Me quedé en silencio, contemplando el libro que ahora sostenía en mi mano.− ¿Y cómo has conseguido este libro? – pregunté después de un doloroso silencio.
Se dio la vuelta de cara al estanque. Parecía como si quisiera ocultar su rostro nervioso.
− Aquella tarde no abandoné el parque.
− ¿Qué quieres decir con eso? – le pregunté extrañada.
Se giró hacia mí lentamente. En su mirada se había formado un brillo hermoso, como si hubiera absorbido toda la luz de la luna y se hubiera quedado grabada en sus pupilas. Un resplandor que hacían más bonitos sus ojos.
− Después del incidente del niño, no me fui del parque. Me quedé observándote. – Un extraño cosquilleo se formaba en mi interior –. Estabas ahí sentada, en ese mismo banco, con la mirada perdida en el vacío.
Se arrodilló delante de mí y me tomó la mano para acariciarla mientras seguía hablando.
− Deseaba acercarme a ti, pero una extraña fuerza me lo impedía. Por eso digo que fui un tonto. Podía haber tenido esta misma conversación, estas mismas palabras, aquella misma tarde, si hubiera querido, pero no me atreví a hacerlo.
Quedé petrificada. No podía asimilar sus palabras.
− Y cuando te fuiste – siguió −, te dejaste el libro aquí. Y pensé que sería una buena excusa para volver a encontrarme contigo. Además... − pausó sus palabras un instante – cierra los ojos, por favor.
Lentamente fui cerrando mis párpados y noté como desataba los cordones de mi zapato atados al tobillo. No comprendía lo que estaba haciendo. Me quitó el zapato muy despacio y...
− Abre los ojos – me dijo con sutileza.
Los abrí y contemplé lo que quería hacer. Arrodillado, sujetaba mi pie con una mano, y en la otra llevaba un zapato de color negro. Pude reconocer rápidamente de qué zapato se trataba.
− Con esto quería demostrarte que no te dejé sola ni un minuto.
Y como si de un cuento de hadas se tratara, puso el zapato en mi pie, con suma delicadeza. Encajaba a la perfección. Era mi zapato, el que perdí esa noche, con su lacito en la puntera.
Con esto me estaba diciendo que estuvo a mi lado todo el rato, en el parque, por las calles del pueblo, en la pelea... Todo el tiempo tan cerca y yo sin saberlo. Quedé petrificada. Tantos ruegos pidiendo volver a verle, y lo tenía a mi lado.
Separé la vista de mi zapato, y observé al chico que seguía arrodillado. Me miraba fijamente, con esa sonrisa suya. Estaba viviendo mi propio cuento, y allí tenía por fin a mi príncipe.
Me abalancé sobre él como una loca enamorada y caímos sobre el césped. Le abracé fuertemente, apoyando mi cabeza sobre el pecho. Me envolvió con sus brazos. Mis lágrimas comenzaron a brotar desde lo más adentro.
Mi mente parecía desconectada. No comprendía nada. Le escuchaba decir cosas como que quería protegerme pero también mantenerse al margen, oculto en la sombra. Que me siguió hasta saber que me encontraba bien. Que veló bajo mi ventana por mi seguridad, y que si en algún momento lo hubiera necesitado de verdad, habría acudido en mi ayuda.
− ¿Si lo hubiera necesitado de verdad? – Me aparté un poco para observar su rostro −. ¿Crees que no lo necesitaba? – le gritaba como una histérica –. Rogué cientos de veces que acudieras en mi rescate. Que aparecieras en tu caballo blanco y me llevaras a praderas seguras, pero nunca aparecías, nunca estuviste allí.
Sus ojos se desviaron de los míos y miraron al cielo oscuro de la noche. Después de unos segundos agarró mi mano y deslizó uno de mis dedos por la comisura de sus labios. Allí pude notar una herida. No sabía qué me quería decir con eso.
− Aguanté todo lo que pude – rompió el silencio –. Mordía mis labios para aguantar la rabia que sentía al verte en esas situaciones. Pero en una tenías a tu amigo y en la otra apareció ese tío que te salvó del coche.
− ¿Qué? – corté de repente su explicación. - ¿También estabas allí esta noche?
Limpió mis lágrimas con sus dedos y me llevó los cabellos hacia atrás.
− Sí, créeme. He estado cerca de ti en todo momento. Y he aguantado todo lo posible para no meterme por medio. Pero esta noche ha sido...
Sus palabras se perdieron en el aire.
Me inclinó a un lado para liberarse. Se levantó y se encaminó hacia el estanque, donde estaba más oscuro. Los rayos de la luna se reflejaban en su agua. Se desprendió de sus zapatos y se adentró en el agua, en la parte que no cubría. Estaba de espaldas a mí. Hice lo mismo que él y le seguí. El agua estaba bastante fría. Me quedé tras él esperando que siguiera explicándose.
− Esta noche he estado a punto de saltar en tu ayuda. Justo antes de que el coche te embistiera. Pero... − Mi mente recordó la fatídica escena –. Alguien se me adelantó.
Recordé al profesor cubriéndome con sus brazos. De no ser por él habría...
− Dices que si no hubiera aparecido aquel hombre, ¿tú me habrías rescatado?
− Sí – contestó con brevedad. Después de otro silencio cortante añadió: – Fui corriendo en tu ayuda y de pronto, aquel hombre te salvó. Quedé como un completo inútil a su lado. Y me arrepentí de no haber actuado antes.
Me acerqué a él y le envolví con mis brazos desde su espalda.
− Y después te vi en sus brazos. Cosa que... − Su tono se había vuelto más triste – no pude soportar.
Se giró sobre mí y me agarró de nuevo por los hombros.
− Por eso me he lanzado esta noche. Necesitaba decírtelo, saber si me querías en tu vida, para dejar de ser tu sombra.
Sus ojos reflejaban el brillo de las olas que resplandecían bajo la luz de la luna. Cada vez que los miraba eran más hermosos. Acaricié su rostro con mi mano.
− Gracias – le respondí.
Y allí nos encontrábamos. Como si el destino se hubiera vuelto a escribir para que rectificáramos aquella tarde y pudiéramos estar juntos como queríamos. La vida nos había dado otra oportunidad.
Me abrazó, acarició mis cabellos con sus dedos y acercó lentamente su rostro hacia el mío. Acto seguido me envolvió en un beso apasionado. Sus labios se unieron a los míos, saboreando cada detalle. Parecía como si me absorbiera el alma. Una explosión de placer brotó en mi interior. Todos mis nervios se dispararon y mi corazón parecía haberse hecho tan grande que no cabía en mi pecho de tanto amor que le estaba enviando.
Deseaba morirme allí mismo. Inmortalizar el momento.
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A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©
Mystery / ThrillerAnaís. 20 años. Estudiante de universidad. Ian. El hombre de su vida, pero oculta un secreto. Una sucesión de crímenes acontecidos las noches de luna llena te llevarán a descubrir el límite entre la realidad y la ficción. Acompaña a nuestra protagon...