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No sabía con certeza el tiempo que había transcurrido, pero eso no evitó que me asustara el timbre que indicaba el final del receso, para ese entonces ya no lloraba pero aún me sentía mal y las imágenes del pasado seguían como una tormenta sin fin.
—Deberíamos irnos. —no dije nada ante las palabras de Ross y me limité a levantarme del suelo con su ayuda.
No había hecho ningún comentario, se había limitado a abrazarme cuando lloraba. Y eso era todo lo que yo necesitaba.
—¿Y tú no deberías ir por tu mochila?—pregunté.
—No quiero dejarte sola.
—Está bien. Me iré a casa y nos vemos después. Te aviso cuando llegue. Gracias por todo.—me acerqué para besarlo y apresuré el paso cuando los demás estudiantes comenzaron a aparecer para dirigirse a sus clases.
No podía sentirme más patética luego de todo esto.
Me aseguré de que el gorro de la chaqueta permaneciera en mi cabeza a medida que avanzaba a la salida. Si bien no iba a quedarme a esperar que los demás se burlaran e hicieran comentarios nada agradables sobre la situación de mi padre, no estaba dispuesta a aguantarlos. Todo lo que quería era algo de tranquilidad por el momento mientras asumía la triste realidad de mi vida y la crueldad de algunos.
Salir de la escuela fue fácil, aún si un guardia hubiera intentando detenerme, cosas que no pasó, yo hubiera seguido mi camino a casa. Ya no quería pensar en nada, porque cuando lo hacía, aquél momento en la cafetería se repetía cruelmente en mi mente acompañado de los malos tratos que sufrí en años anteriores y la última vez que estuve con mi padre en casa.
Nada de esto era su culpa, no tenía idea de cómo la nota llegó a manos de Charlotte y me lamentaba por eso a medida que caminaba por las solitarias calles.
¿Qué pensaría Calum ahora? No me sorprendería que dejara de ser mi amigo pero seguía asustándome lo que pudiera suceder con los hermanos de Ross. No quería problemas para él. Ya ha tenido suficiente lidiando con los míos.
Pero todo es mierda ahora y son este tipo de situaciones las que cambian drásticamente. Ayer todo era risas y amor en esa azotea junto a Ross y hoy no pude haber iniciado el día de la peor manera. A decir verdad, me arrepiento de haber ido a la escuela. Quizá el hecho de mi alarma no sonara, era una señal de que debía faltar para evitar esto. Me arrepiento de aquello por instantes pero recuerdo que no importa el día, Charlotte iba a esperar a que pareciera y de todas formas iba a revelar ese secreto cuando tarde o temprano yo pusiera a penas un pie en la escuela.
Me pregunto el tipo de comentarios que me harán de ahora en adelante o si me culparan cuando a alguien más se le pierda algo. ¿Qué clase de burlas hirientes van a hacerme? Porque lo cierto es que no voy a salvarme de todo eso. A menos a que ocurra un milagro y los demás lo olviden.
Como si eso fuera posible...

Comencé a dudar acerca de mi suerte cuando al entrar a casa escuché ruido en la cocina. Mis sentidos se pusieron alerta y mi mente me gritó que huyera y era justo lo que iba a hacer hasta que una voz que no era la de Margaret me detuvo.
—¿Tú eres Laura?—me giré sobre mis talones.
Justo en el pasillo que da directo al patio trasero y la cocina, estaba un hombre descalzo, con camiseta blanca, alto, piel casi bronceada, parecía tener la edad de mi padre o Margaret. Su cabello parecía ser muy ondulado y negro, al igual que la barba que tenía. Sus ojos eran casi del mismo color, casi podía jurar que eran negros pero quizás se trataba de un café demasiado oscuro. No recordaba haber visto a ese hombre en mi vida, sin embargo él sí parecía conocerme y sostenía una botella de agua en su mano.
—¿Se supone que debo responder? ¿Señor?—en esos momentos no sabía si debía irme o quedarme a averiguar qué hacía ese sujeto extraño en casa.
—Soy amigo de Margaret. Mi nombre es Mathew Roosevelt.—asentí sin importancia y me dirigí a las escaleras.
No era la primera vez que Margaret traía hombres a casa y ya había oído hablar de él.
—Oye, espera.—me detuve.
—¿Sí?
—¿Puedo hablar contigo?
—¿Sobre qué?—el tal Mathew miró a su alrededor.
Si esto no era extraño, ¿Qué más podría ser?
Hizo varias señas para que me acercara, ni de loca iba a hacerlo. Él bien podría ser peligroso si era amigo del espécimen que tengo por "tía".
—Oh vamos, acércate.—me susurró.
—No, ni de coña.—noté como se frustraba. ¿Era tan importante lo que quería decirme?
—No crees que si quisiera hacerte daño, ¿Lo hubiera hecho desde el momento en que llegaste?—él tenía un punto pero igual no iba a acceder, comencé a subir las escaleras.
—Laura, por favor. Es sobre Jonh.
Jo-der. Me detuve en seco. ¿Por qué mi padre era el tema favorito de conversación de todos hoy?
—¿Qué?—señaló el cuarto de Margaret seguido de su oído, luego dijo que me acercara y alzó las manos a la altura de sus hombros en son de paz.
Lentamente me fui acercando aún con la mochila sobre mis hombros por si necesitaba salir.
Me acerqué lo suficiente y "Mathew" jaló de mi brazo hasta que estuvimos adentro de la cocina y no en el pasillo. Iba a reclamar cuando habló de nuevo.
—Esto te resultará extraño pero yo trabajaba con tus padres antes de que lo arrestaran. Y déjame decirte que el hecho de esté aquí con Margaret no significa que me agrade, aunque claro, no voy a negar que es buena en ciertas cosas.—hice una mueca de asco. ¿Yo tenía que enterarme de eso?
—¿Qué tengo que ver yo en todo esto?
—¿Quieres que tu padre salga de la cárcel?—asentí.—Bueno, entonces esta información de resultará interesante, Margaret trabajaba en la empresa junto a tu padre. Son hermanos, es bastante obvio. Pero ahora dime: El cometer un fraude y robarle a una compañía, ¿No crees que es mucho para una sola persona?
—Yo creo que...
—Ve más allá y usa tu imaginación tanto como puedas, así se consiguen las respuestas.—me quedé pensativa por un instante cuando otra pregunta asaltó mi mente.
—¿Cómo sé que eres de fiar?—Mathew sacó su billetera de uno de sus jeans, al abrirla sacó una pequeña foto y me la mostró.
—¿Acaso me dirás que nunca viste esta foto en tu antigua casa? ¿No era Mathew el nombre del mejor amigo de tu padre y el padrino de bodas como el tuyo?—tomé la foto de sus manos y miré fijamente la imagen.
Por supuesto que la había visto antes en casa. Aquella foto donde ambos hombres estaban de traje, sonrientes, en una especia de jardín, donde papá tenía su brazo alrededor de los hombros de su mejor amigo, era un gran cuadro que sobresalía en la pared de la sala, papá siempre la miraba con orgullo al igual que cuando hablaba de Mathew. Mierda, tenía razón.
Era él. No lo había reconocido por que en esa foto tenía menos barba y el cabello menos desordenado que ahora, además de que era muy pequeña cuando vi esa foto y nunca me enteré de su apellido.
Le entregué la foto y lo miré bien.
—¿Haz usado la imaginación?—entre cerré los ojos.
—¿Margaret no fue quien...—me indicó que guardara silencio y así lo hice. Esta vez obedecí.
—Ella fue quien ideo el fraude. Tu padre solo la ayudó.—estaba plenamente sorprendida y analizando todo. ¿Era posible?
Mathew se acercó a mí.
—Laura. Margaret está arriba durmiendo.—habló en un tono muy bajo.—No sé bien por qué estás aquí si deberías estar en la escuela pero igual lo agradezco porque nunca he tenido el momento necesario para hablar contigo sobre esto, pero todo lo que debes saber ahora es que estoy haciendo todo lo posible porque tu padre esté libre. En estos momentos estoy trabajando porque le den libertad condicional y a la vez busco pruebas de que Margaret sea culpable. Tú estás todo el tiempo aquí, yo no. Es por eso que puedes ayudarme buscando pruebas que la declaren culpable, yo puedo distraerla y tú buscar. ¿Me ayudarías?—estaba por aceptar cuando la voz de Margaret desde arriba me interrumpió.
—¡¿Mathew?!—el pánico creció dentro de mí como instinto. Miré al susodicho sin saber qué hacer. Me indicó silencio nuevamente.
—¡Voy en un minuto! ¡¿Necesitas algo?!—escuché la manija de su habitación y corrí al fondo del pasillo agradeciendo que la puerta estuviera abierta.
Debido al excesivo silencio que había, pude escuchar la conversación de ambos, pues la cocina estaba demasiado cerca del patio trasero.
—Un poco de café no me vendría mal.—dijo Margaret.
—¿Ah sí? Pues deja que yo lo haga y cuando esté listo te lo llevo a la cama.—ambos dijeron un par de cosas más que no alcancé a oír y finalmente Margaret regresó a su habitación.
Nuevamente el silencio reinaba en el lugar hasta que vi a Mathew acercarse, entonces él también salió al patio.
—Tranquila. No sabe que estás aquí. Pero para no correr riesgos. Este es mi teléfono, podemos ponernos de acuerdo para hablar sobre los detalles de tu padre.—me dió una tarjeta y la tomé sin protestas.
—Gracias.
—Le debo mucho a tu padre. Desde ahora puedes contar conmigo y prometo que haré todo lo posible porque Margaret no te haga daño.
—¿Cómo...
—Te resultará increíble las cosas que me ha contado.—me guiñó un ojo.—Por cierto. Está en el baño ahora, si sale la distraeré para que tu vayas a tu cuarto.—sin más, ambos entramos e hice lo que él dijo.
Era a mí a quien le resultaba increíble que aún tuviera esperanzas con mi padre. No es que de un día a otro vaya a depositar toda mi confianza en Mathew, antes de cualquier cosa me aseguraré de que sea de fiar. Aunque he de admitir que fue un gran acto de su parte que me ayudara con Margaret. Aún estoy en duda con lo que está haciendo por mi padre pero tarde o temprano lo averiguaré. Quizá deba visitar a papá para comprobar esa "amistad" y todo lo que haya dicho su viejo amigo sea cierto.
Me recosté en la cama aún pensando en esa situación hasta que sin darme cuenta me quedé dormida.
En mi sueño las cosas ni eran tan complicadas y Ross y yo estábamos en la azotea de nuevo disfrutando que la vida nos tratara bien a ambos. Supongo que por algo dicen que son sueños. Dudo mucho que algo como eso pueda pasar en la vida real.
Y pude haber seguido soñando con una vida libre de preocupaciones pero alguien tocó la puerta.
—Laura. Margaret salió unos momentos pero me pidió que me quedara y me asegurara de que no trajeras a ningún chico a casa, pero hay uno rubio que dice ser tu novio y está muy preocupado por ti. Dijo que su nombre es Ross. ¿Quieres que le diga que pase?—me levanté de la cama al escuchar a Mathew. Me asomé por la ventana y afectivamente, Ross estaba ahí, con lo que parecía ser una rosa de plástico en su mano. Suspiré antes de abrir la puerta de mi habitación.
—Si te digo que lo dejes pasar, le contarás a Margaret ¿Verdad?—Mathew me miró con asombro.
—Si fuera a hacerlo, no te habría avisado. Además de que sé que te daría una paliza si se entera y eso a mi ¿En qué me beneficia?—medite unos segundos su respuesta.
—¿Le dirías que pase?—él asintió con una sonrisa.
—Solo ten cuidado.—asentí y volví a mi cama sin saber qué hacer por el momento.
Y un minuto después me encontré con que Ross entró literalmente corriendo a la habitación. Le sonreí ligeramente y le hice un pequeño espacio en la cama. Realmente lo necesitaba ahora.
Casi muero cuando me sonrío de vuelta y se acercó para sentarse en la cama.
Me sentí completamente relajada cuando coloqué mi cabeza en su regazo y él comenzó a acariciar mi cabello.
—Te preguntaría cómo estás ahora pero no creo que sea lo correcto.—reí un poco.—Tampoco sé cómo debo iniciar la conversación pero cuando te fuiste me quedé preocupado. Tenía que asegurarme de que estás bien. Así que te compré una rosa.—me mostró la flor que tenía en su mano y la tomé.
—Es muy bonita. Gracias.
—Es de plástico pero supuse que si te daba un ramo de las de verdad te ocasionaría problemas con Margaret y esta no se va a marchitar.—sonreí.
Ross realmente era capaz de mejorar mis días.
Me reincorporé hasta quedarme sentada en la cama, tomé su rostro entre mis manos y lo besé tiernamente. No me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba hacerlo. Sus labios sobre los míos es lo único que siempre estará bien sin importar lo que haya pasado. O más bien Ross, cualquier acto de su parte siempre me hacía sentir mejor.
Él me regresaba el beso con suma delicadeza mientras posaba sus manos en mi espalda.
Me separé cuando mis pulmones necesitaron aire nuevamente y recargué mi frente en la suya.
—Puede que no lo hayas preguntado porque no era lo mejor pero me siento mejor ahora.—Ross se limitó a abrazarme y ambos nos recostamos en la cama.
—No hace falta que te lo diga pero siempre podrás contar conmigo.
—Lo sé. Y te lo agradezco.
—Si es necesario, golpearé a quien sea que se atreva a molestarte.—reí de tan solo imaginar a Ross golpeando a alguien más. Él era la persona más dulce que pudiera existir, no era posible que alguien lo imaginara así. Debería ser ilegal.
—A veces me pregunto si eres alguna especie de superhéroe.—comenté. Él me miró extrañado.—Es que siempre estás ahí dispuesto a salvarme. Siempre que te necesito.
—No tienes que afrontar los problemas tú sola. Y cada vez que me necesites a tu lado estaré ahí.—sonrió.
—¿Esa no es una canción?
—Lo es.—admitió.—Y la verdad es que pensé en dedicártela algún día.—lo miré con ternura.
Jamás me cansaría de repetir que Ross era un amor de persona. Incluso demasiado bueno para mí hasta cierto punto. ¿Cómo no iba a quererlo?
—Oh... Entonces ¿Nunca tendrás miedo si caigo?—cité una de las partes de la canción.
—No. Porque se supone que te salvaré de todo. Además estoy seguro de que no lo harás. Y de hecho...—sacó su teléfono de una de las bolsas de su Jean negro junto a unos audífonos. Me dió un extremo de estos y él se colocó el otro mientras buscaba la canción.—Creo que justo ahora es un buen momento para dedicártela.—dijo antes de que la suave melodía comenzara a sonar a través de los audífonos.

Save Me☆~[Raura]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora