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Las manos comenzaron a temblarme, lentamente sentí como las puntas de mis dedos se enfriaban y el nerviosismo se apoderaba de mí. No podía creerlo, esto era grave.
Frente a mí, al fondo del baño, se encontraba Charlotte sentada con la espalda apoyada en la pared, hacía varias muecas de dolor y se sujetaba el estómago, pero no era eso lo que me había impresionado, sino la mancha de sangre en sus pantalones y en parte del suelo donde ella estaba sentada. Mierda, mierda, mierda, mierda. Entonces recordé que estaba embarazada y pensé lo peor.
Había abortado.
—¿Laura?—me preguntó con voz débil. Yo estaba estática en mi lugar.—Por favor...—cerró los ojos a causa del dolor y los abrió nuevamente.—Por favor ayúdame... Laura... Te lo suplico, por favor.—fui consciente de la desesperación en su voz y me vi envuelta en un dilema preguntándome si ella me ayudaría en caso de que la situación fuera contraria. Sin embargo, estaba impactada, impactada realmente y asustada por la cantidad impresionante de sangre.
Ella era la responsable de que casi toda la escuela se burlara de mí y siempre se había empeñado en molestarme. Siempre, jamás tuvo compasión de mí.
Tragué saliva y retrocedí unos pasos. No había nadie más en el baño.
Era una situación muy delicada y ni siquiera podía respirar bien.
Charlotte tenía un aspecto terrible, estaba pálida y débil. Jamás la había visto así, además de que su cuerpo parecía temblar a cada segundo y su rostro era la viva imagen del dolor reflejado.
Por mi mente pasaron todas las burlas e insultos de su parte, así como todas las veces que llegó a molestar a alguien más que no era yo en mi presencia. Quizá no era la mejor persona y quizá yo solo debería irme y ya está. Pero no podía, no podía ignorarla y dejarla desangrándose a morir.
Charlotte no apartaba su vista de mí ni tampoco dejaba de suplicarme con la mirada.
En ese momento olvidé todo lo que alguna vez me hizo y en cuestión de segundos ya había tomado mi teléfono de uno de los bolsillos de mis jeans para llamar a una ambulancia. No lo dudé ningún segundo y salí corriendo del baño en dirección a la enfermería sin saber por qué. Tenía el teléfono pegado a la oreja y agradecí cuando contestaron.
—911, ¿Cuál es su emergencia?—preguntó la voz de una mujer del otro lado de la línea. Crucé el pasillo y vi las escaleras al fondo, no detuve el paso.
—Hay una chica...—dije.—Una chica en el baño. Se está desangrando, creo que está teniendo un aborto, por favor, ¡Tienen que venir rápido! ¡Tienen que ayudarla! Ella...
—Cariño respira. La ambulancia irá en camino. Pero por favor tranquilízate, necesito que me digas la dirección para que pueda ayudarte.—agradecí que la mujer que me atendía fuera tan amable y sin dejar de correr llegué hasta las escaleras y comencé a subirlas sin importar que me tropezara y callera, yo no era quien importaba en ese momento. Todo parecía sacado de una película de drama adolescente.
Sin saber cómo, le di la dirección de la escuela a aquella mujer y ella prometió que llegarían lo más rápido posible. Pero eso no me tranquilizó, estaba aterrada y seguía corriendo, apenas y podía sentir el aire en mis pulmones. Mi mente estaba en blanco y mi corazón latía acelerado. Lo único que veía era un camino interminable, las paredes color crema con líneas azul marino apenas y me eran visibles a los lados.
Corrí tan rápido como pude hasta llegar a la enfermería, abrí la puerta con fuerza sin importarme nada. La enfermera que estaba hablando tranquilamente junto a una chica rubia y de estatura baja, se giró al verme.
—Ha ocurrido un accidente en el baño de chicas, tiene que venir por favor. Ya he llamado a la ambulancia, esto es serio. Una chica se está desangrando.—informé.
Mi voz había salido apresurada y me faltaba el aliento. Jamás sentí tanta presión puesta en mí.
La enfermera no lo dudó, se levantó exaltada de la silla y corrió en dirección mía, fue así como ambas nos dirigimos a toda prisa al baño en el primer piso.
No podía hablar, no podía respirar, no podía hacer nada. Sentía una gran presión en mí que estaba segura de que no se iría. No tuve las fuerzas ni el valor suficiente para entrar al baño nuevamente, me quedé afuera respirando agitadamente con la espalda apoyada en la pared. Sentía una gran impotencia en ese momento. ¿Acaso era una especie de Karma cruel por lo mal que se ha portado Charlotte todo este tiempo? Jamás ha sido de mi agrado, mi imagen de ella siempre fue el de una mala persona pero nunca llegué a desearle nada malo, nunca he sido capaz de esperar que algo como esto le pasara.
Me quedé ahí afuera esperando que no fuera muy tarde y que nada malo le sucediera a Charlotte hasta que oí la sirena de la ambulancia.
Corrí hasta la salida, por fin habían llegado.
Varios paramedicos habían bajado de la ambulancia y colocaron una camilla en el suelo.
—¿Dónde está la chica?—me preguntó uno de ellos, era un hombre de cabello muy corto y joven. Pero no me concentré en eso.
—Es por aquí, síganme. Está en el baño.—y como si todo fuera una cinta que se repetía una y otra vez, corrí nuevamente ignorando el ligero dolor en mis piernas, esta vez con una camilla y paramédicos detrás de mí en dirección al baño.
Mis piernas se movían presurosas pero no se detenían, no hasta que estuve frente aquella puerta azul de nuevo.
—Es aquí, está allí dentro.—indiqué antes de abrir la puerta.
Lo siguiente que ocurrió fue que los paramédicos sacaron a Charlotte del baño en la camilla.
Todo pasaba frente a mis ojos como si yo no estuviera ahí, como si no fuera ajena a la realidad, escuchaba las voces con un deje de desesperación pero no entendía nada de lo que decían.
Ni siquiera me di cuenta de en qué momento el director llegó ahí junto a dos profesores.
—Gracias...—me susurró Charlotte al pasar junto a mí sobre la camilla.
Pero yo ni siquiera pensaba con claridad. Era como si no estuviera ahí, no podía procesarlo todo.
Vi como la camilla seguía su trayecto hasta la ambulancia y como la enfermera entraba en esta junto al Charlotte.
El director comenzó a indicarle a uno de los profesores que llamaran a sus padres y fue entonces cuando aproveché para alejarme de ahí.
Esperaba que no fuera muy tarde, ¿cuánto tiempo había estado ahí Charlotte?
Todo había pasado tan rápido. Seguía respirando agitadamente, todo a mí alrededor me daba vueltas.
¿Ella estaría bien? ¿Salvarían al bebé? ¿Estuvo bien lo que hice?
Cuando me di cuenta, estaba frente al salón donde tenía la primera clase, donde se supone que debería estar desde hace un buen rato.
Con las manos aún temblorosas, abrí la puerta.
—Señorita Marano. ¿Puedo saber por qué tardó tanto en el baño?
—Yo... Bebé... Sangre... Ella...—comencé a balbucear. Estaba segura de que ninguna de mis palabras tenía sentido, pero aunque intentara, no lograba formar una oración en concreto. No estaba en mis 5 sentidos y lo sabía, ni siquiera podía mirar a un punto fijo.
—Señorita. ¿Se encuentra usted bien? Está pálida.
—No...—respondí en un susurro con voz demasiado débil.
No, no, no. Joder, no estaba bien.
Llevé una mano a mí frente y me recargué en  el marco de la puerta mareada, al mismo tiempo que Ross se levantaba de su asiento y llegaba a mi lado.
¿Acaso no fue muy rápido? ¿Cuánto tiempo pasó? El estaba casi en el medio del salón y ahora estaba a mi lado. ¿Qué demonios?
La profesora le indicó a Ross llevarme a la enfermería, o al menos fue eso lo que logré entender.
Apenas y podía caminar sin dar un paso en falso, de no ser porque Ross me sostenía de la cintura y yo tomaba su otra mano, me habría dado de bruces contra el suelo.
Todo me daba vueltas, me sentía muy mareada. ¿Cuándo comenzó a dolerme la cabeza?
Me detuve tan pronto como Ross y yo llegamos a las escaleras, hace unos minutos yo había pasado por ahí corriendo, me sudaban las manos y mi corazón seguía acelerado. Como pude, y con la ayuda de Ross, tomé asiento en uno de los escalones, sentía mis piernas temblar, me llevé las manos a la cabeza. Seguía sorprendida, impactada.
¿Charlotte en serio había abortado a propósito o fue un accidente? No podía sacar de mi mente la imagen de ella y la sangre a su alrededor.
No tenía nada en contra del aborto, desde luego que no.
Cada quien era libre de hacer lo que quisiera con su cuerpo, además la sociedad no era nadie para prohibirle a una chica hacer algo. Era como el consumo de drogas, todo el mundo sabe que está mal y que prácticamente es una muerte lenta pero nadie lo impide ni se opone del todo.
¿Cómo la sociedad puede juzgar algo cuando existen personas haciendo cosas peores?
La mayoría cree que abortar era un asesinato, pero no es así, ni si quiera existe un bebé como tal, no puede llamarse así hasta los tres meses y un aborto solo se practica antes de ese tiempo.
Tampoco es que crea que es la mejor decisión de todas, pero no todas las parejas tienen los medios necesarios para mantener a un bebé o para darle el cuidado que se merece y desde mi experiencia, los orfanatos eran una mierda. Es cierto que todos debemos hacernos cargo de nuestros errores y que debemos de ser responsables siempre pero al no tener medios suficientes, ¿cómo se afronta la situación? Además, no es como si yo o la sociedad pudiéramos hacer algo al respecto independientemente de estar a favor o en contra.
Miré en dirección a Ross, estaba tan preocupado y atento a cada uno de mis movimientos. Ni siquiera noté el momento en que se sentó junto a mí, pero de alguna manera, su cercanía me tranquilizaba demasiado.
—¿Qué está mal?—inhalé aire lo más que pude tratando de llenar lo suficiente mis pulmones.
Le conté todo a Ross, desde el momento en que abrí la puerta del baño hasta que regresé al salón.
Él estaba horrorizado y me hacía preguntarme quién de los dos estaba más pálido en ese momento.
—¿Qué?
—Sé que es difícil de procesar pero...
Dejé la frase sin terminar, Ross estaba sorprendido, la expresión en su rostro era muy clara lo que me hacía preguntarme, si esa era su reacción al oír lo que pasó, ¿cómo habría reaccionado estando ahí?
—¿Dices que esperaste hasta que llegó la ambulancia?—asentí.
—Y eso no fue lo peor, sino que cuando finalmente los paramédicos se llevaron a Charlotte, ella... Me dijo gracias.
—¿Y cómo te sientes con eso?
—No lo sé. Todo este tiempo se ha dedicado a hacer de mi vida miserable.—me pasé las manos por el rostro, era tan confuso.
—Siento pena por ella y por el bebé. No lo merecía, ¿cuánto tiempo crees que tenía?
El hecho de que Ross hablara en pasado me provocó un escalofrío pero lo ignoré a pesar de que es muy claro como terminaron las cosas.
—No tengo ni idea, pero espero que menos de tres meses.
—¿Por qué?
—Porque el bebé, que más bien es un feto, no siente dolor hasta ese tiempo.—respondí, Ross me miró comprensivo y colocó su mano sobre la mía.
—Lo peor del caso, es que al padre no va a importarle.—comentó y casi juraría que pude escuchar un tono de rabia en su voz. No lo culpaba, no cuando se trataba de un alma inocente.
—Me gustaría contradecirte, pero ambos sabemos que estaría mintiendo.
—Lo sé, pero dime, ¿hay algo más que debas decirme?—lo miré asombrada.
—¿Por qué lo dices?
—Porque algo muy dentro de mí me dice que hay algo más que te preocupa.
—Me conoces tan bien.—respondí. Puesto que estaba segura de que la clase en la que estábamos terminaría dentro de poco, también aproveché para contarle sobre lo que Mathew me había dicho esta mañana acerca de mi madre. Confiaba tanto en Ross que simplemente no podía ocultarle nada, además de mi novio, él también era como mi mejor amigo, lo más cercano que alguna vez había tenido a uno.
Además, sabía muy de sobre manera que contaba con él.
Ross se quedó callado por un instante, pensativo, parecía estar procesando nuevamente la información que le había dicho.
—Bueno, he estado ahorrando durante un buen tiempo, tal vez pueda ayudarte con eso, no estoy seguro del precio que aquél tipo vaya a darles pero cuenta conmigo yo puedo...
—No.—me negué al instante cuando me di cuenta de lo que hacía. No podía aceptarlo, era demasiado.—No Ross, de ninguna manera voy a dejar que gastes tu dinero de esa manera.
—Pero Laura...
—No.—lo interrumpí nuevamente.—Sé que lo haces con una buena intención, en serio lo sé, eres tan bueno que incluso estoy segura que no te importaría darme ese dinero y te lo agradezco, no sabes cuánto. De verdad, pero me hace sentir tan mal el hecho de que tú hagas tanto por mí que a veces siento que yo... No hago nada por ti, me hace sentir culpable porque, Ross tú siempre estás ahí, me has apoyado desde el principio aún sin que yo te lo pida y te debo tanto, que simplemente no podría aceptarlo, no cuando a veces siento que yo no hago nada por ti, aunque al mismo tiempo, pienso en lo que podría ayudarte o en lo que podría hacer para que tú estés bien pero no encuentro nada, es que tú no tienes tantos problemas como yo o tal vez...—Ross colocó su mano sobre mis labios impidiéndome hablar. Estaba siendo honesta y algo dentro de mí me dijo que tenía que decirle cómo me sentía. Me miró con tanta ternura que creí que no lo soportaría, ni siquiera podía describir lo que esos ojos mieles me transmitían. Era una de esas miradas que te hacían querer conservarlas eternamente. Me miraba de la manera en la que toda chica esperaba que la miraran. Con tanto amor y cariño.
—Laura no digas eso, que tú me ames es suficiente.—mi corazón latió con fuerza.—Incluso el hecho de tenerte conmigo, es suficiente, además, sé que nadie podría amarme como tú.—en ese momento sonreí y sé que Ross lo sintió porque retiró su mano lentamente de mis labios.
—¿Cómo sabes que lo hago?—inquirí curiosa, aún no se lo había dicho. ¿Acaso era muy obvia?
—Porque yo mismo lo siento. A veces basta con una mirada o con una simple sensación provocada por un toque, para saber que alguien te ama de verdad.—bajé la mirada.
—Volviendo al tema, ¿Crees que yo nunca me he sentido mal? La vida ha sido tan injusta contigo, te arrebataron la felicidad desde muy pequeña y no lo merecías. No lo merecías Laura, además, te lo he dicho muchas veces y te lo repetiré incluso cien veces más si es necesario: Tú harías lo mismo por mí y estoy bien con eso, de verdad, tú me haces feliz y eso ya es demasiado.
—Vale, ya entendí. Yo también te quiero.—se acercó para abrazarme. Me refugié en él como una niña pequeña que quería olvidar su más reciente pesadilla. Apoyó su barbilla en mi cabeza.
—¿Necesitas que te lleve a la enfermería?
—No. Además, no es como si vayamos a encontrar a alguien ahí.—me separé un poco y noté que me miraba extrañado.—La enfermera se fue con Charlotte.—recordé y él asintió.
—¿Qué hay de comer? ¿Tienes hambre? Puedo conseguirte algo si quieres.
¿Era posible que alguien fuera tan tierno? Porque Ross sin duda rebasaba los límites con cada cosa que decía.
Negué nuevamente.
—Estoy bien, descuida, quizá más tarde.—él me miró indeciso, estuvo por protestar pero interrumpí—Sé que estoy pálida y que probablemente no tengo un buen aspecto...
—Sigues siendo hermosa.—sonreí, nadie me había preparado para semejantes palabras. Ross estaba ganando el récord de las frases más lindas que alguien alguna vez me había dicho, en cuestión de segundos.—Pero aún así, creo que te vendría bien comer algo.—completó.
—En serio Ross, no es necesario, lo único que conseguiría si como ahora mismo, serían náuseas. Siempre he sido algo sensible con la sangre, no es lo mismo verlo en una película a verlo en la vida real, créeme, he perdido el apetito.—él seguía sin estar muy convencido.
—Sé que no es fácil, pero no evito preocuparme por ti.
—Lo sé y te lo agradezco. Mira, es normal que me veas débil, sobre todo en estos días pero ya pasará. En serio que no tengo hambre y no quiero terminar en el baño contigo sujetándome el cabello. Simplemente no puedo apartar esa imagen de mi mente y ver toda esa sangre... ¿No estaba en un buen momento sabes?
—No te entiendo. Al menos no la última parte.—suspiré. Da igual, iba a decírselo.
—Tengo el período.—aclaré. Era la única forma de que dejara de insistir, o al menos eso esperaba porque realmente sentía el estómago revuelto.
No supe interpretar la reacción de Ross, me miró sin decirme nada durante varios segundos. Por un momento creí que no diría nada.
—Ah... Vaya, yo... No sabía, lo siento. En todo caso, ¿quieres que te consiga alguna pastilla para el dolor? ¿Un té?—reprimí las ganas de reír. Él era tan lindo, y la manera en que lo dijo, como si yo necesitara alguna especie de cuidado especial o como si la menstruación debiera tratarse con mucha delicadeza. Él solo trataba de entenderme.
—No Ross, tranquilo, no me duele nada, de verdad, estoy bien. Al menos físicamente. Te prometo que si en algún momento necesito algo, te lo pediré. ¿De acuerdo? ¿Eso te deja más tranquilo?—él asintió.
—Bien, pero quiero que sepas que puedes pedirme cualquier cosa.—ahora fue mi turno de mirarlo sin entender. Noté como sus mejillas se tornaban rojizas.
—¿A qué te refieres con cualquier cosa?
—A que soy capaz de pedirle a cualquier chica una toalla o un tampón en caso de que lo necesites.—esta vez me fue inevitable no reír.
No podía imaginarme a Ross acercándose con una desconocida a preguntarle si... De hecho si podía, él era capaz de eso mucho más por lo que mi risa no se detuvo.
—Oye, no te rías, es enserio, solo quiero lo mejor para ti.—mi risa fue remplazada por una gran sonrisa. Tomé su rostro entre mis manos y le planté un gran beso en los labios.
—Lo sé, créeme que lo sé. Pero solo para aclarar, no uso tampones y además ¿cómo sabes tú de ellos?
—Tengo una hermana ¿recuerdas? Y las clases de biología en años anteriores, fueron muy explícitas.—frunció el ceño como estuviera recordando, segundos después negó con la cabeza.
—Eso lo explica pero aún así, gracias, por todo. No hay palabras suficientes para agradecerte y he de decir que si en algún momento tú también llegas a necesitar algo, prometo ayudarte a encontrarlo, no prometo que sea al instante porque vamos, habrá veces en que sea así pero otras en las que pueda tardar, no lo sé. Cuando te digo que ofrezco mi ayuda es en cualquier cosa ¿vale?—él asintió y lo hizo con una sonrisa porque sabía que estaba siendo honesta.
—De acuerdo.
—Y otra cosa... ¿Quién te enseñó a ser tan tierno? Joder, ¿sabes lo que le provocas a mi corazón cada vez que te ofreces a ayudarme en algo o cuando me dices frases tan cursis? No estoy bien Ross Shor Lynch, alteras mis sentidos de maneras en las que incluso besándote no sería manera suficiente para demostrarte todo mi amor. Te pediría que pararas, pero para ser honesta, me ha encantado todo lo que me has dicho en los últimos cinco minutos.—fue su turno de reír.
—Eres todo un caso Laura Marano. Pero me alegra saber que lo que te digo te hace sentir así, supongo que te lo debía por el beso de esta mañana. Nadie me había besado así nunca y espero que tú seas la única chica que lo haga.—no permití que dijera algo más, lo besé de nuevo, e hice todo lo que pude para que fuera de la misma manera en que lo había hecho como en el beso antes mencionado.
¿Cómo le demuestras a alguien que lo amas con un beso?
Quería transmitirle lo agradecida que estaba por el hecho de que fuera tan tierno conmigo, quería hacerle sentir que lo quería más que nada, porque él valía la pena, y estaría demente si en algún momento lo dejaba ir.
Quería demostrarle que estaba eternamente agradecida con él por todo lo que hacía por mí. Lo amaba y no quería que nadie lo apartara de mi lado, quería tenerlo siempre conmigo.
Cuando me separé, Ross respiraba entrecortadamente.
—Voy a comenzar a decirte cosas lindas más seguido.—bromeó, dejé un último beso en sus labios antes de soltarlo.
El timbre sonó anunciando nuestra siguiente clase, por lo que ambos nos levantamos de las escaleras.
—Iré por nuestras mochilas.
—Vale, ¿te parece si nos encontramos en el salón? Iré a buscar a Celesta, necesito hablar con ella sobre lo que pasó ayer después de que ella y Calum se fueran.—Ross asintió y me dio un beso en la mejilla antes de irse.
Caminé por el pasillo aún estando nerviosa, sabía que debía dejar de pensar en todo el asunto de Charlotte, ¿pero cómo iba a hacerlo? No es algo que se olvida de la noche a la mañana. Estaba tan conmocionada y aún no había pensado en el asunto de mi madre. Ni siquiera era el medio día y yo ya tenía la cabeza hecha un lío, aunque por lo menos, mis ideas casi asesinas contra Margaret, se habían detenido, ya no tenía ni idea de qué más debería esperar de ella.
Tenía que poner en orden mis pensamientos, separar cada problema del otro, debía dejar todo el asunto de Charlotte para después, había esperado por alguna conexión con mi madre desde hace años debía concentrarme en eso.
Caminé distraídamente por el pasillo esperando encontrarme con Celesta, y así fue. Estaba guardando un libro en su mochila, me acerqué a ella y tan pronto llegué a su lazo ella alzó su cabeza y me miró con una sonrisa.
—Laura. Me alegra verte, tú y yo tenemos que hablar.—dijo con una sonrisa radiante en el rostro después de cerrar su mochila.
Agradecí mentalmente que tuviéramos la misma clase, por lo que nos encaminamos hasta el salón.
—Justo te estaba buscando para eso, dime. ¿Mis consejos sirvieron de algo? ¿Tú y Calum están juntos?—ella negó riendo.
—No, aún no. Pero, creo que al menos ya sabe que estoy interesada en él. No hubo ningún beso de por medio, solo uno en la mejilla antes de que entrara a casa, debiste haber visto su sonrisa.
—Casi puedo imaginármelo.—Celesta me detuvo tomándome del brazo a mitad del pasillo y me miró con curiosidad.
—Te noto un poco rara, creo que estás algo pálida. ¿Estás bien? ¿Dónde está tu mochila?—tragué saliva. No estaba segura de si debía contarle o no. A pesar de que Celesta no parecía ser del tipo de chica indiscreta, aún no llegábamos a esa fase de amistad donde ambas nos contamos todo.
Estuve por hablar pero dos chicas que pasaron a nuestro lado me interrumpieron.
—No puedo creer que Charlotte haya sido tan tonta como para hacerlo en el baño de la escuela.—comentó una de ellas.
—Lo sé, además. ¿Quién aborta con una píldora? ¿Acaso no pudo haber ido a una clínica?—respondió la otra.
Las manos me temblaron. ¿Cómo demonios se habían enterado?
Celesta me miró confundida.
—¿Tú sabes algo?—inquirió.
En ese momento me di cuenta de que no podía mentir.



Save Me☆~[Raura]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora