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Cuando volvió a abrir los ojos se encontró en la misma situación que la última vez: sentado en el suelo del baño, atado por una cuerda al grifo de la bañera, completamente mareado y sin Nicolás para acompañarlo.

Luchó contra su cansancio para recorrer el baño con la mirada, y entonces descubrió que no estaba solo. Como si se tratase de una pesadilla, la persona enmascarada volvía a encontrarse a solo un par de pasos, con la misma máscara y ropa que había usado la primera vez, haciendo que tuviese un aspecto demasiado intimidante.

Iván se prometió que, a pesar de ello, no le tendría miedo. No iba a darle la satisfacción de demostrar que tenía miedo. Apretó sus puños y habló con confianza.

–¿Dónde está Nicolás?

La otra persona dejó de apoyar su espalda en la pared del baño y se acercó un poco a él. Si Iván pudiera soltarse... Si la cuerda cediera, entonces sería libre. Y lo mataría. Mataría a quien sea que lo tuviese allí encerrado.

–¿Nuestras conversaciones siempre van a girar alrededor de tu novio? ¿Es que ya no piensas en otra cosa que no sea él?

Iván sintió una oleada de rabia recorrerlo. Se estaba riendo de él. Iván quería matarlo. Quería matarlo en ese mismo instante.

–¿Dónde está Nicolás? –Repitió.

–Esta vez no vengo a hablar de él.

–¿Entonces a qué coño has venido?

–A hablar del juego.

–¿Qué juego? –Iván no entendía nada.

La risa de la otra persona resonó en la sala. Si su voz no sonase tan amortiguada podría reconocerla. Quizá si se concentraba en su forma de hablar...

–El juego al que estoy jugando con vosotros.

Iván tiró de sus muñecas para no hacerse más que daño.

–Eres un hijo de puta.

–Creo recordar que eso ya me lo has dicho. Pero bueno, vayamos al grano –se dispuso de cuclillas frente a él–. ¿Sigues queriendo saber para qué estás aquí? –Iván no dijo nada–. Tomaré eso como un sí. Estás aquí porque quería demostrarte que no eres diferente a nosotros, a todos los que humillas y odias. Quería asegurarme, o más bien asegurarte que eras igual que los demás. Y gracias a Nicolás lo he conseguido. Ni siquiera yo pude imaginar que funcionaría tan bien... La manera en la que has caído en sus garras ha sido... Genial. Me han encantado todos y cada uno de los pasos, pero lo mejor ha sido sin duda el final, cuando te declaraste y él ni siquiera dijo nada. Y a ti te dio igual... –Podía escucharlo reír bajo la máscara–. Le perdonaste su falta de cariño a cambio de un mísero polvo. Patético... Dime, ¿alguna vez te ha dicho que te quiere?

–Sí –eso no era del todo real, pero Nicolás se lo había insinuado. No una, sino varias veces.

–Recuerda que soy capaz de oíros, y sé que eso es mentira. Nunca ha llegado a confesártelo del todo. Estoy seguro de que Nicolás te ha utilizado para lo que quería, que dudo que sea mucho más que tu cuerpo.

–Lo dejaste libre. Y él volvió al Purgatorio para salvarme –lo defendió.

La otra persona tardó un par de segundos en reaccionar.

–¿Es eso lo que te ha contado?

De repente, todo se desmoronó en su mente. ¿Y si tenía razón? Ya la tuvo la última vez, cuando le dijo que sabía que estaba enamorado de Nicolás. ¿Y si ahora también le estaba diciendo la verdad? ¿Y si Nicolás le había mentido y en realidad lo habían obligado a volver sin más? ¿Y si lo único que quería de él era su cuerpo?

No... No. Eso no podía ser posible. Esa persona estaba jugando con él. No podía ser verdad. En caso de que fuera verdad... No, no podía ser verdad.

–Nicolás no es lo que te ha hecho creer que es, eso puedo asegurártelo. Te hará daño. Y estoy casi seguro de que te lo hará en menos tiempo del que crees.

Lo conoce, y le ha hecho daño a él también. Eso significa...

–Sé quién eres –aseguró Iván tratando de aportar a su voz la mayor confianza posible.

"Es Carlos. Solo él podría odiarnos tanto a ambos. Debe de ser Carlos."

–A eso vamos ahora, no te adelantes –continuó como si todo fuese parte de un simple juego–. El caso es que, como puedes ver, vuelvo a tener a Nicolás, y ya que te niegas a dejar de sentir lo que ahora sientes por él, por mucho que yo te aconseje, si quiero seguir haciéndote daño... Debería matarlo y entregarte su puta cabeza en una jodida pica.

Su voz se fue tensando según avanzaba, y cuando acabó, se había acercado como otros diez centímetros más a Iván.

–No le hagas daño a Nicolás. Por favor, no le hagas daño.

Iván había abandonado su idea de imponerse sobre él. Era imposible. La otra persona lo tenía todo, y él no tenía absolutamente nada. Solo le quedaba suplicar.

–Ahí es donde quería llegar. No voy a matarlo, con una sola condición... –Iván esperó expectante mientras él se acercaba más y más. Comenzó a tensar sus muñecas con la intención de liberarse, a pesar de que le parecía imposible–. Dime quién soy, y si aciertas, te prometo que lo liberaré.

Era demasiado fácil. Tenía que haber alguna trampa. Algo que Iván no se había visto venir. No debería confesarle lo único que podría llegar a usar en su contra así como así, sin garantía ninguna.

–¿Cómo sé que no me estas mintiendo?

–Confía en mí. ¿Cuándo te he mentido?

Iván hizo presión sobre su pecho.

–Eres Carlos –dijo–. El mismo Carlos al que le pegué una paliza junto a otros dos chicos, el mismo Carlos que estuvo saliendo con Nicolás y al que seguro que hirió tanto como para querer encerrarlo aquí conmigo. Lo sé perfectamente. Y me arrepiento. Me arrepiento de hacer lo que hice sin motivo alguno, pero tengo que confesarte que te lo mereces. Te mereces cada puta patada en las costillas que te di y cada...

La otra persona lo interrumpió e Iván creyó que sería para defenderse, pero no fue para eso.

–Ahórratelo, no soy Carlos –lo dijo con tanta tranquilidad que solo hizo que el odio de Iván aumentara.

Si era cierto que no era Carlos, entonces no tenía ni idea. No podía saberlo. Era imposible. Eran tantos que... Podría decir todos y cada uno de sus nombres, y puede que así acertase.

–¿Te rindes?

–No le hagas daño –Iván sabía de sobra lo ridículo que debería estar sonando–. Por favor, no le hagas daño.

–¿En serio no hay nada que te llame la atención? Te he dado demasiadas pistas como para que aún no sepas nada... Te dije que era alguien cercano a ti, te he dicho que estaba seguro de que sentías algo por Nicolás, y también te he hablado sobre que estoy seguro de que él te está utilizando. ¿Y tú no eres capaz de darte cuenta? ¿Ni siquiera lo sospechas?

La mente de Iván era un completo lío.

–Joder, Iván... –Siguió la otra persona mientras llevaba su mano derecha hasta  la gomilla de la máscara. Parecía tener intención de quitársela–. Te lo dije. La última vez que hablamos te dije que Nicolás tenía razón con lo que te contó. Y ahora te acabo de decir que sé que le confesaste tus sentimientos... –Su voz estaba empezando a adoptar un tono demasiado familiar para Iván–. No hay micrófonos aquí dentro, tío. ¿Cómo si no podría saber lo que tú y yo hablamos?

Cuando Nicolás se quitó la máscara, Iván deseó con todas sus fuerzas que aquello fuese su peor pesadilla.

No lo era.



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"I warned you not to trust me".

En la misma habitación.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora