CAPÍTULO 25

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—¡Este imbecil sabía de ella antes que nosotros!— Emilio se alteró al leer el mensaje, y yo también, ¿Cómo es posible que haya sabido?

—Emi— lo llamé con la voz apagada y me dedicó una mirada llena de angustia, preocupación, tristeza, pena y mucho más en ella.— No quiero que este sujeto me siga acosando— se acercó y me dió una abrazo pasando ambos brazos por sobre mis hombros y apoyé mi cabeza en su pecho.

—No te preocupes, hablaremos con Nash para que nos siga ayudando— asentí suavemente y besó mi cabello.— Vayamos a casa— nos levantamos de la banca y caminamos de regreso a nuestra casa, aunque sinceramente, no quería volver.
Estábamos en la puerta, iba a abrir pero la mano de Emi me detuvo.

—Didi, no le digas de esto a nadie. Ni siquiera a Mel.

—¿Porqué no le puedo decir a ella? Es como de la familia.

—Sí, lo sé pero no lo comentes hasta que sepamos bien de ella— se refería a nuestra hermana, no hablarle a mi sobre ella. No sé por qué pero tengo que hacerle caso.

—Está bien— Entramos a la casa y cada quien se fue por su lado, él fue a la cocina y yo subí a mi cuarto.

—¿Y bien? ¿Ya me vas a decir que pasó?— Mel rápidamente se acercó a mí y me miró directo a los ojos.

—Este... Ah sí.

No le digas de esto a nadie. Ni siquiera a Mel.

—Solo fue algo sin sentido— me miraba con una ceja alzada— Papá regaño a Emi por qué se enteró de que no quiere estudiar, yo me puse de su parte y también salí regañada— hablé en pocas palabras y ella me miraba con los brazos cruzados. Estoy segura de que no se lo creyó.
¡JODER! ¡Mi nariz empieza a picar!
No te pongas roja, no te pongas, no te pongas roja.
No te rasques, no te rasques, no te rasques.

—Aja, está bien, si no me quieres decir, no me digas— ¡Demonios!
Se dió media vuelta y se aventó a la cama boca bajo.

—Buenas noches— fue lo último que dijo y cerró los ojos para descansar. Me cambié por mi pijama, apagué las luces e hice lo mismo que mi amiga.

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—Buenos días— entré a la cocina arrastrando los pies y tallándome un ojo con el puño, ni siquiera me peiné ni me cambié solo me enjuague la cara y cepillé mis dientes.

Debo tener hasta ardillas en mi cabeza, está todo revuelto y parezco vagabunda.

—Pero que carita— dijo Mel untando un poco de mermelada en su pan tostado. Ella y mi hermano eran los únicos en la mesa desayunando, papá debió haberse ido a trabajar y mamá de seguro no quiere vernos ahora. Gruñí como respuesta y me senté en la silla sin ganas.

—¿Qué tienes?— cuestionó mi hermano sirviéndose jugó

—No pude dormir.

—¿En serio? Yo creo que dormiste muy bien, roncabas como oso.

—¿Quién roncaba como oso?— escuché que preguntaron a mis espaldas, esperaba no escuchar esa voz en algún tiempo, después del beso ya no hablamos.
Hayes y Nash habían entrado a la cocina y se sentaron frente a mí junto a Emilio.

—¿Qué hacen aquí? Y ¿Cómo entraron?— empecé a morder el panque que tenía mi hermano en su plato sin que se diera cuenta.

—Venimos por qué sí y entramos por la puerta— contestó Nash como si nada mientras agarraba un manzana del tazón que estaba en el centro.

LOS TRILLIZOS MENDES©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora