Una escritora de novelas románticas que le huye al amor... Irónico, ¿no?
¿Cómo se puede vivir la vida cuando sientes un vacío? ¿Qué pasa cuando te rompen el corazón y luego te quedas... sola? ¿Puedo seguir mi vida como si nada? No sé y de igual form...
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¿Qué haces cuando descubres que tu verdadero padre quiso conocerte, más que eso, quiso ser un padre? Pasé veintiséis años de mi vida maldiciéndolo, a él y a Keller, por haberme abandonado cuando la verdad es que: uno sufrió por querer estar conmigo y el otro sólo me protegía de la hija de puta de Colette. Pasé toda mi vida lleno de odio y rencor hacia ellos, cuando no lo merecían. Miré a Wen y a Wendoly dibujar y me pregunté: ¿Qué clase de ejemplo les daré? ¿Odiar a las personas sin haber escuchado su punto de vista antes? ¿No saber perdonar? ¿Ser un cobarde? Sé que no es del todo culpa mía ya que no tenía ninguna forma de saberlo, sólo fui abandonado en ese lugar además que un niño, menos un niño herido, no razona. Pero ahora soy un adulto con la oportunidad de conocer a su verdadero padre, el hombre que tuvo un accidente que lo dejó en coma y con amnesia... Puedo dejar todo atrás, todo el rencor y el odio para abrir mis puertas hacia un futuro donde podría tener no sólo un padre, sino dos padres, el que me dio la vida y el que me cuidó de pequeño. Ambos merecemos conocernos... pero tengo miedo. Apreté la pequeña y delicada mano de Hollie cuando se recostó en mi hombro, dándome una de sus dulces sonrisas. Sé que ella no me juzga y que me apoyará en cualquier decisión que tome... pero tampoco quiero que piense que se casó con un cobarde inmaduro. ¿Qué clase de esposo sería ese?
— ¿Qué es eso, Wen? —preguntó la psicóloga, agachándose a la altura de las niñas que dibujaban encima de una mesita para niños.
— Es un tigre —movía su cabeza, tarareando una melodía infantil, dándole a entender a la psicóloga que la conversación terminó.
— ¿Qué dibujaste tu, Wendoly? —Wendoly señaló a Hollie— ¿Dibujaste a Hollie? —Ella asintió y luego miró a Wen— ¿Quieres a Hollie y a Wen? ¿Qué hay de Nicolás? —Wendoly me miró y sonrió, le devolví la sonrisa— ¿También quieres a Nicolás?
Wendoly se levantó de la silla infantil, agarró su dibujo y se lo dio a la psicóloga antes de correr hacia mí. La senté en mis piernas, ella me abrazó por el cuello y besó mi mejilla, luego se estiró para besar la mejilla de Hollie. Miré divertido a Wen, pues la pequeña bufó mientras miraba a la psicóloga.
—Wendoly quiere más a Nicolás porque Nicolás siempre juega con ella, es el único que le habla normal y no le pregunta cosas estúpidas —se cruzó de brazos—Usted le hizo muchas preguntas estúpidas y la hizo enojar.
Para sorpresa de todos, la psicóloga rió.
—Entiendo —le sonrió a Wendoly— Lo siento mucho, Wendoly. No quise hacerte enfadar—ella asintió lentamente, aún sin saber si perdonarla o no— ¿Puedes volver a la mesa? Necesito hablar con Hollie y Nicolás.
Wendoly se bajó de mis piernas, obedeciendo como una niña buena. La psicóloga ha evitado llamarnos "sus padres", es algo que ellas tendrán que aceptar de a poco, no las obligaremos a que nos vean como tal ya que todo tiene que ser a su tiempo y cuando estén listas. Nuestra principal prioridad aquí es que ellas se sientan bien y que Wendoly vuelva hablar.
