XXII

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Cuando Nico despertó, Iván ya se había encargado de llevarlo hasta su cama y quitarle la camiseta para así poder lavarla. Una vez hubo acabado, utilizó la prenda empapada para intentar hacerlo recuperar la conciencia.

Funcionó. El contraste de temperatura de la habitación con la de la camiseta mojada hizo que Nico fuera despertando poco a poco. En un principio, pareció un algo desconcertado, pero acabó por recobrar el sentido e intentó incorporarse sobre el colchón en el que estaba acostado.

No dijo absolutamente nada, sino que se limitó a mirar a Iván de un modo extraño. No parecía enfadado esa vez, sino... Diferente.

-Lo siento –repitió Iván tratando de romper el silencio.

-Eso ya lo has dicho treinta veces –reprochó Nico.

Iván se encogió de hombros.

-Cuando te sangraba la nariz, creí que no iba a parar nunca.

-Me encantaría saber la cara que pondrían los secuestradores al enterarse de que uno de sus rehenes ha muerto desangrado por la nariz. Una muerte demasiado cutre, incluso para mí.

Aquello hizo que Iván sonriese y se alegrase de que Nico no hubiera perdido su sentido del humor.

-El caso es que pensé que, si te pasara algo... -Continuó Iván-. Estamos juntos en esto. Es una mierda, y yo quiero salir de aquí tanto como tú. Pero tenemos que estar unidos si no queremos perder la puta cabeza entre estas paredes.

Nico pasó unos instantes en silencio.

-Sí. Creo que es lo más coherente que has dicho nunca.

Iván sintió ganas de volver a abrazarlo después de todo lo que había ocurrido. Pero se contuvo.

-Y... -Nico bajó la vista-. Yo también lo siento.

En la misma habitación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora