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»Cada comentario aumenta la probabilidad de que R5 vuelva.«

Era más de medio día, me balanceé lentamente y miré hacía mis pies que se movían atrás y adelante.
Las frías cadenas del columpio hicieron contacto con mis manos. Era un día caluroso pero a pesar de eso yo llevaba una chaqueta que es bastante ligera encima, las cicatrices de algunos de mis cortes no se han ido del todo y a veces dudo que vayan a desaparecer alguna vez, por lo que prefiero esconderlos y así evitar pensar en esos tiempos.
Permanecí tranquila y traté de no abrumarme lo suficiente, no era capaz de levantar la mirada, todo lo que observaba eran mis pies moviéndose con el pasto verde de fondo, había sido una semana algo difícil después de todo, con tantas cosas en qué pensar, necesitaba un respiro.
Después de lo que pasó con Charlotte y que Celeste me preguntara si sabía algo, las cosas habían estado bastante incómodas en la escuela. A pesar de que ella había entendido y prometió no decir nada, todo el mundo se preguntaba entre susurros y murmullos, quién había sido la persona que llamó a la ambulancia. Yo por supuesto, traté de pasar lo más desapercibida posible, sin embargo, al medio día, me habían llamado a la oficina del director, los padres de Charlotte y Mathew estaban ahí junto a él esperándome.
Tan pronto como entré a la oficina ambos se arrojaron sobre mí mientras me agradecían una y otra vez el haber salvado la vida de su hija, a lo que simplemente pude responder con un "No fue nada", el cual ellos no parecieron escuchar, puesto que en seguida me dieron un sobre que contenía un cheque con una alta suma de dinero en muestra de agradecimiento y aunque traté de negarme, ellos simplemente insistieron hasta que acepté tomarlo lo más raro de todo el asunto, fue que los padres de Charlotte resultaron ser en lo absoluto, maravillosas personas, o al menos así se portaron conmigo. Al parecer no tenían ni idea de que yo era la chica a la cual su hija parecía odiar puesto que siempre trataba de hacer mi vida miserable. De cualquier forma estuvieron cerca de media hora dándome las gracias una y otra vez mientras me repetían lo buena persona que era. Lo único que podía hacer era intentar sonreír.
Para cuando finalmente ellos terminaron de agradecerme el director también lo hizo, dándome todo un sermón sobre la solidaridad y la importancia de ayudar a las personas, en ese momento yo quería salir corriendo de ahí. Mathew por supuesto, solo se había limitado a mirarme divertido percibiendo toda mi incomodidad. Aunque de no ser por él, el director habría montado todo un espectáculo frente a toda la escuela, para darme las gracias y darle un ejemplo a los demás estudiantes.
No estoy segura de cuánto tiempo pasé en esa oficina pero puedo afirmar que fue una de las cosas más incómodas de mi vida.
Pero, la historia no termina ahí puesto que al día siguiente ocurrió uno de los milagros más inesperados: Todas las burlas, los malos tratos, las miradas, así como algunos de los insultos y las notas en mi casillero... Desaparecieron. De pronto, había dejado de importarles a todos el hecho de que Charlotte me hay humillado frente a toda la cafetería con el asunto de mi padre. De un día a otro, mi vida privada había sido opacada por completo dado que lo único de lo que se hablaba en los pasillos de la escuela era de Charlotte y el aborto que había sufrido. Todos debatían sobre lo mal que su novio se portó con ella y lo supuestamente "estúpida" que había sido por haber hecho algo así en la escuela. En su momento no podía creerlo, todo mi sufrimiento en la escuela se había ido por el caño de la noche a la mañana y yo no sabía si estaba soñando o lo que sucedía era real. Sin embargo no podía dejar de sentir empatía hacía Charlotte. No podía ni imaginarme lo mal que lo pasaría cuando regresara a la escuela, si es que lo hacía claro.
Los siguientes días fueron casi lo mismo, no hubo nada nuevo, mi vida siguió "normal" con Margaret intentando atacarme y Mathew defendiéndome siempre.
Pero ahora... Ahora estaba aquí, en uno de los columpios del parque esperando porque Ross apareciera. Lo había citado aquí para mantenerlo al tanto del asunto de las cartas de mi madre, lo que era un tema tan complicado para mí, por más que intentara, el recordarlo me ponía mal, no dejaba de imaginar en esas cartas y su contenido, el cual, tal vez no estaba del todo lista para leer, si es que las conseguía claro.
Decidí detenerme y mirar hacia el frente. Ross se estaba tardando... Oh esperen. ¿Quién es ese chico rubio casi frente a mí? Vaya... Tal vez lo invoqué.
Fruncí el ceño notoriamente tratando de adivinar si recién llegaba o lo había hecho desde hace un rato.
Detuve el movimiento del columpio cuando comenzó a caminar en mi dirección.
—Hey...—saludó antes de inclinarse y besar suavemente mis labios. ¿Mencioné que aún estoy en el proceso de intentar confesarle que lo amo?
—¿Hace cuanto llegaste?—pregunté mientras el tomaba asiento en el columpio a mi izquierda y comenzaba a balancearse.
—Hace como 10 minutos, pero estaba observándote. Me gusta hacerlo muy a menudo, te ves aún más atractiva cuando estás concentrada. Si te digo que no me aburrí en ni un solo segundo, ¿me creerías?—reí con la ternura invadiéndome.
—A mí también me gusta mirarte, pero gracias supongo.
—¿Significa que me crees?
—Lo hago. En tu lugar, sé que podría decir lo mismo.—me dirigió una pequeña sonrisa antes de seguir balanceándose.
—¿No tienes calor por cierto? Hace un buen clima hoy pero estamos casi en verano. ¿Por qué no te quitas la chaqueta?—me removí incómoda.
—Mmmm... Bueno… Es que no me gusta que se vean mis cicatrices, prefiero evitarme el que las personas me miren y se hagan preguntas, además, estoy bien, créeme ya me he acostumbrado.
Ross se detuvo por un momento y me miró apenado.
—Lo siento.
—No importa. Sé que probablemente no lo sabías.
—No, de hecho no pero descuida. En algún momento se irán y entonces no tendrás que preocuparte por eso otra vez.
—Gracias.
—Pero dime. ¿Mathew consiguió averiguar el precio de las cartas? —me moví ligeramente hacía atrás antes de impulsarme nuevamente al frente.
Podía oír el chirrido de las cadenas cada vez que Ross se mecía.
Era tan raro, por un momento éramos como dos niños compartiendo algo.
—No exactamente. Dijo que habló con el tipo y únicamente aceptó verse con él hoy en el mismo lugar que hace unos días. No quiso dar un precio.
—Interesante. Uhmm... Entonces, ¿realmente crees que las tiene?—lo miré atenta y me encogí de hombros.
—Eso creo. Quiero pensar que todo esto es real y no una pérdida de tiempo, quiero decir, finalmente tengo una ligera esperanza acerca de mi madre, quizá encuentre algún indicio de su paradero, pero no lo sé. Tampoco quiero ilusionarme mucho.
—Bueno, pero por algo se empieza. Además, ¿Qué caso tendría que citara a Mathew?
—Tal vez solo quiere dinero.
—Sí pero Mathew no es de la clase de tonto. En todo caso, en cuanto vea que él no tiene las cartas como realmente prometió, se irá y eso no le conviene. Además, es probable que tenga información sobre él, no le conviene mentir a ese tipo.
—Tal vez tiene razón pero ¿Y si lo hace?
—¿Entonces por qué estaría su nombre y su teléfono en la agenda de Margaret? De alguna u otra forma es sospecho y parece estar incriminado al igual que todas las personas que se encuentran ahí. Además, podríamos investigarlo y descubrir las cosas que hizo por Margaret. Créeme, no le conviene mentir.—repitió, por lo que medité por unos segundos.
Una parte de mí quería ser optimista pero la otra decía que debía prepararme mentalmente en caso de que todo resultara una mentira. Lo peor era que ni siquiera estaba segura de en qué momento comencé a dudar sobre la existencia de esas cartas.
—Tienes razón.
—Entonces, ¿vas a utilizar el dinero que te dieron los padres de Charlotte para eso?
No dije nada por un momento. No había pensado en eso aunque no era mala idea.
—Creo que podría hacerlo.
—Espero que lo tengas en cuenta ya que no quieres aceptar mis ahorros.—me detuve a mirarlo.
—Ross...
—Ya sé, es demasiado para ti, no me molesta, pero tú no estás de acuerdo, y está bien. No hagamos un lío de esto. Cambiemos de tema.
—Bien. ¿Calum te ha dicho algo nuevo sobre Celesta? Con todo el asunto de Charlotte en la escuela y el hecho de que estemos por comenzar los exámenes finales, me he olvidado pedirle los detalles.—Ross rió y tan solo me limité a apreciarlo.
—Creo que Calum está bastante enamorado ahora.
—¿No lo estaba ya?—pregunté confundida.
—Tal vez. Pero supongo que ahora lo está más teniendo en cuenta que Celesta está interesada en él.
—¿Cómo lo sabes?—me miró alzando las cejas.
—¿No es obvio? Se le ve en el rostro, además. En ningún momento ha demostrado lo contrario, todo parece indicar positivo. Y asumo que de no ser así, tú ya nos lo habrías dicho. ¿Cierto, Laura?
Rayos, ¿por qué tenía que ser tan astuto?
Titubeé por un par de segundos hasta que finalmente dije:
—Me conoces tan bien.
—Lo hago. De todas formas, nunca vi a Calum tan feliz, debiste ver su rostro cuando a la mañana siguiente después de haber ido al cine, me contó sobre el beso en la mejilla que Celesta le dio como despedida. Creí que le daría un infarto.
Celesta también me lo había dicho mientras sus mejillas se sonrojaban tiernamente.
—Eso es muy dulce. ¿Así reaccionaste la primera vez que nos besamos?—me animé a preguntar.
—Oh nena, no dormí en toda la noche, no podía dejar de pensar en ti. ¿Mencioné que mi hermana casi me golpea con un sartén para quitarme la estúpida sonrisa del rostro según ella?—sin poder evitarlo sonreí al imaginarlo. Jamás me creí capaz de provocar tanto en un chico.
—¿Y cómo se sintió?
—Como si hubiera estado mucho tiempo por eso.
—¿Ah sí?
—Sí. Desde que Rocky nos interrumpió en mi cuarto la vez que te llevé a casa luego de me lo contaras todo.
Mi mente retrocedió el tiempo a través de fechas y fechas así como de momentos hasta finalmente llegar hasta el recuerdo que deseaba. Habíamos estado tan cerca ese día, pero simplemente no ocurrió, la puerta fue abierta y ninguno de los dos mencionó algo después.
—Vaya. Eso me hace sentir nostálgica.
—¿Por qué lo dices?—ladee mi cabeza apoyándola sobre mi mano, la cual sostenía firmemente una de las cadenas que sujetaba el columpio.
—Ha pasado mucho tiempo después de eso. De hecho, la última vez que estuve aquí fue cuando me decidí a contártelo todo. Aún recuerdo ese día, tú me abrazaste y yo a ti como si tuviera miedo de dejarte ir. Nada nunca se sintió tan bien.—dejó de columpiarse para colocar su mano sobre mi rodilla.
—Lo sé. Y jamás me arrepentiría de eso.—lo besé en respuesta.
Continuamos hablando por un largo rato mientras nos columpiábamos al mismo tiempo.
Más tarde, Ross me acompañó a casa, cuando llegamos, Mathew estaba saliendo en dirección a su auto.
—¿Ya te vas?—pregunté cuando nos acercamos.
—Oh hola chicos. Sí, aún hay tiempo pero...
—Genial. ¿Margaret está adentro?—señalé en dirección a la puerta.
—Eh no pero...
—Espérame aquí, no tardo.—dicho esto, entré y corrí escaleras arriba.
No podía dejar que Mathew se fuera sin mí, ya era hora de que me dejara involucrarme en más cosas, además, se trataba de mi madre y en caso de conseguir las cartas, quería estar presente y sacarle la información suficiente a ese tipo.
Tan pronto llegué a mi cuarto me miré en el espejo, había decidido mi atuendo hoy en la mañana pensando en eso. Por fortuna, la Señora Millers me había dado el día hoy puesto que no había abierto la cafetería hoy, su hija se casaba esta tarde por lo que tenía entendido.
No solía usar falda muy a menudo pero la que llevaba hoy era de mezclilla y hacía juego con las medias negras que había elegido, además la blusa de encaje rojo y negro sin mangas hacía juego junto a mi chaqueta negra. Sin embargo, si quería parecer mayor, tendría que esforzarme un poco más. Así que sin dudarle, cambié mis Converse por unos pequeños botines negros que había comprado hace un tiempo en rebaja, eran encantadores y bastante cómodos por lo que mi salario de ese mes en la cafetería se fue directo en ellos.
Una vez que terminé de ponérmelos corrí en dirección al baño. Tomé el escaso maquillaje que tenía y lo apliqué en mi rostro mirándome al espejo. No solía hacer muy a menudo estas cosas, por lo que esperaba que el resultado fuera por lo menos aceptable.
Terminé de aplicarme el rubor, acomodé cada cosa en su sitio y fui directamente a mi armario.
Busqué en los bolsillos de mi abrigo y tomé el sobre donde se encontraba el cheque que me habían dado los padres de Charlotte.
Una vez que me aseguré de tener mi celular y mis llaves en los bolsillos de mi falda, salí de mi habitación y caminé escaleras abajo estando ansiosa. Ahora solo tenía que convencer a Mathew de dejarme ir, aunque también podía subirme en su auto a la fuerza o recurrir al plan C, que era obligar a Ross a llevarme.
—Listo.—dije y cerré la puerta detrás de mí.
Ambos me miraron confusos.
—¿Nos vamos?—inquirí tratando de poner mi cara más tierna y mis manos en mis bolsillos.
—¿Qué? No estarás pensando que voy a llevarte conmigo ¿o sí?
—Desde luego que sí.—respondí.
Ross no dejaba de mirarme sin embargo. ¿Era eso una buena señal? Porque creo que comenzaba a tener una cara de embobado.
—De ninguna manera. ¡No!—se negó Mathew instantáneamente. Justo como pensé.
—Oh vamos. ¿Por qué no?
—Laura es un bar. Ni siquiera te dejarán entrar no tienes 21.
—¿Y? ¿Acaso no luzco lo suficiente mayor? En todo caso, siempre puedo colarme por la parte trasera.
—Es peligroso aún así. Ross. ¿No piensas decirle algo?
El susodicho apenas y podía hablar. Estaba en una especie de trance de conmigo o algo por el estilo. ¿Tan bien me veía?
—¿Eh? ¿Qué?
—¿No piensas decirle algo?—insistió Mathew. Ross se aclaró la garganta.
—Mmmm, sí. Luces muy linda.
—Gracias.—Mathew rodó los ojos.
—No me refiero a eso.
—¿Ah no?
—No. Demonios, no sé ni por qué me esfuerzo.—maldijo.—No puedes ir Laura.
—Se trata de mi madre. No causaré problemas lo juro. Traje mi gas pimienta.—saqué el pequeño frasco de uno de los bolsillos de mi chaqueta esperando convencerlo.—Y por si no es suficiente. Tengo mi identificación.
—¿Cuándo te la dieron?
Ahora Mathew parecía estar confundido.
—Me llamaron hace unos días, fui a recogerla después de la escuela pero olvidé decírtelo. ¿Qué dices?—él pareció pensarlo.
—Se supone que tengas 21.
—Pero no voy a beber nada. Vamos. Prometo que si no me dejan entrar me quedaré en el auto y no diré nada. ¿Sí?—me esforcé por lucir lo más adorable posible.
Era como cuando tenía 6 y trataba de convencer a mis padres para que me compraran dulces o juguetes. Esperaba no haber perdido mi toque.
Pude ver la duda en el rostro de Mathew y como lidiaba con toda una lucha interna acerca de dejarme ir o no.
Finalmente terminó accediendo. Y fue entonces cuando Ross reaccionó.
—Esperen. Yo también quiero ir. No es justo.
—No te van a dejar entrar Ross. Eres menor de edad.—recordé.
—¿Y qué hay de ti? Lo eras pero no lo sabías hasta hace poco. ¿Cómo vas a demostrar lo contrario?
Parece que alguien no ha escuchado lo suficiente.
Saqué la identificación que estaba en el mismo bolsillo que mi teléfono y se la mostré.
—Oh mierda...—exclamó.
—Si bueno. No te servirá si te dicen que la edad mínima es de 21.—recordó Mathew.
—Lo que sea. Se nos hace tarde.
—Pero...—me acerqué y besé a Ross a modo de despedida.
—Prometo mantenerte informado de todo. Te llamaré en cuanto lleguemos y si es necesario ¿de acuerdo?
Puesto que Ross pareció no tener otra opción, también terminó accediendo no muy convencido.
—Bien. Pero ten cuidado.—sonreí antes de abrazarlo mientras Mathew entraba al auto y lo encendía.
—Lo tendré. Descuida.—me separé y besé su mejilla.—Te quiero.
—Yo a ti.
Y con esos último rodeé el auto y abrí la puerta del copiloto. Me despedí una vez más de Ross con la mano y entonces entré poniéndome el cinturón de seguridad.
Hoy sería un día largo sin duda.

Save Me☆~[Raura]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora