Capítulo 27

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"—Tienes que ser una señorita siempre, Cristal

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"—Tienes que ser una señorita siempre, Cristal. No vayas por ahí queriendo ser de esas chicas normales, tú no lo eres.

Y esa es mamá con su discurso de siempre. Yo sólo le pregunté si podía salir a jugar al jardín y ella me sale con eso. ¿Qué se supone que tengo que hacer? Sólo soy una niña de 8 años...

—Vete a tu habitación a practicar con el piano —me empujó, sacándome de la habitación.

Pero no me gusta el piano...

Pasan los años y siempre soy la "muñeca" de mamá...

— ¡Cristal! —me levanté de la silla de golpe, tirando el tenedor al piso por accidente. ¿Ya no puedo comer en paz?—Ven acá, te presentaré a un amigo de tu padre.

¿Amigo? Papá no tiene amigos, al menos no amigos que mamá aprobaría. Papá dice que prefiere tener amigos normales, sin mucho dinero y personas de buen corazón, como el vecino de enfrente que siempre nos regala galletas hechas por su esposa. Los hombres que mamá considera amigos de papá, son hombres interesados, hombres que sólo quieren conseguir más dinero sin importar el cómo... y he descubierto que mamá es igual.

Salí de la cocina, dejando atrás mi ensalada con pollo, la única comida que mamá me deja comer, y camino hacia la oficina de papá, donde mamá me espera con el "amigo" de papá. Aparenta unos cincuenta años, cabello negro y ojos negros, negro al igual que su alma.

—Cristal, él es Federico Ferrari, dueño de una compañía muy importante del país —dijo mamá, mientras el hombre agarraba mi mano y se la llevaba a su boca— Federico, ella es mi hija de la que tanto te eh hablado.

—Un placer conocerte, Cristal.

Este hombre no me da buena espina...

Y tenía razón. Cada día venía de visita con algún ramo de rosas, rosas rojas que en ese momento eran mis favoritas. Mamá me hacía pasar horas con él, conversando de nada o a veces él me pedía que tocara el piano. Estaba cansando de eso, ser tratada como la muñeca de la casa que sólo puede abrir la boca cuando nadie la está escuchando para evitar una reprimenda. Pensé muchas veces en decirle a papá lo que mamá está haciendo conmigo pero siempre lo descarto. Él tiene sus problemas personales y no puedo molestarlo por una tontería.

— ¿Qué edad tienes, Cristal? —me preguntó, sentándose a la par mía.

—Tengo dieciséis, señor Ferrari —respondí temerosa

—Federico, llámame Federico.

No sé porque entró en mi habitación, tenía su haberme esperado en el salón, le dije a mamá que bajaría en un minuto, sólo estaba tratando de calmar mis nervios. Ahora estoy mucho más alterada. Me levanté de la cama, caminé hacia la puerta y cuando estuve por abrirla, él me detuvo. Me dio la vuelta y me pegó contra la puerta, con su cuerpo pegado al mío.

— ¿Dónde vas, querida? ¿No quieres divertirte un rato?

Su tacto me enferma, quiero alejarme de él pero no puedo. Empecé a golpear la puerta y a gritar pero sólo gane que me tapara la boca con su mano.

Traté de tranquilizarme, pensando en que podía hacer para salir de su agarre, pero no tenía nada útil cerca así que, con todas mis fuerzas, levanté la rodilla, golpeándolo donde más le duele. Me soltó para agarrarse la entrepierna, gritando del dolor y llamándome puta. Aproveché la oportunidad para salir de la habitación y correr en busca de mamá. No me fue difícil encontrarla, estaba en el salón tomando una taza de café mientras leía una revista. Me arrepentí de haber ido a buscarla cuando dijo sus primeras palabras al verme.

— ¿Ya estuvo? —Preguntó sorprendida y luego rió— Bueno, supongo que es normal para su edad.

— ¿De qué hablas, madre? —pregunté deseando que no fuera lo que creo que es.

— ¿De qué voy hablar, Cristal? —volvió su vista a la revista, pasando la página— Tuvieron relaciones, es normal en las parejas.

Ella lo dejó pasar á mi habitación, ella le autorizó a... ¿Por qué? ¿Qué hice para merecer eso? ¿Dónde está mi madre? ¿Qué pasó con la mujer que me cantaba por las noches y me llamaba su "niña querida"? ¿Por qué....?

— ¡Maldita bastarda!

El grito de "Federico" me sacó de mis pensamientos, volviéndome a la realidad. Bajó las escaleras de dos en dos pero yo fui más rápida y salí corriendo a la oficina de papá. Ahí me encerré con llave, sentándome enfrente de la puerta, con mi espalda recargada en esta mientras las lágrimas salían sin parar. Sabía que había algo raro en todo esto pero nunca creí que mamá llegaría tan lejos. Ella es interesada y no tiene el mejor corazón pero... ¿Hacerle esto a su hija? ¿Qué clase de monstruo es? ¿Qué más ha hecho? Prometí no volver a confiar en ella...

Pasé lo que restaba del día en la oficina de papá, llorando y tratando de olvidar las manos del hombre de mi cuerpo. Dios, ni siquiera le importó que fuera menor de edad. Es un enfermo...

Faltando seis minutos para las ocho, la puerta se abrió y no dudé ni un segundo en saltar a los brazos de papá, llorando en su pecho.

Luego de ese día, papá no volvió hablarle a mamá y se encargó de ponerme a un hombre de seguridad para que cuidara de mí. A lo que tuvimos que llegar, un guardia para cuidarme de mamá y de sus ideas.

Vaya locura...

Fue un día de invierno que estaba caminando por el parque, con León siguiéndome de cerca. El invierno vino con una hermosa nieve blanca, cubriendo el césped y la Copa de los árboles, volviéndolos fríos pero hermosos a la vista. Después de tanto drama en casa, decidí salir a dar un paseo para alejarme de mamá y sus gritos. Es triste ver como la relación de tus padres se convierte en algo "bueno" a algo tóxico y enfermizo. Mamá sigue dando vueltas en la casa por más que papá la corra, y la única razón por la que no la ha sacado a la fuerza es porque está enfermo. Papá tiene cáncer y cada día va avanzando más. Es un tema que me tiene preocupada por él... y también por mí. A pesar de que ya tengo diecinueve años, no sé qué será de mi vida sin él. Él es el único que me ha cuidado de verdad, es mi padre amado y es el único que es sincero conmigo. Él es quien me ha contado sobre la verdadera forma de ser de mamá, de cómo se encargó de amenazarlo para que dieran en adopción a mi hermano. Me siento como una maldita egoísta cada vez que me lamento por tener esta vida, cuando mi hermano a de haber sufrido mucho, pero por otro lado agradezco que no haya tenido que crecerse con mamá. No sé que le hubiera hecho, pero es mejor nunca saberlo.

Estaba tan distraída que no noté que alguien me llamaba, hasta que una mano me agarró el brazo. No lo conocía, pero sus ojos claro me lograron cautivar.

—Disculpa, ¿tú eres la hija del señor Ricci? Soy Ethan Romano.

Mamá debería saber que no soy tonta, y que después de lo que pasó, no me dejaría convencer sólo por unos ojitos bonitos.

Pero veamos cuál es su plan esta vez. Hoy prometo que no me dejaré.

Esta vez puedo contraatacar.

Esta vez puedo contraatacar

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Hamilton Lover |Serie Hamilton| #2 (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora