CAPÍTULO 13

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Pasé por enfrente del parque y unos ojos azules se encontraron con los míos.

—¡Hayes!— hablé con emoción al ver al hermano menor de mi exnovio.
—Teresa— se acercó más a mí— Que gusto verte de nuevo.
—Lo mismo digo— le dí un abrazo que duró como cinco segundos.
—Ayer Nash llegó muy contento y hablando sobre lo bien que la había pasado, te extrañaba. Cuando recién nos mudamos no paraba de llorar por ti— eso me dejó sorprendida, había visto a Nash llorar pero que lo hiciera porque me extrañaba, eso era lindo.
—Yo también lo extrañé.
Caminábamos hacia mi casa, tenía su brazo sobre mi hombro y yo tenía en mío sobre el suyo.
—Esto me recuerda a los viejos tiempos— Se me escapó una risa, me hizo recordar a cuando Nash estaba celoso de su hermano porque decía que aveces pasaba más tiempo con él
—¿Sabías que me gustabas?— dejé de caminar, eso me tomó por sorpresa
—¿Lo dices en serio?
—Muy en serio. Pero te veías muy feliz con Nash por eso no te lo dije. Agarró mi mano y seguimos caminando, se detuvo junto a una moto.
—¿Es tuya?— asintió— Es linda— sonrió.
—Demos una vuelta.
—¿En eso?— señalé a la bestia rodante con cara de horror. Desde pequeña nunca me han gustado las motos.
—Sí.
—Sabes que nunca me he subido a una.
—Pues hoy será tu primera vez— me puso el casco y me ayudó a subirme, él se subió enfrente mío y tuve que sostenerme fuerte de su cintura.
—Porfavor, no tan rápido.
—Como diga la señorita— arrancó la moto y agradezco el que me haya dado su casco, así me siento más segura de que algún bicho no me entre a la boca o pegue en mi rostro.
Pasamos por calles y calles, solo veía casas, edificios, árboles, hasta que se estacionó frente a una gran casa, más grande que la mía pero menos que la de los Mendes, obviamente.
Se bajó y me ayudó para hacer los mismo, me quité el casco y el lo recibió.
Entramos a esa gran y hermosa casa pasando por una reja color plata; la casa era café con ocre y algunas decoraciones que le hacían dar una apariencia de piedra; por dentro era de color blanco con toques color salmón por las orillas. Había sillones negros perfectamente bien acomodados en la sala y frente al más grande se hayaba un televisor sostenido de la pared.

—¡Mamá! Ya llegué— gritó y buscaba con la mirada.
—Hayes, llegaste justo a tiempo— la señora Elizabeth, madre de los ojiazules, está igual a como la recuerdo; se acercaba a nosotros, salió, supongo, de la cocina ya que traía puesto un delantal amarillo con filos en rojo— ¿Teresa? Ouhh, mírate, que grande estás— ¿Qué se supone diga en estos momentos? ¿Usted igual? Nunca he sabido que decir cuando me hacen algún comentario sobre mi persona.
La señora Elizabeth llegó hasta nosotros, le dió un abrazo y un beso a Hayes, y luego extendió los brazos así que correspondí a su abrazo.
—Se ve muy bien, señora Elizabeth.
Le dije al separarnos.
—Oh pero que dices, ya estoy vieja
Hizo un movimiento con la mano y río pero sé que en el fondo a ella le gustó escuchar eso.
—¿Qué te trae por aquí?— me miraba con una sonrisa.
—Yo la traje.
—Pues te trajeron en el mejor momento— sostuvo mi mano y me guío hasta donde hace unos segundos ella se encontraba, Hayes venía detrás. —Will va a venir con su familia y vamos a tener una tarde familiar, y tú— me señaló— te quedarás a comer— Will era el hermano mayor de los ojiazules, es jugador de fútbol americano profesional y está casado con una porrista, ahora tienen una hija. Volteé ver a Hayes y tenia una sonrisa que rogaba que me quedara.
—Está bien, solo aviso en mí casa.
Salí de la cocina y marqué el número de mi padre un tono... Dos tonos... Tres tonos... Contestó
—Didi, ¿Dónde estás?— su voz sonaba preocupada, tal vez por el hecho de que no dije que saldría.
—Fuí al centro comercial y de regreso me encontré a Hayes, me trajo a su casa y ahora Elizabeth me está invitando a comer— terminé de hablar.
—Esta bien ¿Quierés que vaya por ti cuando termine?
—No, está bien, Hayes me llevará de seguro.
—Bien, para la otras avisa donde estas, nos tenías preocupados, diviértete.
—Sí, lo siento, los veo en la noche. Colgué e iba a guardar mi móvil en el bolsillo delantero del pantalón pero en eso sonó por la llegada de un mensaje

No avisarle a tu
padre, está muy mal y
mucho más el irte
con un chico en su
moto.
No olvides que eres
una señorita. 😏💖

¡¿Pero que demonios es esto?! ¿Cómo supo que hable con mi padre? Tranquila, Teresa, tranquila, solo es una broma de mal gusto, solo ignoralo. Trataba de mantener la calma ¿Pero como hacerlo cuando talvez un loco salido del manicomio me está acosando?
Guardé el celular y regresé a la cocina.

—¿Y Hayes?— pregunté al no verlo por ningún lado.
—Fue a hacer una llamada, ya vuelve.
—¡Mami!— gritaron desde la sala y se escuchaban unos pasos acercándose.
—En la cocina, Sky— y en eso aparecio Sky, la hermana menor de los Grier, ella a diferencia de sus hermanos era rubia pero igual que Will tiene los ojos cafés.
—¿Teresa?— dejó de correr hacia su madre y me observó con la cabeza de lado.
—Hola, Sky— moví mi mano en señal de saludo frente a su carita que me veía como si fuera un holograma. Cuando vió que si era yo me dio un abrazo.
—Ya volví. Sky deja a Teresa— Hayes regresó de su llamada.
Se escuchó la puerta de la casa siendo abierta y unas voces provenientes de ella.
—Ya llegaron— dijo Elizabeth emocionada y en eso aparecieron los tan esperados junto a Nash.
Se abrazaron entre todos y solo veía la escena recargada en la barra de la cocina.
—Teresa, que gusto verte de nuevo. Will se acercó a mí y me dio un abrazo.
—Lo mismo digo— creo que esa frase ya la había dicho— Tu bebé es hermoso— volteó a verlo— Ni se parece a ti— añadí y enseguida regreso su vista a mí con el ceño fruncido pero después soltó una carcajada a la que lo acompañé. Todos voltearon a vernos por lo que me hice chiquita en mi lugar, aunque ya conocía a la familia muy bien no dejaba de darme pena frente a ellos lo cual es muy raro porque no soy mucho de avergonzarme.
—Vamos al jardín— todos caminaron por la puerta trasera y salimos al patio donde todo el césped era verde y había una piscina que tenía en una orilla un árbol grande que daba una muy bonita sombra.
—¿Cómo sabes donde vivo?— me preguntó Nash llegando a mi lado.
—Me encontré a Hayes y me trajo.
Hizo una mueca y siguió caminando sin esperarme.
Toda la tarde nos la pasamos comiendo, contando anécdotas y riendo de todo lo que pasaba, como extrañaba esto, pero lamentablemente el día terminaba y tenía que regresar.

—Yo te llevo— Hayes se ofreció a llevarme cuando dije que debía irme
Me despedí de todos y nos fuimos en su moto.
Después de pasar por las calles ya vacías me dejó frente a mi casa y ayudó a bajar.

—Me divertí mucho, gracias por llevarme.
—Fue un placer, señorita— se alejó en la moto y desapareció de mi vista.

Señorita.

LOS TRILLIZOS MENDES©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora