XVI

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Iván pensaba que iba a enloquecer más cuanto más tiempo pasase allí dentro, pero no fue para nada así. Al revés. Por cada hora que pasaba en el Purgatorio, más cómodo se le hacía estar dentro. Llegó a pensar que quizá eso era un síntoma de que se estaba volviendo loco. Sabía de casos en los que las personas secuestradas eran liberadas, y sin embargo, no querían alejarse ni de donde habían sido retenidos ni de sus secuestradores. Se preguntaba si acabaría pasándole eso a él cuando lograse salir, si no querría alejarse de esa habitación. Ni de Nicolás.

Echaba de menos a su familia y amigos, y seguía llorándolos. Pero aun así, cada vez pasaba menos tiempo pensando en su vida fuera de la habitación, como si poco a poco todo se estuviera reduciendo a los pocos metros cuadrados que tenía el Purgatorio.

Una parte de él odiaba que eso ocurriera, pero la otra lo agradecía. Menos pensamiento fuera de la habitación equivalía a menos dolor. De modo que empezó a dejarse llevar, como si las paredes de ese lugar fueran corrientes que lo arrastraban hacia la zona honda del mar, donde no tocaba pie.

Se alejó y se alejó de la orilla. Y cuando ya apenas vislumbraba el horizonte, dejó que el Purgatorio lo ahogara por completo sin siquiera resistirse.

En la misma habitación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora