CAPÍTULO 23

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"Siempre hay secretos por descubrir, no todo es verdad"

—Me dejaron sola— me hice la ofendida y les reclamé a los chicos cuando llegué a donde se encontraban sentados riendo de algo.
—Lo siento, Tessa— Ryan me contestó riendo. De seguro el tarado de mi hermano les contó la historia.
—¿Dónde está Mel?— miré por todo lados sin señal de la rubia.
—Didi— Hayes me susurró en el oído al sentarme junto a él en el pasto. Giré mi rostro para quedar frente a él pero al hacerlo me sostuvo del cuello y me besó, no sé por qué razón pero le seguí el beso; nuestras bocas se movían en sincronía pero nos separamos por falta de aire. Junto su frente con la mía tratando de recuperar el aire. Me separé lentamente de él viendolo a los ojos, miré a los chicos pero seguían adentrados en su conversación.
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—¡Mierda!— tropecé con una caja llena de cosas. Hace rato llegamos del parque pero digamos que llegamos algo sucios y mamá nos puso a limpiar el ático que al parecer esta casa tiene y dónde nuestros padres pusieron muchas de nuestras cosas que hace años no veíamos e incluso cosas que no sabemos que son.
—Todo esto es tu culpa— me reclama mi hermano al comerse una telaraña por accidente
—No es mi culpa que te hayas comido una araña, Spiderman— reí por llamarlo como el niño arácnido
—Hablo de que estemos limpiando— pateó una caja pequeña
—¿Mi culpa? Fuiste tú el que me empujó al lodo— ya veníamos de regresó cuando al idiota de mi hermano se le ocurrió la grandiosa idea de tirarme a un charco de lodo por el que pasé a un lado y obviamente no me podía quedar sin hacer por lo tanto lo jalé hacía mí tirándolo en lodo. Agarré un puño de lodo y se lo embarré por toda la cara a lo que iniciamos una guerra de tierra mojada entre arrastrando a los Mendes en incluso a los Grier con nosotros.
—Como digas, Peppa pig— le tiré un trapo húmedo a la cara y empezó a reír por qué no le dí causando que una lámpara junto a él estampara contra el suelo.

Caminé hasta una esquina del pequeño lugar para levantar una caja llena de cosas empolvadas. No entiendo cómo es que este lugar ya tiene mucho polvo y telarañas si nos acabamos de mudar.
Coloqué la caja sobre una mesa, le pasé el trapo, que, anteriormente le aventé a mi hermano, sobre ella y la abrí con cuidado alejando la cara de ella por si algún bicho salía de allí.
Empecé a sacar las cosas dentro, solo eran papeles y fotografías desgastadas.

—Emilio, deja eso y ven aquí— le hablé a mi hermano que estaba del otro lado jugando con una de esas cajitas donde le das cuerda para que un payaso feo salga al final. Dejó el juguete sobre otra caja y se acercó hasta donde estaba.— Mira esto— le pasé la fotografía que estaba viendo y al verla frunció el ceño, saqué más fotos y era lo mismo que la anterior.
Tres bebés. Tres niños. Mismos padres, nuestros padres.
—¿Quiénes son?— le pregunté a mi gemelo que seguía viendo la foto
—Son nuestros padres, claro está— señaló a los señores en la foto vieja y descolorida— Está eres tú y yo recién nacidos— señaló a los pequeños bebés que eran cargados por unas grandes manos— Pero este bebé de aquí no sé quién es— Dejó la foto sobre la mesa y me quitó la otra fotografía de mis manos.
—Aquí teníamos cinco años— estábamos en nuestra antigua casa jugando en los columpios que había en nuestro jardín— pero aquí hay otro niño, supongo debe ser el mismo bebé. Debe tener nuestra edad—
—¿Es niño o niña?— le pregunté al darme cuenta que no lograba distinguirlo mucho.
—Es niño, mira su cabello lo tenía igual que yo— mi hermano y ese niño tenían el cabello corto como debía ser. No podíamos distinguirlos por la ropa ya que en ese entonces yo también me vestía igual que mi gemelo, nunca me ha gustado ser muy afeminada así que me vestía como él, y al parecer, a ese niño lo vestían igual.
—Se parece a nosotros—
—Sí, algo—
—Pero la pregunta es ¿Quién es este niño y porqué está con nosotros en todas las fotos?—
—¿Algún primo lejano? Por que la verdad, yo no lo recuerdo—
—Ni yo, pero ven, vamos a averiguarlo— Agarró mi mano y traía consigo las fotos, salimos del polvoriento ático, él bajando primero por las escaleras de la pequeña compuerta y después ayudarme a mí sosteniendome por los tobillos.
Aterricé bien y Emilio subió las escaleras de regreso a la puerta en el techo. Caminamos por el pasillo hasta bajar las escaleras, pasamos por la sala y al pasar por la puerta ésta se abrió.
—¿Y ahora? ¿Qué les pasó?— preguntó Mel riendo al vernos todavía llenos de lodo por todos lados
—¿Dónde estabas?— mi hermano la interrogó mirando— Ya es muy tarde para que andes fuera—
—¿Quié eres? ¿Mi padre?—
—¿Dónde estabas?— volvió a preguntar
—Estuve caminando— se miró las uñas e hizo una mueca con la boca.
Que raro se está comportando, tal vez es por el viaje o le pasó algo por qué ella nunca ha sido así, el que se haya ido sin avisar del parque y está actitud es muy rara en ella. Ya hablaremos después.
No le tomamos importancia a eso y seguimos caminando a la biblioteca donde estaban nuestros padres hablando.

—Mamá, papá— Emi llamó su atención cuando nos paramos al lado de la puerta corrediza
—Hola, hijos— habló papá y se paró del sofá para acercarse a nosotros
—Queremos hablar—
—¿De qué?—
—De esto— le mostró las fotos y parece que papá hubiera visto un fantasma, se le fue el color de la cara y mamá se levantó enseguida del sillón acercándose rápido hasta nosotros y tener entre sus manos  las fotos.

LOS TRILLIZOS MENDES©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora