él. Otra vez.

Nicolás se sentó de nuevo sobre su cama y comenzó a volcar su plato para beber su contenido por uno de los bordes. Le caía algo de comida por la comisura de los labios, y cada vez que se apartaba el plato de la boca le dejaba una silueta sobre el bigote. Era asqueroso.

-Tú sabrás lo que haces –dijo él-. Pero si no te decides de aquí a que termine mi plato, pienso comerme el tuyo.

Iván no hizo otra cosa que seguir mirándolo de forma desagradable. Esa vez, Nicolás comió el doble de lo que estaba acostumbrado desde que entró en la habitación.

En la misma habitación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora