Izquierda, derecha. Acá, ahora para allá. Me estaba mareando.
− De acuerdo. Me rindo – dijo por fin.
− ¿De verdad? – pregunté animándome un poco. Había desistido a encontrar ese colgante que ni siquiera sabía a quién pertenecía ni el valor sentimental que tenía para él.
− Sí, pero volveré a buscarlo otro día. Está atardeciendo y pronto no podremos ver nada.
−- Muy bien, pues vamos – le dije agarrando su mano y estirando de camino al sendero que conducía arriba de la montaña donde se encontraba su moto.
Mientras subíamos, me di cuenta de que ya no iba cojeando y su paso era más ligero.
− ¿Ya no te duele? – le pregunté cuando llegamos arriba.
− Es verdad – contestó con una enorme sonrisa en la cara. Era como si me hubiera estado ocultando algo –. Es un milagro.
Me acerqué lentamente observándole a los ojos intentando descubrir si mentía o decía la verdad.
− ¿Qué tramas? – Y a un palmo de su cara, a punto de rozar sus labios con los míos, apreté con fuerza el pie derecho y pisoteé el suyo que había estado arrastrando todo este tiempo.
− ¡Au! – se quejó, pero no como lo haría alguien que se hubiera torcido un pie o algo parecido−. ¿Qué haces?
− ¡Me has mentido! – le grité golpeando mi dedo índice contra su pecho −. ¿A qué ha venido todo esto?
Él no dejaba de sonreír. Poco a poco se fue haciendo hacia atrás, evitando que le hiciera daño con mi dedo amenazador.
− ¿A qué has estado jugando? – exigía una explicación. Su sonrisa pícara me decía que algo ocultaba y me daba rabia no descubrir el motivo.
Se acercó demasiado al precipicio que daba cara a la playa. Miró hacia atrás para no caerse y...
− ¿Vas a saltar otra vez? – le dije irónicamente −. ¿Cómo es posible que salieras ileso de un salto como aquel? ¿Por qué has...?
En uno de mis gestos amenazadores con el dedo índice, agarró mi mano, hizo un giro sobre sí mismo pasando por debajo de mi brazo, y delicadamente acabó detrás de mí abrazándome por la espalda.
− Observa – me dijo al oído.
Lentamente me acercó al borde del precipicio desde donde se podía ver toda la playa y cuál fue mi sorpresa al encontrarme unas letras que cubrían toda la arena en la que decía: "Te amo".
No podía creer lo que veían mis ojos. Todo este juego había sido para dejarme un mensaje en la arena con el que poder ver desde aquí arriba.
Di un giro sobre mí y le abracé fuertemente.
− ¡Gracias! – le gritaba una y otra vez −. ¡Es muy bonito!
Y fui a darle un beso cuando se soltó de mí y dando un paso hacia atrás me dijo:
− Aún queda una cosa. ¿Tienes un papel y boli?
− ¿Para qué? – pregunté extrañada buscando en mi bolso. - ¿Qué vas a hacer?
− Tú déjamelo, rápido – insistió.
Encontré una libreta de notas donde las apuntaba para no olvidarme y un pequeño bolígrafo. Se lo presté y rápidamente se puso a escribir o a dibujar algo. Pensaba mirando hacia arriba como sacando algún cálculo y luego seguía escribiendo.
ESTÁS LEYENDO
A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©
Misteri / ThrillerAnaís. 20 años. Estudiante de universidad. Ian. El hombre de su vida, pero oculta un secreto. Una sucesión de crímenes acontecidos las noches de luna llena te llevarán a descubrir el límite entre la realidad y la ficción. Acompaña a nuestra protagon...