XLVII

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Unas tres o incluso cuatro horas después, Nicolás dejó de dibujar. Iván pensaba que no era porque se le hubiesen agotado las ganas de hacerlo, sino porque se estaba quedando sin tizas y espacio para hacerlo.

Había hecho dos grandes dibujos. El primero, sobre la pared en la que estaba pegada su propia cama, era un acantilado. Ese dibujo era como todo lo que estaría al otro lado de Purgatorio: las olas, el viento, la libertad. El otro dibujo, sobre la pared de la cama de Iván, era todo lo que estaba dentro del Purgatorio. El otro dibujo eran ellos dos de perfil, de pectorales para arriba, mirándose a los ojos.

A Iván le parecía impresionante cómo había podido plasmar tanto en el dibujo. Era casi como si fuera capaz de ver todo el tiempo que llevaban juntos a través del mismo. No dijo nada acerca de ello, básicamente porque no fue capaz de hacerlo. Nico, por su parte, tampoco dijo nada. Se limitó a sentarse a su lado y pararse a observarlo.

El silencio que se estaba creando entre ellos comenzaba a ser incómodo cuando Iván lo rompió con una pregunta incluso más incómoda.

–Nico... Antes, en el baño... ¿Por qué me besaste?

Nicolás tardó un poco en responder. Los dos estaban con la espalda apoyada sobre la pared del acantilado, mirando el dibujo de ellos dos.

–No lo sé. Quise hacerlo, y lo hice.

De nuevo volvía a ser Nicolás, el chico que no le otorgaba importancia a casi ningún acto físico.

–Nico...

–¿Sí?

–¿Crees...? ¿Tú crees que te gusto solo en el sentido físico o...? ¿Crees que sientes algo por mí?

Nicolás había respirado profundamente.

–¿Quieres saber la verdad?

–Sí.

– La verdad es que no hubiese vuelto si no sintiese nada por ti –era otra vez esa sensación sobre su estómago, Iván la estaba volviendo a sentir–. No estoy seguro de lo que es, pero me atraes. Es... es como si hubiera algo roto en ti y yo sintiese la necesidad de curarlo –El otro chico no sabía muy bien cómo responder. Se quedó en silencio, admirando el dibujo que había hecho. Nico había captado tan bien la mirada de ambos en su obra que incluso se preguntó cómo no pudo darse cuenta antes de que sentía algo por él. ¿Había sido siempre así? ¿Lo había mirado de esa forma desde un principio?–. Siento si esto te molesta.

–No me molesta –No quería que Nico pensara eso en absoluto. El otro chico asintió sin volver a hablar–. Entonces... ¿Por qué me apartaste cuando...?

–Porque no quiero que hagamos nada de lo que podamos arrepentirnos –esbozó una sonrisa–. Bueno, mejor dicho de lo que tú puedas arrepentirte.

–¿Por qué crees que iba a arrepentirme?

–Porque te recuerdo que, según tú, eres heterosexual –Iván tuvo que incorporarse un poco sobre el colchón–. No pienso hacer nada contigo hasta que tú lo tengas claro. Puedes tomarte un tiempo si lo necesitas. Pero si llegamos a ese nivel, necesitaré saber que no soy el único sintiendo cosas.

Iván empezaba a notar cómo cada vez le preocupaba menos ese aspecto. El peso de su sexualidad cada vez se hacía más ligero sobre sus hombros, hasta tal punto que incluso dejaba de sentir presión alguna. Dejó que sus palabras salieran de su interior antes de que pudiera arrepentirse.

–Yo también tengo esa sensación –Nicolás no apartó la vista del dibujo que él mismo había hecho–. Como si estuviéramos destinados a acabar así desde que entramos en esta habitación. Como si de veras tuvieras el poder para cambiarme.

Fue en ese instante cuando finalmente se dignó a girar su cuello hacia él y dedicarle otra de sus sonrisas, de esas que hacían brillar sus ojos.

–Quizá sea verdad lo que dicen, eso de que los polos opuestos se atraen.

Iván se vio obligado a sonreír de vuelta.

–Quizá.

Una descarga eléctrica recorrió su mano izquierda al notar los dedos del otro chico apoyándose sobre ella. Iván volvió a mirar hacia el dibujo de la pared a la vez que buscaba el contacto con el otro chico.

Cuando los dedos de ambos acabaron de entrelazarse, Iván se sintió más seguro de sí mismo de lo que se había sentido en toda su vida.

En la misma habitación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora