En la misma habitación.

XXVI

-¿Cuánto tiempo crees que llevaremos aquí? –Le preguntó un día a Nico.

-No lo sé. Yo diría que más de un mes –respondió él desde su cama-. Al menos, por la forma en la que nos ha crecido el pelo.

Y era cierto. El pelo de ambos chicos había crecido, no de manera exagerada, pero sí uno o dos centímetros. Además de eso, los dos mostraban ahora una sombra bajo la nariz definiéndoles el bigote, por lo que el tiempo que llevaban en esa habitación debía empezar a ser significativo.

-¿Y por qué no nos saca nadie? –Preguntó de nuevo Iván.

-No lo sé – la voz de Nicolás sonaba más sincera y dañada que nunca-. Empiezo a pensar que no nos van a sacar nunca.

Iván sintió un nudo formarse en su garganta.

-Y cuando la bombilla de la habitación se apague, ¿qué? –Siguió Nico-. ¿Tendremos que vivir a oscuras, o vendrán a cambiarla?

Una vez más, Nicolás se preocupaba por cosas que ningún otro ser humano ni siquiera se cuestionaría.

-Puede que lo que pase sea que nos mate a todos, y que su efecto sea como el del Sol al apagarse –contestó Iván, introduciéndose en su mundo.

Nicolás rió.

-Vas pillándolo –dijo.

-¿El qué?

-Mi manera de analizar las cosas. Te la estoy contagiando, ¿no?

Iván también sonrió.

-Espero no acabar tan ido de la cabeza como tú.

-Y si supieras que se va a acabar, y que vamos a morir aquí dentro, ¿qué harías? –Preguntó Nico.

-Inundarlo todo. Abriría la bañera y dejaría que el agua lo rebosase todo, hasta morir ahogado si hace falta, pero me iría jodiendo a quien sea que nos tenga aquí dentro.

-Buena idea. Podríamos recrear la escena del Titanic aquí dentro; sin Sol que nos caliente y con el agua hasta el cuello.

-¿Y quién moriría por quién?

Nicolás giró su cabeza hacia Iván, y sin perder la sonrisa, respondió:

-Los dos cabían en la tabla, y si el problema era que esta se hundiese, entonces lo haríamos del mismo modo en el que lo hemos hecho todo desde que empezamos. Nos ahogaríamos. Pero nos ahogaríamos juntos.