III

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-¿Dónde estamos? –Fue lo primero que preguntó Iván al chico de la habitación.

Parecía tener aproximadamente la misma edad que él, unos diecisiete años. Su color de pelo era castaño, y sus ojos de un tono verde jade. A decir verdad, lucía un aspecto horrible, como si llevara un buen tiempo sin acicalarse demasiado. Tenía el pelo revuelto, y el rostro algo demacrado, puede que por el cansancio.

-No lo sé –respondió él meneando la cabeza, con total tranquilidad.

-¿No sabes dónde estamos? ¿Y qué haces tú aquí, entonces?

-¿Qué es lo que estás haciendo tú?

-No... No lo sé. Yo... No sé qué es lo que hago aquí.

-Entonces ya somos dos –agregó el otro chico.

-¿No sabes por qué estás aquí? –Iván volvió a sentirse abrumado. Si ese chico no sabía qué estaba haciendo en ese lugar, ¿qué opciones tendría de descubrirlo? ¿Y cuánto tiempo llevaría él ya allí? ¿Estaría encerrado? ¿Habría más chicos como ellos?

-¿Desde cuándo estás aquí? -Insistió Iván

Se encogió de hombros, sin hablar. Aquello lo puso incluso más nervioso.

-¿Tampoco lo sabes?

-¿Cómo se supone que voy a saberlo? No es que hayan tenido la amabilidad de colgar un calendario en la pared, ¿sabes? –Iván se preguntó cómo diantres era posible que aquel chico pudiera estar haciendo chistes-. Supongo que semanas, puede que más de un mes. No creo que lleve mucho más.

-¿Estás...? ¿Estamos...? –Ni siquiera era capaz de preguntarlo.

-¿Secuestrados? –Propuso él. Iván no hizo gesto alguno, esperando la respuesta a su misma pregunta-. Si no lo estamos, debe ser algo parecido. Porque no hay manera de salir de aquí.

En la misma habitación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora