CAPÍTULO 11

40 5 2
                                    

Y así fue

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Y así fue. No tardé nada en caer rendida. Pero habría sido mejor quedarse despierta porque cuando creí despertar no sabía con certeza dónde estaba. Cuando me di cuenta, me encontraba en medio de la noche, en lo más profundo del bosque. La luz de la luna me ayudaba a ver entre los árboles y busqué un camino de vuelta al pueblo. Pero por más que corría no daba con él, y me daba la sensación de pasar una y otra vez por el mismo sitio. Paré, agotada, a respirar apoyada en un tronco, y de repente noté unas pisadas cerca de mí. Fijé la vista para ver lo que era, y mi corazón se aceleró. La sombra de un extraño se abría paso por los árboles y sin pensarlo eché a correr en dirección opuesta. Aquella persona comenzó a perseguirme. Yo corría con todas mis ganas pero no conseguía despistarle. Opté por esconderme. Quizás pasara de largo. Pero sus pasos bajaron de ritmo. Me quedé inmóvil para no hacer ruido, así, también, podía escuchar sus pisadas. Pero éstas cesaron de repente. Tuve que taparme la boca para que mi respiración no delatara dónde estaba escondida. Seguro que era aquel chico que venía a vengarse por lo que le hice. Recordé todas las amenazas que me había dicho por teléfono y la noche anterior frente a la puerta principal. Forcé el oído para escuchar sus pasos pero no conseguí nada. De repente, escuché un crujido tras mi espalda, y sin dudarlo eché a correr en dirección opuesta, volviendo por el camino recorrido. Corrí sin volver la vista atrás, esquivando árboles por la izquierda y la derecha. Era difícil moverse por allí a oscuras. Gracias a la luna que brillaba en lo más alto podía ver donde pisaba. Me di cuenta de que llevaba el mismo vestido negro de la noche anterior, que se rasgaba al rozar la madera de los árboles. Tropecé un par de veces, pero conseguía levantarme rápido para seguir corriendo. No podía girar la cabeza para no chocar con ningún árbol, pero de pronto me di un golpe contra algo que no pude ver que estaba en mi camino. Caí de espaldas al suelo, aturdida por el golpe. Intenté ver qué tenía delante, pero yo estaba en el suelo, y él de espaldas a la luna, y su luz no reflejaba su rostro. Era un cuerpo grande. Me había atrapado. De nada servía escaparme. Allá donde corriera conseguía alcanzarme. Estaba acabada. Mi corazón no podía latir más rápido. La silueta se acercó despacio hacia mí.

Por un instante, mi cabeza recordó algo que ansiaba de verdad. Quizás esta vez sí pasaría. Lo deseaba con toda mi alma. Y si era un sueño, mi sueño, tal vez ocurriera de verdad. Sí, yo soñaría con él, con mi príncipe azul, que viene a rescatarme por fin. Recordé al chico saltando desde lo alto del mirador para salvar al niño que había caído al agua. Salió de la nada, y llegó el primero. Sí, antes que yo. Si no hubiera sido por él, yo no habría llegado a tiempo. Esta vez sí que vendría a por mí. No como la noche anterior donde tuve que defenderme por mi cuenta, lo que me llevó a esta situación, un tío queriéndome matar. Con lo fácil que habría sido si hubiera estado él allí, mí príncipe azul de ojos oscuros.

− ¡Anaís! ¡Anaís! – unos gritos me llamaban a lo lejos. Esa voz me resultaba familiar. Era mi amiga Alicia. Quise gritar para que viniera a socorrerme, pero mi cuerpo no me dejó. Me quedé allí petrificada viendo como se acercaba lentamente. Además era mejor así, porque si aquello era real más vale que Alicia estuviera lejos. No quería que le pasara nada. Sólo deseaba que una persona viniera a salvarme. Y rápido.

La silueta estaba ya casi encima de mí. Cerré los ojos con fuerza y deseé con toda mi alma que apareciera en ese mismo instante. Esta vez me dejaría llevar. Seguro que vendría. Era mi sueño y tenía derecho a soñar con lo que quisiera, y en este caso era con él. Deseaba a toda costa volver a ver sus lindos ojos y poder acariciar su piel, por no decir que me lanzaría a descubrir el sabor de sus finos y sensuales labios. Seguí con los ojos cerrados y apreté más los puños cuando noté el aliento del extraño a un palmo de mi cara. De repente sentí un fuerte pinchazo en el pecho. Un dolor tremendo invadía mi cuerpo. No me podía mover. No podía abrir los ojos. Quizás no fuera un sueño. Aquello era muy real. De nuevo noté aquel pinchazo. Era como una puñalada en mi estomago.

Él no había venido. Quizás ya estaba muerta. Abrí los ojos pero todo seguía negro. Y la respiración me comenzaba a fallar. No podía respirar y mis pulmones comenzaban a vaciarse. Necesitaba oxígeno. Aquello era muy real. Notaba que me estaba muriendo.

Por más que te lo pida, nunca vienes a ayudarme. Nunca estás ahí cuando lo necesito, y ahora me marcho sin poder verte una vez más. Nunca has sido mi príncipe, ¿verdad? Nunca quisiste ayudarme y por eso ahora estoy así. ¡Te odio, te odio!

Definitivamente dejé de respirar.

Definitivamente dejé de respirar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora