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2 años atrás

















*Un mensaje cursi después

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*Un mensaje cursi después... Ahora sí. Aquí está el capítulo :)









2 años atrás

Laura miró con cariño la única foto que tenía de sus padres, la había robado de Margaret días atrás cuando descubrió que la tenía en un álbum de fotos en su habitación, este estaba lleno de polvo y pensó que no notaría la pérdida por lo que la tomó sin más y la guardó consigo.
Era del día de la boda de sus padres, ambos lucían felices mientras cortaban el pastel, tenían una sonrisa radiante y la mano de su padre se encontraba sobre la de su madre, quien sostenía el cuchillo para cortar el primer trozo, los dos se miraban y Laura pensaba que no existía una pareja mejor que ellos, a decir verdad, estaba celosa, porque de cierta forma anhelaba tener a alguien así sin embargo, le dolía el pensar que ninguno de los dos estaba con ella ahora, su padre estaba en prisión y su madre... ¿Desaparecida era la palabra correcta?
Estaba sola, sin la más mínima idea de cómo funcionaban las cosas, 15 años y su débil cuerpo temblaba por el llanto, sintiéndose usada, frágil, asqueada de ella y de la vida, triste, llena de impotencia.
Dejó la foto a un lado y se abrazó a sí misma, sentada en el piso y con la espalda recargada en uno de los costados de la cama, adolorida. Cerró los ojos y deseó con todas sus fuerzas que el dolor se fuera, pero sabía que no lo haría, aquello había sido demasiado, estaba rota, por fuera y por dentro. El corazón destrozado, sus dedos fríos cual cubo de hielo, la cabeza dándole vuelta y sus sentimientos hechos trizas, un mar de emociones, confundida, con la inocencia arrebatada, sin cariño, sin una sola gota, sin nadie que pudiera consolarla, sin nadie en quien confiar, toda ella hecha una mierda, un desastre terrible, su mente sin dejar de torturarla y los recuerdos asechándola. El tacto presente, brusco, apresurado, sin importar el daño y sin amor, el estómago en la garganta y la mejillas húmedas, los ojos llorosos, el maquillaje corrido, rastros de la máscara negra de pestañas y lágrimas corriendo una tras otra, la nariz roja y los sollozos incontenibles. Caótica...
Débil y frágil.
Depresiva.
Sin ánimos.
Llanto incontenible.
Las mangas del suéter rosa aferrándose a sus manos.
Las uñas clavándose en sus palmas cuyo esmalte negro ha comenzado a caerse.
Terrible, sumamente terrible, sin dar crédito a lo que pasaba, la garganta adolorida y sin poder respirar, como si tuviera demasiado peso no solo en sus hombros, sino también en el pecho.
Destrozada.
Sollozando sin parar porque estaba sola, podía desahogarse porque nadie la escucharía. Pero no era suficiente.
Laura se hizo un ovillo en el suelo, abrazando sus rodillas contra el pecho, no quería saber nada, quería huir y escapar lejos, salir corriendo y encontrar una nueva vida, sin embargo, no tenía los medios.
En ningún momento se molestó por contenerse, el suelo estaba frío y el día nublado, pero eso a ella no le importaba ¿por qué tendría que hacerlo?
No se molestó por limpiarse las lágrimas, sino que dejó que las nuevas resbalaran y se llevaran a las viejas.
Lo había hecho otra vez, el mismo error de hace unos años, ¿aprendería alguna vez?
Siguió llorando al recordarlo, los peores años de su vida seguían presentes, jamás se irían, la atormentaban, pero a pesar de todo, ella aún quería creer, quería pensar que el mundo no estaba tan lleno de mierda como ella pensaba y aún así, acababa de comprobar que el daño existía y lo que quería creer no era más que una farsa porque tarde o temprano iba tener que acostumbrarse a la porquería si quería sobrevivir.
Su madre quería que creyera pero ¿cómo iba a tener fe en una situación como esa? Y sobre todo: ¿dónde estaba ella ahora para aconsejarla?
Se había enamorado por primera vez pero lo había hecho terriblemente porque él no la quería de verdad. ¿Qué se podía esperar de un chico dos años mayor? Ella no era la primera en su vida pero él sí. Para Laura, Thomas siempre iba a ser el primero. Le había dado un año de su vida pero pareció no importarle puesto que al final no era quien creía.
Al inicio, todo parecía ir tranquilo, Thomas era paciente, cariñoso, amable, tierno y amoroso, lo que necesitaba en ese momento. La hacía feliz, sí, no iba a negarlo. Se habían conocido en la cafetería donde Laura trabajaba, había estado pasándose por ahí hasta que la invitó a salir. Aquella cita fue su perdición, no sabía nada del amor pero pronto se dio cuenta de que lo que sentía no era amistad, todo fue muy rápido, en un pestañeo él ya estaba besándola y pidiéndole ser su novia.
No recordaba haber estado tan feliz, o algo menos lo era cuando estaba a su lado.
Sin embargo, nada bueno dura por siempre, eso lo sabía muy bi,en y cuando menos se lo había esperado, Thomas le había roto el corazón.
Primero, había descubierto que su propia tía la golpeaba, nunca tocaron el tema y la única cosa que le había dicho al respecto era que no quería tener más problemas puesto que los que él ya tenía eran suficientes.
Era obvio que nadie quisiera cargar con los problemas de Laura, con su soledad, pero estaba cegada y había preferido ignorar sus palabras porque pensaba que tenía razón. Aquello era cosa suya, no de Thomas. Pero lo que realmente le había dolido y no podría ignorar, era la manera tan cruel en la que la lastimó, hace tanto solo unas horas.
La había invitado con la excusa de querer pasar tiempo juntos, mencionó que sus padres no estaban pero Laura era demasiado inocente e ingenua para entender el sentido de sus palabras.
Todo era normal, ambos estaban riendo en uno de los sofás de la sala, de pronto Thomas había comenzado a besarla y no le importó hasta que notó sus intenciones. Él no quería solo un beso, quería ir más allá pero Laura no estaba lista. Tenía 15 y jamás había pensado en llegara hasta ese punto con nadie. No era lo que quería, por lo que intentó alejarse, falló y Thomas no hizo caso a lo que decía, no la soltó y en cambio comenzó a besarle al cuello de manera brusca, sin su consentimiento y sin amor. Tocó su espalda por debajo de la blusa e intentó ir más allá, estuvo por lograrlo hasta que Laura logró empujarlo y librarse. Esa fue la gota que derramó el vaso.
-Eres demasiado trabajo para mí, estás llena de problemas Laura, esto jamás va a funcionar, no me das lo que quiero y no estoy para lidiar con alguien tan inmadura. No eres lo que necesito.
Fue lo menos duro que le había dicho. Todas las demás palabras que salieron de la boca de Thomas aquella tarde eran tan duras que Laura se esforzó bastante por no recordarlas, quería olvidar y borrarlo de su mente, pero era imposible.
Su día había sido terrible y las cosas empeoraron al llegar a casa y encontrarse con su tía Margaret, quien rápidamente notó las marcas en su cuello. Intentó explicar lo que había ocurrido y todo lo que recibió fue una bofetada que por poco y la llevó al suelo.
-¡Eres una zorra!-había sido lo primero que dijo seguido de una gran variedad de insultos, nuevamente, Laura recibió los golpes su tía una y otra vez, sin justificación y sin piedad.
No pudo defenderse, no era valiente, no tenía fuerzas. Aún se preguntaba cómo es que había logrado llegar hasta su habitación y tan pronto escuchó la puerta de la entrada cerrarse, Laura se había soltado a llorar, le fue imposible no quebrarse en ese momento tan miserable.
Nuevamente veía como otras persona importante se iba de su vida, aunque había una gran diferencia puesto que...
Él jamás había querido quedarse.
Thomas no solo era la razón del dolor sentimental, sino también del físico, probablemente, si no hubiera intentado "abusar" de ella, las marcas en el cuello de Laura no existirían y Margaret no habría tenido razón para enfadarse con ella, mucho menos para golpearla.
Estaba tan cansada, solo tenía fuerzas para llorar y más tarde, para autolesionarse. Dos cortes en el antebrazo, lejos de su muñeca y no tan profundos como Laura habría deseado.

Save Me☆~[Raura]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora