El aeropuerto Internacional Jhon F. Jennedy, de la ciudad de Nueva York, se encontraba casi despejado de pasajeros y viajantes para el momento en que la castaña y la madre de su mejor amiga, llegaron. Rachell observó la inmensidad del lugar, sus tiendas, restaurantes de comida rápida y otros más íntimos, era impresionante lo enorme de éste. Rodaba su equipaje por el suelo brillante y liso de granitos grises y color crema, mientras su vista se perdía por los ventanales de la entrada, donde caminaban para salir del lugar.
- ¿Estás segura que no te quedarás en casa? –Preguntó la mujer pelirroja a su lado, mirándola con preocupación. Rachell sonrió tenuemente y asintió.
-Estoy bien, muchas gracias.
-Si necesitas algo, no dudes en llamar Rach...
-Lo sé, gracias –Le dio un corto abrazo de despedida y luego ambas se apartaron caminando por la acera de la entrada para coger un taxi. Cuando la castaña se montó en el suyo, lo primero que hizo fue darle la dirección de su casa al conductor, el hombre introdujo su bolso de viaje y el equipaje en la maleta y luego fue a su asiento.
- ¿Es turista? –Quiso saber el señor con amabilidad. Rachell lo observó por unos segundos desde el asiento trasero.
-Algo así, antes vivía aquí.
-Oh... ¿Regresó para quedarse?
-Eso espero –suspiró sin convicción. Miro la ciudad pasar por su lado en su constante y común apogeo, las personas caminando de un lado al otro con rapidez, autos por todos lados, el mal tránsito del medio día. Rachell suspiró sintiéndose en cierto modo; a gusto; por encontrarse en algo de lo que ya estaba acostumbrada, en lo que recordaba, en su hogar. Sin embargo, la sensación de vacío que permanecía en su pecho, desde muchos días atrás, se encontraba allí. Se sentía sola.
Se perdió tanto en sus pensamiento, y en la relajante vistas de su ciudad natal, que fue cayendo en un estado de inconciencia y sin darse cuenta se quedó dormida. Más tarde, el hombre estacionó frente de las gran casona en la residencia privada, esa donde la chica le dio la dirección y se guiró para despertarla.
-Señorita...
-¿Eh?- Abrió los ojos enderezándose en el asiento trasero.
-Hemos llegado.
-Ah, claro –Miró por la ventana atisbando su vieja casa. Respiró profundo, asintió una vez más y sacó el dinero de su bolso. Se lo tendió al hombre y luego bajó en su compañía para tomar el equipaje, se lo entregó y luego se despidió para retirarse.
-Espere, señor ¿Puede esperar unos segundos? –Preguntó, el asintió de inmediato y se adentró en el auto para esperar.
-Será rápido.
-No se preocupe –Rachell dejó el equipaje junto al auto, cogió el bolso y lo guindó en su hombro para luego caminar vacilante por el sendero de la entrada hacia la puerta de la casa, al llegar hasta ésta, respiró profundo, alzó su mano y tocó, cinco minutos después una mujer mayor, vestida con ropa de limpieza, abrió la puerta.
-Buenas tardes, señora ¿Está aquí Mirian?
- ¿Mirian? –Frunció el ceño la mujer- Ella ya no está aquí...
-Lo supuse –Soltó con decepción.
- ¿Puedo ayudarla en algo?
-Sí ¿Sabe donde puedo encontrarla?
- No compartí mucho con ella, cuando mis jefes se mudaron ya tenía algún tiempo desavitada, solo sé que regresó a la casa de su hermana.
-Bien ¿No tiene idea de dónde es?
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Ascendiendo de las Tinieblas - Segunda parte.
RomansaEl dolor de la ruptura y la pérdida había sumergido a Ithan Collins por largos meses. Cuando pensó que ya no quedaba más nada que le dieran ganas de vivir; en su vida, descubre que no todo está perdido. Después de haber atravesado un oscuro pasado l...