VI

1.4K 110 42
                                    

-Vale –comenzó a hablar Nicolás una vez estuvieron sentados cada uno en una de las camas-. Esta será la única norma: haremos una pregunta por turno, y el otro deberá contestar con total sinceridad. Empiezo yo –ni siquiera le dio la oportunidad de imponerse a sus normas-. ¿Cómo te llamas?

-Iván –contestó él-. Me llamo Iván.

El otro chico asintió.

-Te toca preguntar.

-¿Por qué crees que estamos aquí? ¿No tienes ni la menor idea? ¿Algo que pueda ayudarnos?

-Para empezar, eso son tres preguntas, no una. Y para acabar, no tengo la menor idea de qué hacemos aquí, pero si tuviera que apostar, diría que quien sea que nos ha metido aquí tiene pensado comerciar con nosotros, o hacer algún tipo de acuerdo.

-¿Comerciar con quién?

Nicolás sonrió.

-Es mi turno de pregunta.

Iván seguía sin poder creer cómo podía tomarse a broma algo tan serio como eso. ¿Acaso no le importaba estar encerrado allí? ¿No le agobiaba en absoluto?

-Vale –aceptó Iván. Si quería averiguar algo sobre ese lugar, iba tener que seguirle el rollo.

-Pues... -Nicolás pareció pensar su pregunta. Después, dijo-. ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

Iván perdió lo que le quedaba de paciencia.

-¿Eres gilipollas o qué diantres te pasa? ¿Estamos encerrados en una jodida habitación y a ti te parece buena idea preguntarme por mi vida personal como si fuéramos dos niños pequeños?

-Si quieres que responda a esa pregunta vas a tener que responder antes a la mía.

-Mira, no voy a seguir con esto. No tengo pensado volverme tu mejor amigo. No tengo pensado hacer nada que no sea salir de aquí. Así que si eso es todo lo que te importa, será mejor que lo dejemos.

-¿Crees que no me importa estar aquí encerrado?

-¡Pues no lo parece!

-¿Y te crees que porque te pregunte cualquier estupidez voy a estar más cerca de saber cómo salir de aquí? ¡Mírate! ¡Ni siquiera pareces creerte que esto no sea una pesadilla! ¿Qué crees que voy a conseguir preguntándote cualquier gilipollez?

-Pues no lo sé, pregúntame qué fue lo último que hice antes de entrar aquí, por ejemplo.

-Vale –aceptó él-. ¿Qué es lo último que recuerdas?

-Estaba esperando la llegada del autobús cuando empecé a escuchar ruidos. Creo que había alguien cerca de mí, pero no alcanzaba a verlo. Y después... No sé cómo, pero acabé despertando aquí.

-Genial. Súper útil. Creo que ya sé cómo salir aquí –ironizó Nicolás.

Iván le lanzó una mirada de desprecio.

-Eres un capullo.

Nicolás sonrió y se encogió de hombros.

-Bueno... Si es eso lo que crees... Yo lo veo de un modo diferente, ¿sabes? Cuando entré aquí me sentía completamente igual que tú. Pero acabé por utilizar la lógica para intentar no volverme loco. Pensé en lo que podría ayudarme a salir de aquí, y lo que no. Y llegué a la conclusión de que lo único que podía hacer era esperar. Esperar a que quisieran devolvernos.

-¿Y si no quieren devolvernos?

-No sé si habrás visto muchas películas, pero en la mayoría de los secuestros no suelen dar a los rehenes un cuarto de baño con espejo, bañera y váter. Si nos quisieran muertos, ya nos habrían matado. Y si quisieran torturarnos, ya lo habrían hecho. Pero lo único que quieren es tenernos. Y si quieren tenernos, es porque somos valiosos para ellos. Y si somos valiosos, llegará el momento en el que decidan canjearnos. Solo hay que esperar a ese momento.

Iván tenía que reconocer que aquello tenía sentido, pero, obviamente, no iba a decirlo en voz alta.

-Desde mi punto de vista –continuó Nicolás-, lo único que podemos hacer es esperar, hacerte preguntas sobre el secuestro no me va a ayudar en nada, y el único capullo en esta habitación eres tú por haber pensado que los secuestradores iban a ser tan imbéciles como para esconder una salida secreta detrás del espejo.

En la misma habitación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora