V

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Iván avanzó a grandes zancadas por la habitación y apartó a Nicolás sin demasiada delicadeza para traspasar la puerta que había querido cruzar antes. No tenía pensado montar una tertulia con ese chico. De hecho, no tenía pensado hacer absolutamente nada que no fuera encontrar una salida.

Sin embargo, lo único que había tras esa puerta era un baño. Algo tan sencillo como eso. Podía ser igual que cualquier otro baño: estaba formado por una bañera, un lavabo, un espejo y un váter. No estaba excesivamente cuidado, pero tampoco parecía formar parte de un recinto abandonado. Sus paredes estaban formadas de azulejos, pero tampoco había ventana alguna, solo otra bombilla colgando del techo.

Iván caminó hasta el espejo e intentó mirar detrás de él, aunque solo encontró más pared. Comenzó a ojear la sala, en busca de algún saliente que destacase, de cualquier pequeño detalle... Algo que le permitiera identificar una salida secreta, pero no había nada.

-¿Qué estás intentando hacer? –Le preguntó Nicolás.

-Déjame en paz –ese chico empezaba a ponerlo de mal humor.

-Sea lo que sea, yo ya lo habré intentado antes. Un mes es tiempo suficiente como para aburrirse. He buscado por todas partes, pero esto no es ningún tipo de Escape Room. No hay salida, sin más.

Iván miró a Nicolás a los ojos.

-¿Cómo sobrevives aquí? ¿Cuándo comes, o duermes? ¿Cómo...? ¿Nunca te han sacado de aquí? ¿Ni ha venido nadie a verte?

-La puerta de metal tiene una trampilla en la parte baja. Está cerrada con pestillo, pero lo único que sé es que alguien se encarga de abrirla y pasar por ella un plato lleno de comida.

-¿Te pasan comida? ¿Quién?

-No lo sé, solo soy capaz de ver sus manos. Nunca ha entrado nadie a verme, ni me han hablado. Nunca.

Iván trataba de atar cabos en su mente a la velocidad de la luz, pero todo se le hacía demasiado complicado. ¿Quién querría encerrar a dos chicos en una misma habitación? ¿Qué podían ganar con ello?

-Entonces... ¿No hay manera de salir?

-Si la hay, no la he descubierto. Y si no la he descubierto en todo este tiempo, dudo que la haya.

-¿Y cómo puedes estar tan tranquilo? –Casi lo gritó.

-¿Qué es lo que quieres que haga? Llevo aquí encerrado mucho más que tú. He tenido tiempo a acostumbrarme. Además, perder la cabeza de ese modo no me va a servir de nada.

Iván seguía sin comprender su pasividad.

-¿Quieres que te de un consejo algo más útil que buscar una puerta secreta detrás del váter? –Continuó Nicolás-. Siéntate en la cama, intenta tranquilizarte, y hablemos. Si ponemos en común lo que sabemos, puede que descubramos algo sobre por qué estamos aquí.

En la misma habitación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora