CAPÍTULO 17

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Las calles seguían vacías a esas horas de la noche. Era normal siendo domingo. Mañana la gente tenía que trabajar o ir a clase. Mi paso fue ligero. En ningún momento me invadió el miedo. Ya no tenía la sensación que tenía la noche que ocurrió todo. Ahora era diferente, alguien me esperaba, y quería llegar hasta allí cuanto antes.

Tardé 10 minutos en llegar. No llevaba reloj, pero deberían ser las doce aproximadamente cuando entré en el parque. Era muy grande. ¿Cómo iba a saber dónde estaba? Podría haber especificado un poquito más en la nota. Anduve entre los senderos del parque, y no sé si por inercia o casualidad fui a parar al banco donde estaba sentada aquella tarde. Allí pude encontrar un paquete envuelto en papel de regalo. Lo agarré y miré a mi alrededor. Debía estar cerca, lo presentía. En él había una nota pegada que decía ábreme. Sin pensarlo dos veces rasgué el envoltorio y me llevé una grandísima sorpresa. Era mi libro. El libro que me dejé aquella misma noche. Lo examiné detenidamente. No cabía duda. En la primera página estaba la dedicatoria de mi amiga Alicia. Una lágrima recorrió mi mejilla. Lo había recuperado.

Busqué por todas partes, pero allí no parecía haber nadie. Me senté en el banco. Pero ¿cómo había llegado a parar esto aquí? ¿Quién lo había encontrado?

De pronto, vi una silueta en el estanque. Había alguien en el agua. Mi corazón se puso a mil por hora. El extraño salía lentamente. Tenía el torso desnudo. No podía ver su cara debido a la poca luz que había en el parque. Aquella persona fue aproximándose poco a poco a mí. Estaba totalmente mojado. Se sabía por los reflejos que emitía su cuerpo con el agua y la luz de las farolas. Cuando su rostro entró en el campo de luz, creí morirme de repente. Era él. Sí, era él.

− Hola – dijo el chico. Su voz era muy dulce, como el cantar de los pájaros en primavera −. Perdona que me presente así, pero creí que era la mejor forma de retomar el encuentro que tuvimos el otro día.

No me salían las palabras. Otra vez quedé hipnotizada por su mirada. De nuevo caí rendida a sus encantos. Tonta, di algo. No vuelvas a perder esta oportunidad.

− Estás... estás empapado – respondí con la voz entrecortada. Qué respuesta más ingeniosa por mi parte. ¿Qué pensaría de mí? Estaba muy nerviosa.

El chico respondió con una bellísima sonrisa.

− Sí, verás – siguió él –. Es que el otro día, cuando nos vimos, los dos salíamos del agua, y creí que sería la mejor forma de continuar lo que dejamos a medias. Me fui sin presentarme y me muerde la conciencia cada vez que lo recuerdo.

El chico estiró la mano hacia mí en forma de saludo.

− Me llamo Ian.

Miré fijamente la mano extendida delante de mí. Lentamente alcé la mía para estrechársela y devolver el saludo. Cuando se rozaron nuestras palmas sentí un fuerte cosquilleo ascender por todo mi pecho. Su piel era suave y delicada.

No sé si fue una locura lo que hice, pero acto seguido me abalancé sobre él. No era consciente de mis actos. Había deseado tanto este momento... Y ahora lo tenía frente a mí. Lo tenía envuelto en mis brazos. Apreté con fuerza para no dejarlo escapar. El pasó sus brazos sobre mi espalda y me apretó contra su pecho. Noté que el ritmo de su corazón estaba tan acelerado como el mío.

Fue un abrazo eterno. Había un fuerte sentimiento en él. En ese momento deseé tener en mi mano todos los relojes del mundo para detenerlos y que no volviera a pasar el tiempo.

Su piel estaba caliente a pesar de estar mojada y su cuerpo era bastante fuerte. Era más alto que yo.

− ¿Dónde has estado todo este tiempo? – le pregunté sin soltarme de él.

No hubo palabras. Noté como su cuerpo se ponía rígido y sus brazos me atrajeron más a él.

− Siento no haber estado contigo. – Su voz parecía triste y sincera –. He sido un tonto. Debería haberme lanzado mucho antes.

Me separó delicadamente de su pecho, y agarrándome de los hombros me dedicó una mirada penetrante. Había dolor en sus ojos, lo presentía.

− Pero quiero que sepas – prosiguió sin dejar de mirarme −, que he estado contigo en todo momento.

No comprendía el significado de sus palabras.

Se separó de mí un instante y agarró su camiseta que estaba colgada de una rama en el árbol situado detrás del banco. Sus pantalones estaban calados. Se sentó en el banco e hizo un gesto para que le acompañara. Me senté un poco apartada de él, dejando en medio el libro de mi amiga.

− ¿Qué quieres decir con que has estado conmigo? – pregunté desconcertada.

Se creó un silencio durante varios segundos que me parecieron eternos.

− Pues... verás – por fin soltó sus palabras, mientras cogía el libro con sus manos −, aquella tarde, después del incidente con el niño, nos cruzamos por primera vez.

Sus palabras sonaban como una dulce melodía, una canción escrita para mí sola.

− Yo... − paró por un momento y desvió su mirada del libro hacia el estanque, como si estuviera reviviendo la escena del otro día –, fui un cobarde.

Seguía sin entender lo que quería decirme. Me acerqué un poco más a él y posé mi mano sobre las suyas, que sostenían el libro.

Mi mente revivió esos momentos como él lo estaba haciendo. Los dos, allí parados uno frente al otro, empapados, mirándonos fijamente a los ojos.

− Desde el primer momento en que te vi, quedé prendado de ti. Quise acariciarte, abrazarte, besar... − Sus palabras se cortaron cuando le agarré del rostro atrayendo su mirada hacia la mía.

De nuevo podía contemplar esos lindos ojos color café. Esa mirada llena de ternura que me hacían sentir tan bien. Mi mano acariciaba su mejilla lentamente.

− ¿Decías? – le pregunté animándole a que terminara sus palabras.

Nuestros rostros estaban a pocos centímetros. Casi podía notar su dulce aliento rozando mi piel. Me acerqué ligeramente para poder alcanzar esos labios y saborear por fin el esperado momento.

− ¡Fui un necio! – dijo apartándose bruscamente de mi lado. Ahora estaba situado de pie enfrente de mí –. No debí marcharme de esa manera.

Pero ¿qué estaba haciendo? ¿Qué es lo que pasaba? ¿A caso no decía que deseaba lo mismo que yo? ¿Por qué se apartaba? Quizás he ido demasiado rápido, tal vez no es lo que quería.

Pero ¿qué estaba haciendo? ¿Qué es lo que pasaba? ¿A caso no decía que deseaba lo mismo que yo? ¿Por qué se apartaba? Quizás he ido demasiado rápido, tal vez no es lo que quería

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A LA SOMBRA DE LA LUNA LLENA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora