CAPÍTULO 11

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—Que bueno que se divirtieron— la película había terminado y con ella se acabaron la pizza. Ahora nuestros padres habían llegado y era hora de que los Mendes se retiraran.
Ryan me dió un abrazo y un beso, Shawn me sonrió tímido y levantó la mano en forma de despedida, mientras que Benito me guiñó un ojo.
Vimos como se alejaban en el auto y cerramos la puerta.

—Nash, es bueno verte otra vez.
—Lo mismo digo, señora Hernández.
—Oh, vamos, te he dicho que me digas Brenda.
—Claro, Brenda— Mis padres siempre se han llevado bien con Nash, cada noche lo invitaban a casa para cenar y los sábados veíamos una película todos juntos mientras que los domingos pasábamos la tarde en su casa para una comida entre las dos familias.
—Bueno es hora de irme— se despidió de mis padres y lo acompañe a la puerta— Te veo luego- agarró mi mano y sonrió
—Por supuesto— le di un beso en la mejilla y se fue

—Estamos muertos, mucho trabajo. Vamos a dormir— habló mamá que ya se había quitado los tacones y ahora los tenía en su mano
—No hagan nada malo— nos señaló papá.
Ambos subieron las escaleras y se escuchó la puerta ser cerrara.

Fuí a la cocina para tirar la caja de la pizza, me recargue en la barra mirando el piso y mi bolsillo vibró por tercera vez en el día.

Coquetear con pizzeros
tampoco es de señoritas.
Será mejor que cambies
de pizzería o
simplemente ya no compres.

Cansada de esto apagué mi celular y caminé hacia mi cuarto. Me metí a la ducha y al salir ya estaba más fresca que una lechuga, me cambié y acosté pero poco a poco me fuí quedando dormida.

—¡No! Porfavor, déjame en paz— iba corriendo por el bosque, las hojas secas tronaban con cada pisada que daba, era de noche, se escuchaba el sonido de un búho y solo se notaba la luz de la luna que reflejaba en las copas de los árboles— ¡NO!

Me sujetó por ambos brazos y me estampó contar un árbol. Mi corazón latía desenfrenadamente, sentía que en cualquier momento se me iba a salir. Como pude levanté mi rodilla y le dí en su entrepierna; puso su mano en esa zona y se retorcía de dolor, esa era mi oportunidad para huir y eso hice, corrí y corrí pero me encontré con un acantilado.

—¡Vuelve a mí!— la voz me gritó desde algún lugar del ocuro lugar. No tenía salida, me quedaba correr pero era absurdo, estaba en una jaula donde yo era el león y él era el domador, por más que sea mejor que él, él siempre tendrá el control.
Corrí de nuevo hasta estar detrás de un gran árbol; sudaba y mi respiración estaba entrecortada.
Solo podía esperar lo peor; lo que no entiendo por qué él, porque él tenía que hacerme esto, nunca me lo hubiera imaginado, por mi cabeza nunca paso que él fuera el causante.
Una mano se poso sobre mi hombro y grité, grité lo más fuerte que mi garganta me lo permitió.

—Didi, Didi, despierta— abrí los ojos. Estaba sudando y temblando; Emilio estaba enfrente mío con cara de preocupación y lo abracé, paso su mano por mi espalda.
—Esta bien, ya pasó, fue solo una pesadilla.

Sí, fue solo eso, una pesadilla.

LOS TRILLIZOS MENDES©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora