CAPÍTULO 1

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—Hija, despierta— mi madre me movía suavemente
—5 minutos.
—Nada de "5 minutos", debemos ir al aeropuerto, perderemos el vuelo por tu culpa— solté un bufido
—Ya voy, ya voy— dije mientras me levantaba y frotaba mis ojos con mi mano formada en puño. Me dirigí al baño para seguidamente tomar una ducha.
Al salir me vestí con lo único que quedaba fuera de las maletas, una blusa de tirantes holgada de color blanco, unos jeans azul marino y mis tenis converse igual blancos.

Bajé a la sala y en ella se encontraban mi madre, Brenda,mi padre Andrew y mi hermano Emilio.

—Hasta que bajas, Didi— me dice mi hermano un tanto molesto
—Ya, ya, ya estoy aquí.
—Bien, vamonos— dice mi padre levantándose del sofá
—¿Ahora? ¿No vamos a desayunar? Pregunté viendo a mis padres y señalando la cocina
—Ya desayunamos, te estuve hablando y no despertabas— dice mi madre— Ahora vámonos.
—¿Voy a estar todas las horas del vuelo sin nada en mi estómago? Pregunté indignada mientras apuntaba mi vientre
—Ese no es nuestro problema.

Que buenos padres tengo.

Subimos al taxi que por cierto ya tenía las maletas adentro, ¿Cuánto habré tardado? Las demás cosas ya estaban en nuestra nueva casa la cuál solo he visto en fotos.

Llegamos al aeropuerto y justo a tiempo ya que el avión estaba por despegar. Pasamos por revisión para poder abordar.
Nunca antes me había subido a un avión a pesar de ya tener los 18 años.
Todo el vuelo me la pasé con los audífonos puestos escuchando música desde Drake Bell hasta Imagine Dragons.

—Teresa, ya llegamos.
¿Porqué no dejarán dormir a uno en paz?
—Si no te despiertas, te dejamos aquí.
—¿En serio? ¿Porqué siempre me despiertan?— dije ya estando despierta y bien sentada ¿En qué momento me dormí?
—Vamos— bajamos del avión y podía sentir un aire frío en el ambiente
Recogimos nuestras maletas y esperamos a un taxi.
—Allí hay uno— señala mi padre.
Subimos a éste y mi padre le dió la dirección al chófer; menos mal que sabemos hablar bien el inglés, desde pequeños nos hicieron tomar un curso aunque al inicio era muy mala.

Llegamos a nuestra nueva casa y sino fuera porque mi mandíbula está pegada a mí rostro ya se me hubiera caído.
La casa era enorme, parece una mansión y por dentro está aún mejor. Hay una habitación que es un sala de juegos que tiene una pantalla, Xbox con varios videojuegos, un futbolito y mucho más; también hay una biblioteca grandísima con libros de todo tipo.

—Vayan a ver sus habitaciones.

Subí las escaleras y así me dirigí al mi nuevo cuarto.

Al entrar a mi cuarto pude ver las paredes pintadas de púrpura con rosa; mis cosas estaban acomodadas y tengo una cama más grande que la que ya tenía, mi laptop se encuentra sobre mí escritorio y hay muchas cosas nuevas, luego tendré que revisarlas.

Bajé de nuevo y mi hermano ya se encontraba junto con mis padres en la sala.

—¿Cómo es que pagaron está casa? Pregunté señalando alrededor con las palmas de la manos hacia arriba.
—Todo lo paga el nuevo trabajo.
—¿Todo? Pero si sólo eres contador o ¿Es acaso que eres contador de algún mafioso?
—No, no soy contador de ningún mafioso.
—¿Entonces? ¿De quién?
—Voy a serlo de uno de los hombres más importantes de aquí, tiene su propia empresa, es la más grande de Canadá y yo llevaré sus cuentas. Explicó mi padre.

—¿La más grande? ¿Estás hablando de Emporio Mendes?

Preguntó mi hermano algo emocionado.

—Justamentes esa es y por cierto hoy iremos a cenar a su casa— nos señala a mi hermano y a mí—Así que se arreglan, hay que dar buena impresión.
—¿Bromeas? Voy a ir a cenar con uno de los hombres más poderosos de Canadá así hasta me baño— dijo mi hermano e hice cara de asco por lo último, ya decía yo que me llegaba un olor raro.

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Ya eran las 8 de la noche, estábamos en la puerta de la casa del señor Mendes, era mucho más grande que la nuestra. Tuvimos que pasar por un enorme jardín y dos fuentes para llegar.
Me había bañado y hasta me había puesto un vestido color azul chicle que era un poco pegado de arriba y suelto de la parte de la falda la cual me llegaba a escasos centímetros más arriba de la rodilla.
La puerta fue abierta por una señora, bastante linda por cierto.

—Hola, ustedes deben ser los Hernández, ¿Cierto?
—Sí, somos nosotros.
—Pasen— nos hizo un ademán con la mano para que entraramos—Me llamo Karen, oh, ahí viene mi esposo. Un señor no más alto que ella se posicionó a su lado.
—Yo soy el Manuel Mendes— le extendió la mano a mí padre.
—Es un gusto conocerlo en persona, señor Mendes.
—Por favor, solo dígame Manuel.
—Por supuesto. Ella es mi esposa, Brenda— señaló a mi madre— Mi hijo Emilio y mi hija Teresa— nos señaló de igual manera.
—Mucho gusto, ella es mi esposa, Karen, que ya la conocieron y ellos son mis hijos— dijo y en ese momento iban bajando las escaleras unos chicos iguales y ¡Oh por dios! Si son súper mega hiper sexis.
Con sólo verlos bajar me puse colorada, el color se me debe notar hasta China y de regreso.

Los chicos se posicionaeon frente a nosotros justo al lado izquierdo de su padre.

LOS TRILLIZOS MENDES©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora